Miedo a las moscas y los cañonazos de Cifuentes

Un Congreso “okupado” rodeado de okupas

La ley electoral, las listas cerradas, son un peligroso caballo de Troya para la democracia

La España políticamente correcta ya ha hecho su trabajo en las tertulias radiofónicas, en las sesudas columnas de papel periódico, en editoriales de urgencia como el de “El País”, recordándole al personal que “El Congreso no se cerca”.

Pero en el paisaje después de la batalla de Neptuno, con ecos de sirenas de ambulancias, de rebotes de balas de goma, de improperios de 28 detenidos y lamentos de 64 heridos, queda la sensación de que, el 25 de septiembre de 2012, este tenso, nervioso, amedrentado país sin comillas, se puso a matar moscas a cañonazos.
 
Los buitres de Europa han tomado nota
 
Tal vez haya sido peor el remedio que la enfermedad. Quizá Europa, el mundo, los dichosos mercados, las agencias de calificación y carroñeros de esos, se preguntan esta mañana si además de deuda galopante, de déficit público, de anemia aguda financiera, resulta que España también corre riesgos de déficit democrático.

Porque esos señores de ahí fuera, empeñados en meternos hombres de negro aquí dentro, están a la que cae, toman nota de todo y lo añaden después al expediente X del paciente: Cospedal equipara el 25-S al 23-F; Ruíz Gallardón alerta de un golpe de estado a la democracia; Cristina Cifuentes casi moviliza a más policías que las redes sociales a manifestantes; nada menos que “El Pais”, la Biblia mediática, publica un manifiesto en defensa de El Congreso. ¿Qué pasa en España? Esa debió ser la pregunta que resonó en todos los idiomas, en distintos y distantes despachos oficiales y anónimos hogares, cuando Europa se fue a la cama.
 
España está hastiada de sumisos aprietabotones
 

Sabemos que hay una España indignada porque se han hecho visibles y medibles los brotes de sarampión. Sabemos que es un virus contagioso porque lo ratifican las sucesivas encuestas del CIS. Pero en vez de centrarnos en la terapia, nos rasgamos las vestiduras ante los síntomas.

La democracia española no corre peligro por lo que pueda ocurrir fuera del Congreso, sino por lo que no acaba nunca de ocurrir allí dentro. La amenaza no son las miles de voces que clamaban ayer en la Plaza de Neptuno, sino las 350 voces de sus señorías que nunca entonan un mea culpa.

Esos diputados y diputadas que nunca votan a conciencia, sino a dedo. Que defienden con uñas y dientes sus privilegios, su inmunidad, sus nóminas, sus complementos, pero no quieren ni oír hablar de reducción de escaños, de listas abiertas, de reformas electorales.

Los partidos políticos se lo guisan, los partidos políticos se lo comen y, las listas cerradas a cal y canto de los sucesivos representantes del pueblo, siguen siendo como las lentejas: te las comes o las dejas. Así legislatura tras legislatura, oiga. Millones de españoles, sometidos al endogámico sistema electoral de los partidos, que cada cuatro años se encuentran ante la encrucijada poco estimulante de las urnas: ¿me quedo en casa, voto en blanco, voto nulo o me resigno a votar a burocráticos aprietabotones sometidos a la disciplina de grupo?
 
Okupas sin escaño versus okupas con escaño
 
Esa es la cuestión, señora Cospedal, Ruíz Gallardón, Cristina Cifuentes, tertulianos formalistas, columnistas sistémicos y ortodoxos editorialistas. Ni unos millares de españoles pueden cercar El Congreso, ni 350 diputados, con estómagos agradecidos, quietos sin moverse para poder seguir saliendo en la foto, pueden mantener secuestrada la voluntad de millones de españoles que quieren elegir a quienes les dé la gana a ellos, comme il faut, y no a quienes les dé la gana a los aparatos de los partidos.

Está muy bien proteger El Congreso de los hipotéticos “okupas” que intrigan en las redes sociales. Pero que el árbol de la indignación no nos impida ver el bosque. En la Cámara Baja hay un mortífero Caballo de Troya que nos regalaron los padres de la Constitución: el sistema electoral. La disciplina ciega, los yonquis del escaño, los corifeos “camello”, los portavoces de sus amos, la democracia basura digital, la transgresión del orden de los factores que altera gravemente el producto democrático: primero el partido que me llena el estómago, después España y los españoles.

Ayer, 25 de septiembre de 2012, Neptuno contempló  alucinado una escena que debería herir la sensibilidad del respetable público. Debe ser la comidilla en el Olimpo mitológico. Fuera, okupas amateurs soñando con tomar El Congreso; dentro, okupas profesionales rezando ante una estampita de Cristina Cifuentes: ¡que no se nos acabe el chollo, por favor!

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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