En esta vida me ha gustado tan poco mandar como que me manden, por lo que siempre he sido y seré un grano en el culo de una sociedad basada en mucha palabrería y una realidad: Los que mandan y los que obedecen.
El enquistado problema de la Humanidad desde los albores de la civilización, es que aquellos revolucionarios de salón y pasillo que han arremetido y siguen arremetiendo contra los que tienen el poder, es simplemente para poder mandar ellos y continuar enseñando a las nuevas generaciones, ya desde niños, no a comprender, sino a obedecer… a temer.
La cultura del miedo al todopoderoso dios Estado.
La pocilga siempre es la misma, tan solo cambian los cerdos que se matan y matan por mandar; y a éstos, no les hables amor ni les eches margaritas, porque no te entenderán y revolviéndose contra ti, harán lo único que saben hacer: gruñir y pisotear, como dueños de un mundo donde ya no caben los poetas; ni los poetas queremos estar.

