Un viaje por la salud y la alimentación en la Antigüedad

Dietas, obsesión y banquetes: cómo los antiguos griegos y romanos inventaron la cultura del autocuidado

Los antiguos mediterráneos ya debatían sobre dietas, remedios naturales y bienestar mucho antes de la era de las influencers y los gimnasios

Banquete de los antiguos romanos
Banquete de los antiguos romanos. PD

La imagen del romano glotón reclinado en un triclinio, copa en mano y uva al vuelo, ha sobrevivido siglos.

Sin embargo, bajo esa capa de festín perpetuo se esconde una realidad mucho más cercana a la actual cultura del bienestar.

Tanto en Grecia como en Roma, el interés por la dieta equilibrada y la salud era casi una obsesión nacional.

Los filósofos discutían sobre el régimen ideal y los médicos prescribían no solo pociones, sino también menús personalizados.

Nada nuevo bajo el sol: ya entonces se debatía si “somos lo que comemos”.

El núcleo de la dieta grecorromana giraba en torno a la llamada “tríada mediterránea”: cereales, aceite de oliva y vino. Este trío —básico pero versátil— definió no solo el menú diario sino también el paisaje agrícola y las relaciones sociales.

El pan, especialmente el de trigo para los romanos y el de cebada para los griegos, era el alimento estrella; el aceite de oliva lubricaba tanto las ensaladas como los cuerpos (¡literalmente!

También lo usaban para masajes); y el vino, siempre rebajado con agua para no parecer bárbaro, era protagonista de simposios filosóficos y cenas familiares.

Más allá del mito: ciencia antigua sobre bienestar

Si uno piensa que solo hoy existen gurús del fitness o expertos en “superalimentos”, sorprende descubrir que figuras como Hipócrates ya predicaban una vida activa y moderación alimentaria hace más de dos milenios. Los médicos griegos recomendaban ejercicio regular, baños fríos, paseos al aire libre y una alimentación basada en productos frescos y locales —nada de ultraprocesados ni modas pasajeras.

Los griegos fueron pioneros en entender que el cuerpo requiere equilibrio: desarrollaron la teoría de los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y negra), convencidos de que tanto las enfermedades como el bienestar dependían del balance entre ellos. Según esta visión fisiocrática, cada alimento tenía propiedades específicas capaces de alterar esos humores —por ejemplo, las lentejas “secaban” el cuerpo mientras que las uvas “humedecían”. ¡No muy diferente a quienes hoy creen firmemente en las dietas alcalinas!

Listado rápido: hábitos saludables de la Antigüedad

  • Desayunos ligeros (pan con sal o miel)
  • Comidas principales basadas en legumbres, verduras frescas y frutas
  • Ejercicio físico diario (lucha, carreras o simplemente caminar)
  • Moderación: evitar excesos era clave
  • Uso habitual de hierbas medicinales para tratar pequeñas dolencias

El papel de las mujeres: guardianas del bienestar familiar

En muchos hogares griegos y romanos, las mujeres eran auténticas farmacéuticas domésticas. Sabían preparar ungüentos con hierbas para aliviar dolores, infusiones contra resfriados e incluso cataplasmas para heridas menores. Además, transmitían sus conocimientos sobre alimentación saludable y remedios caseros generación tras generación. Su papel como garantes del bienestar familiar anticipa a las actuales nutricionistas o coachs de salud.

No faltaban tampoco los consejos nutricionales: evitar comer hasta saciarse por completo, dar preferencia a productos locales y frescos según la estación e incorporar aceites vegetales (principalmente oliva) en lugar de grasas animales. El concepto moderno de “dieta mediterránea” es heredero directo de estas prácticas ancestrales.

Banquetes sí… pero con cabeza

A pesar del estereotipo festivo asociado a Roma —y algún que otro exceso documentado— lo habitual era una alimentación sencilla. Las comidas rápidas (“prandium”) consistían muchas veces en gachas o pan con queso; solo en ocasiones especiales se desplegaba todo el arsenal gastronómico con carnes, pescados exóticos o postres elaborados con miel. Incluso durante los célebres banquetes se seguían normas estrictas sobre qué alimentos tomar primero (entrantes ligeros), cuáles después (platos fuertes) y cómo terminar (postres).

Los alimentos básicos para un romano medio incluían legumbres secas, queso curado, aceitunas negras o verdes conservadas en salmuera, miel pura y pescado seco. Solo quienes tenían mayor poder adquisitivo accedían regularmente a carne fresca o especias importadas.

Ciencia antigua frente a ciencia moderna

Hoy sabemos gracias a numerosos estudios epidemiológicos que una dieta basada en vegetales frescos, grasas saludables como el aceite de oliva y moderación en las carnes procesadas reduce significativamente el riesgo cardiovascular, favorece un peso saludable e incluso puede prolongar la esperanza de vida. Sorprendentemente —o no— estos principios estaban ya presentes en las recomendaciones médicas del mundo antiguo.

Las investigaciones modernas han confirmado que muchos hábitos mediterráneos tradicionales —desde compartir mesa hasta priorizar alimentos integrales— tienen efectos positivos medibles sobre salud física y mental. Así que cuando brindes con una copa de vino rebajado o aliñes tu ensalada con aceite virgen extra… estás siguiendo un ritual milenario.

Anécdotas sabrosas y curiosidades históricas

  • El pan blanco era considerado un lujo reservado para la élite romana; el pueblo llano se conformaba con pan oscuro o gachas de cebada.
  • En los simposios griegos se discutía tanto sobre política como sobre cuál era la mejor manera de mezclar agua con vino.
  • Hipócrates recomendaba consumir cebolla cruda para purificar la sangre; hoy sabemos que tiene propiedades antioxidantes.
  • Los atletas olímpicos seguían dietas especiales antes de competir: carne roja para fuerza bruta… pero nada de dulces.
  • Plinio el Viejo afirmaba que “los romanos vivieron durante mucho tiempo sin pan”, fiando su supervivencia a papillas saladas llamadas puls.
  • Las abuelas griegas preparaban infusiones con tomillo o salvia para calmar males estomacales; muchas recetas han llegado intactas hasta nuestros días.
  • En Grecia existía un término específico para comer en exceso: phagedaina, usado también como insulto jocoso entre amigos tras un banquete copioso.

El viaje por la historia alimentaria demuestra que obsesionarse por la dieta no es cosa moderna. Griegos y romanos lo llevaron al arte… ¡y a veces al extremo! Así que si alguna vez te sientes culpable por consultar recetas saludables o buscar remedios caseros online… recuerda que formas parte de una larga tradición mediterránea.

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