Cuando las seguidoras de Gandhi, seres de luz, dejan de ser madres protectoras

Cuando las seguidoras de Gandhi, seres de luz, dejan de ser madres protectoras

Estamos acostumbrados a pensar en las mujeres únicamente como madres, hermanas, hijas: nacidas con el deseo natural de criar, de cuidar, de dar vida. Nunca de arrebatarla. Esa es la imagen cultural que se nos ha grabado a fuego durante siglos: la mujer como ángel del hogar, como discípula doméstica de Mahatma Gandhi, portadora de paz y sacrificio. Pero la realidad, documentada en casos judiciales, estudios criminológicos y estadísticas oficiales, demuestra que la mujer también puede convertirse en verdugo.

El mito de la feminidad pacífica se resquebraja cuando repasamos la historia criminal: amantes despechadas que asesinan movidas por los celos, cuidadoras que envenenan a ancianos indefensos, madres que matan a sus hijos. Desde Sarah Williams en Inglaterra, que acabó con la vida del amante que la abandonó, hasta Els Clottemans en Bélgica, condenada por provocar la muerte de su rival sentimental en un salto en paracaídas; pasando por Beverley Allitt, la enfermera británica que asesinó a cuatro niños en un hospital, o Susan Smith en Estados Unidos, que sumergió a sus hijos en un lago para iniciar una nueva vida. La lista es larga y estremecedora.

La violencia invisible: niños y ancianos como principales víctimas

En España, como en otros países, más del 70% de la violencia que sufren los niños y los ancianos es ejercida por mujeres. Este dato no es ideología: está respaldado por estudios internacionales serios, sin sesgo de género, y resulta lógico, porque son las mujeres quienes mayoritariamente asumen el cuidado de menores y dependientes. Y es en ese espacio íntimo donde aflora la violencia silenciada.

Lo grave es que el feminismo de género hegemónico se empeña en ocultar esta realidad. Igual que niega fenómenos como la alienación parental, donde un progenitor manipula a los hijos contra el otro. Sí, algunos hombres también lo hacen, pero las cifras muestran que son casos anecdóticos frente al patrón general: madres que convierten a sus hijos en rehenes emocionales para destruir al padre.

Ejemplos cercanos en el tiempo

En nuestras hemerotecas recientes encontramos casos que contradicen el discurso oficial:

  • Castellón, 2022: madre apuñala y mata a su hijo de 12 años.
  • Madrid, 2023: nieta acuchilla a su abuela de 83.
  • Murcia, 2024: madre abandona a su bebé recién nacido en un contenedor.
  • Valladolid, 2024: auxiliar de geriatría maltrata con golpes a ancianos dependientes.

El patrón se repite: las agresoras eligen víctimas débiles, sin capacidad de respuesta. Como suele ocurrir en toda violencia, se busca no salir dañada.

Crímenes que sacudieron España

  • Ana Julia Quezada (Almería, 2018)
    Asesinó al pequeño Gabriel Cruz, hijo de su pareja, estrangulándolo y escondiendo el cadáver mientras fingía ayudar en la búsqueda. Fue condenada a prisión permanente revisable.
  • Rosario Porto (Santiago de Compostela, 2013)
    Junto a su marido, drogó y mató a Asunta, su hija adoptiva de 12 años. Condenada a 18 años, se suicidó en prisión en 2020.
  • María del Carmen Martínez, la parricida de Moraña (2015)
    Ahogó a sus dos hijas en la bañera durante el fin de semana en que le tocaba la custodia. Condenada a prisión permanente revisable.
  • La parricida de Alcalá de Henares (2016)
    Estranguló y golpeó a su madre de 66 años en el domicilio que compartían.
  • María Gombau (Godella, 2019)
    En crisis psicótica, mató a sus dos hijos de 3 años y meses de vida, y los enterró cerca de la casa familiar.

Estos cinco casos no son anomalías, sino ejemplos extremos de un patrón que permanece silenciado.

El elefante en la habitación: el aborto

Más de 100.000 abortos anuales en España suponen la eliminación sistemática de una ciudad entera cada año. Y, sin embargo, el discurso dominante celebra esta masacre como un “derecho” y como síntoma de progreso… Hablar de la mujer como ángel protector de la vida mientras normalizamos semejante matanza es una obscenidad intelectual.

Violencia psíquica y suicidio masculino

La violencia no siempre deja cadáver inmediato. Miles de hombres en España son destruidos por la violencia psicológica femenina: humillación constante, manipulación, denuncias falsas, chantaje emocional, alienación parental. El resultado: los hombres se suicidan cuatro veces más que las mujeres. Muchos de esos suicidios son consecuencia directa de haber sido reducidos a escombros por relaciones tóxicas.

Psicología de la violencia femenina

Los criminólogos apuntan a un patrón distinto en la violencia ejercida por mujeres: métodos menos frontales, más íntimos y calculados —veneno, asfixia, ahogamiento—; víctimas vulnerables; motivaciones relacionadas con celos, control, venganza o beneficios emocionales y económicos. La mujer violenta no es menos cruel: es, en muchos casos, más sigilosa, más fría, más cercana a lo que la criminología llama predadores invisibles.

El doble rasero mediático e institucional

Cuando un hombre mata, hay luto oficial, minutos de silencio, campañas en prime time. Cuando una mujer asesina a sus hijos, maltrata a su madre anciana, aborta a su bebé o empuja a su pareja al suicidio, el silencio es sepulcral. Se la presenta como víctima de trastornos mentales, de arrebatos, de circunstancias. El relato no admite el concepto de “violencia femenina estructural”.

Conclusión: violencia sin vendas ideológicas

La mujer no es mejor ni peor que el hombre: es igual de capaz de amar y proteger como de odiar y destruir. Negarlo es condenarnos a una sociedad maniquea y ciega ante sus propias sombras.

Mientras repitamos la fábula de la madre protectora, mientras ignoremos los más de 100.000 abortos anuales y mientras miremos hacia otro lado ante el suicidio masivo de hombres maltratados psicológicamente, no estaremos haciendo justicia ni a las víctimas ni a la verdad.

Si queremos hablar de violencia, hablemos de toda. Sin excusas, sin relatos prefabricados, sin propaganda.

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