Edurne Uriarte

El golpe separatista

Para movilizarse y combatir un movimiento extremista es preciso identificarlo

El golpe separatista
Edurne Uriarte. PD

QUIZÁ debería abandonar mi pesimismo sobre los abusos del nacionalismo catalán. Que miles de catalanes salgan con banderas nacionales a las calles de Barcelona indica una potencial capacidad de resistencia muy significativa.

Pero, sobre todo, lo que alimenta mi esperanza es la nueva palabra, el concepto que han encontrado los rebeldes: golpe separatista. Sin concepto no hay movimiento social. Sin concepto no hay resistencia. Y por fin encontraron los españoles de Cataluña el concepto perfecto para describir al independentismo antidemocrático.

Para movilizarse y combatir un movimiento extremista, cualquiera que sea su naturaleza, es preciso identificarlo. Y lo han logrado por primera vez en décadas. Falta la segunda parte, pero es un enorme avance que tengamos la primera.

Salvando las distancias, las marcadas por la violencia de un caso y los métodos antidemocráticos sin violencia en el otro, el proceso de resistencia civil sigue las mismas pautas que en el caso de ETA. También contra ETA tardamos varias décadas en encontrar el concepto para movilizar a la sociedad civil. Y eso que era, teóricamente, mucho más fácil entonces.

Y, sin embargo, el concepto, la identificación clara de ETA como una banda de asesinos frente a la que había que resistir, tardó una increíble cantidad de años en madurarse, en definirse. En tener concepto. Los nacionalistas y una parte de la izquierda lo llamaban violencia legítima o consecuencia del franquismo, no lo olvidemos.

Y, ahora, muchos llaman libertad de expresión o derecho a decidir a lo que hacen los independentistas. Y llaman a dialogar con los golpistas, como entonces con los asesinos.

Incluso ahora, y con más de trescientos asesinatos sin resolver y sin perdón alguno, una buena parte de los anteriores pedía este fin de semana al Gobierno que fuera magnánimo con los asesinos tras el acto de propaganda de la entrega de armas. Y, por supuesto, les siguen dando espacios en una buena parte de los medios de comunicación para que defiendan sus planes golpistas.

Ellos lo llaman «diálogo», claro está, como ayer lo hacían Puigdemont y Junqueras en un diario nacional.

Con la complaciente comprensión de los mismos que llevan semanas escandalizados por el «grave peligro para la democracia» de Donald Trump o de Geert Wilders, por ejemplo.

Y eso que ni Trump ni Wilders se han saltado todas las leyes ni los métodos democráticos, ni siquiera una ley, hasta ahora. Pero resulta que Trump y Wilders son un peligro y toda Europa y Estados Unidos deberían movilizarse mientras que estos independentistas que se saltan las leyes y anuncian un golpe al Estado de Derecho son dignos de ser escuchados por el Gobierno que, además, debería proporcionarles «soluciones políticas».

En ese contexto, la definición del concepto, golpe separatista, significa un avance muy importante. Ahora falta la segunda parte, la movilización a favor de, no sólo en contra de. La movilización por el Estado de Derecho, obviamente, pero también la movilización por España.

Contra ETA siempre faltó España, y eso que nos perseguían por revindicar nuestra españolidad. Nos quedamos con aquello del «constitucionalismo». Pero ningún movimiento social que pase de la resistencia a la creación puede basarse en el «constitucionalismo».

La resistencia es contra los golpistas y por el Estado de Derecho. La creación es a favor de España y de los sentimientos de patria y españolidad. Sin los históricos complejos. Sin vínculos sentimentales, sin emociones, sin corazón, jamás ganaremos a los independentistas.

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