Luis Ventoso

El marciano Jeremy Corbyn

Enésimo ejemplo de una ideología que cree tener el monopolio de la verdad

El marciano Jeremy Corbyn
Luis Ventoso, Director Adjunto ABC.

MICHAEL Eavis, de 81 años, hijo de un predicador metodista y él mismo de esa fe, es el granjero que en 1970 fundó el festival de rock de Glastonbury y sigue al frente. La idea arrancó con aroma de sueño hippy y entrada gratis. Paz y amor.

Eavis ha sido candidato por laboristas y verdes y continúa engalanando su invento con vitola de valores ecológicos y culturales. Pero Glastonbury es hoy mayormente un inmenso negocio, de infraestructura compleja y grandes intereses comerciales.

Un pase para sus seis días cuesta 270 euros. Una tienda de campaña para seis personas, 1.150 euros. Por allí desfilan cada año las mayores lumbreras del rock y el pop. En su altar, frente a unas huestes inglesas contentas y embarradas, han cantado todos, de los Stones a Springsteen, de U2 a Beyoncé.

Ayer aterrizó un marciano en Glastonbury. A las cuatro de la tarde, en el escenario que por la noche abrasaron los Foo Figthters, apareció Jeremy Corbyn, el líder laborista, de 68 años.

No disimuló mucho. Directamente les endilgó un mitin. Con guayabera y pantalones blancos, elogió su pasada campaña electoral (con la que perdió los comicios, quedándose a 64 escaños de la mayoría absoluta y a 55 de la mediocre señora May).

Por supuesto le largó el inevitable viaje facilón a Trump, y defendió a los refugiados, la justicia social y los derechos de las minorías. En general el público aplaudió con calor, aunque hubo un sector que se marchó al verlo. Muchas de sus observaciones bienintencionadas hasta recordaban los discursos del Papa Francisco.

El problema es que Corbyn no posee solución alguna para arreglar lo que denuncia -a veces con acierto-, por la sencilla razón de que lo que propone quebraría la economía y probablemente las libertades.

Como tanta izquierda populista, toma el pelo al público al hablar como si los recursos nacionales fuesen ilimitados, cuando los países europeos ya están viviendo de prestado, con déficits de altísimo riesgo, que además serán una cruz para las generaciones venideras.

Además, el entrañable Corbyn no es exactamente una lumbrera: plantó la universidad, no ha currado una hora en una empresa, no ha gestionado ni un club de petanca y lleva de 34 años chupando de su escaño. Pero actúa como si estuviese en posesión de la verdad absoluta y además acabase de ganar las elecciones por goleada.

No concede legitimidad alguna a sus adversarios y se siente un referente incuestionable, hasta el punto de aparecer dando la turra a las multitudes en algo tan lúdico como un concierto de rock, gente que ha acudido a los prados de Glastonbury a escuchar su música, desmadrarse un poco y tomar el aire.

El centro derecha liberal defiende valores excelentes, como la iniciativa personal y las libertades individuales, el empuje empresarial o la conservación de lo que funciona.

Por eso gana las elecciones, porque es la oferta más cabal, la que hace menos estupideces con la economía. Pero chamanes de palabrería utópica continúan esgrimiendo con éxito un supuesto monopolio de lo políticamente correcto. Pobre Glastonbury si lo gestionase el viejo Jeremy… Con su acreditada capacidad no tocarían allí ni Los Chunguitos.

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