ANALISIS

Eduardo Inda: «Cuando Vox es muy malo y Podemos muy bueno»

Eduardo Inda: "Cuando Vox es muy malo y Podemos muy bueno"
Santiago Abascal (VOX) y Pablo Iglesias (PODEMOS). EP

Antes de nada: no votaré a Vox. Más que nada, porque otras opciones me convencen más y porque soy de los que piensan que hay que agrupar la papeleta en torno al partido que más posibilidades tiene de entre los situados en uno de los dos bloques existentes (Carta ‘navideña’ de Santiago Abascal a Pablo Iglesias: «Lo tienes crudo»).

Por desgracia, mejor dicho, por obra y gracia de Zapatero, nuestro país ha regresado al inmoral guerracivilismo que nos llevó a la peor de nuestras desgracias. Dos Españas en las que o estás o no eres nadie.

A pesar de todos los pesares, de las letales zapateradas, un servidor seguirá militando en esa Tercera España de Marañón, Ortega, Pérez de Ayala y ese Madariaga que dio nombre a este concepto que nos hubiera salvado de mil y una tragedias si lo hubiéramos aplicado en su debido momento.

Que entre otras cosas, nos hubiera librado de 250.000 llantos, tantos como españoles cayeron de 1936 a 1939. La mismita España que alumbró Adolfo Suárez y consumó Felipe González en ese maravilloso pacto del 78 que nos ha garantizado el más estable periodo en 500 años de historia.

Con Vox coincido en algunos de sus puntos cardinales. Discrepo en otros. Verbigracia, su alergia al matrimonio homosexual que para un liberal como yo es irrenunciable. Me apasionan sus planteamientos económicos liberales, matizaría algo (no mucho) sus ideas sobre la inmigración ilegal y comparto parte de sus argumentos sobre la ideología de género.

Vamos, que a este último respecto opino lo mismo que Abascal pero también que Pablo Casado, Javier Maroto, Albert Rivera, Toni Cantó o la gran Marta Rivera de la Cruz, por poner algunos cantosos ejemplos.

Que la Ley Integral contra la Violencia de Género de Zapatero atenta contra ese elemental principio del Derecho Natural que sostiene que «todos somos iguales ante la ley» es una obviedad. Que cuando se promulgó la norma en 2004 morían a manos de sus parejas 70 mujeres al año y ahora son 45 es otra perogrullada.

Lo que no son cuentos son cuentas y las estadísticas jamás mienten. Aunque en este caso creo que el triunfo contra esta lacra es más culpa del incremento de los medios técnicos y humanos para proteger a las víctimas del malnacido de turno que del endurecimiento de las penas a los hombres.

Todo lo cual no quita para que comparta prácticamente al 100% la aversión de los verdes a una Ley de Género, la andaluza, que es un auténtico monumento al despropósito con tics fascistoides. Prescribe tratamientos psicológicos a hombres acusados de maltrato sin que medie condena, acusación del fiscal, imputación o siquiera denuncia.

Plantea reeducar a todos los padres andaluces. Recoge partidas para que los medios pasen de denominar «víctimas» a las mujeres que sufren el terror machista a catalogarlas como «supervivientes».

Y en el colmo de la imbecilidad impulsa las «chochocharlas» como herramienta de educación sexual. No hace falta ser un carca para concluir que esto es una barrabasada. Basta con tener dos dedos de frente. Como tampoco es preciso ser un ultrasur de la Fundación Franco para inducir que la Ley de Memoria Histórica, la nacional y la andaluza, han de ir a su lugar natural: la basura. Equiparar en las aulas el franquismo con el nazismo es sencillamente aberrante en términos cuantitativos y cualitativos.

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