Marxismo y religión

Marxismo y religión

Karl Marx postuló que la religión tiene dos funciones esenciales: respaldar el orden establecido, sugiriendo que el orden político está respaldado por la autoridad divina, y consolar a los oprimidos ofreciéndoles en el cielo lo que se les niega en la tierra. Desde este punto de vista, la religión tiene un papel progresista, en cuanto que ofrece a la gente un orden mejor. Pero como para Marx, ese orden mejor lo tiene que instaurar el comunismo, la religión ya se vuelve reaccionaria por distraer a los hombres de su verdadero cometido, que es instaurar en la tierra la sociedad buena. Por este motivo, al construir una sociedad comunista, el marxista ha de combatir a la religión.

Según la teoría marxista, en una sociedad comunista no se perseguirá a la religión, sencillamente porque antes habrá desaparecido. Como no habrá clase explotadora, la sociedad no necesitará los consuelos de la religión. Esto lo dejó claro Engels en su libro Sobre la historia del cristianismo primitivo I, en el que explica como la religión no es válida por su carácter ultraterreno. Coloca muy lejos la salvación que el socialismo trae cerca.

El marxismo promueve que la religión es falsa y ¿cómo lo explica?, diciendo que la materia es la realidad elemental y, por lo tanto, se excluye la posibilidad de la existencia de Dios. Esta es la base del materialismo de Engels y Marx que heredaron de Feuerbach: “el ser precede a la conciencia, no la conciencia al ser”. Engels argumenta que todo se explica con la fórmula “materia en movimiento” y de ahí, que las explicaciones religiosas queden excluidas.

La principal crítica que podemos hacer al marxismo, no es que sea ateo, es que no reconoce ninguna forma de verdad. Marx pretendía liberar al hombre de la esclavitud a la que la sociedad le había sometido a lo largo de la Historia, pero crea una “falsa libertad”, ya que para él la libertad es algo indivisible, es algo de todos y está vinculada a la igualdad. Luego, para que exista la libertad, primero se ha restaurar la igualdad. Puede resultar algo complicado, pero lo que viene a decir es que para conseguir la libertad completa, se requiere renunciar a cierta libertad. Y por supuesto, la libertad individual, está supeditada a la estructura del todo, y como consecuencia, la batalla que se ha de librar no es la de la libertad del individuo, sino la del cambio de la estructura de la sociedad.

La realidad es que el marxismo se queda sin respuesta para explicar cómo se vería la estructura social y que medios racionales habría para alcanzarla. El resultado es que, viendo el marxismo en la praxis, es decir, el comunismo soviético, no existe ni verdad ni libertad.

Ernst Bloch fue un filósofo marxista que vivió gran parte del siglo XX, que desarrolló en parte de sus estudios la visión marxista de la religión, decía que solo el ateo tiene esperanza, puesto que mientras los hombres no conocían el camino marxista de la transformación del mundo, vivían sin esperanza real y, por eso, se saciaban con una esperanza irreal, que es la religión. Bloch influyó en gran medida en el desarrollo de los movimientos de la teología de la liberación.

La teología de la liberación, merece un capítulo extenso y aparte, pero aun así, merece la pena reseñar que defendieron las ideas marxistas asegurando que estaban bautizando a Marx, igual que Tomás de Aquino, hizo con Aristóteles. Si en el siglo XIII, la Iglesia aceptó las ideas aristotélicas, consideradas como la “sabiduría del mundo”, Marx representa la sabiduría del mundo contemporáneo. Si aceptamos esto, estaríamos admitiendo que la política y la economía son las fuentes en las que el hombre ha de basar sus valores. El Dios cristiano nada tiene que ver con una teología que se hermane con Marx por sustituir éste la verdad por la praxis.

Por otro lado, resulta llamativo que se acepte al marxismo y se le compare con Aristóteles, cuando sus tesis son totalmente contrarias a la ética. La distinción entre el bien y el mal, y la moralidad no tienen cabida en la lucha de clases. La filosofía tradicional hasta el siglo XVIII fomentó la fraternidad entre los hombres sin tener en cuenta su rango social, mientras que la tradición marxista aboga por la lucha de clases: capital y proletariado. Esta hostilidad es la que promueve el ser de la historia.

La economía es un factor importante para el bienestar del hombre, pero no se puede afirmar de forma tan categórica como hizo Marx, que el hombre es producto de las condiciones económicas. El bienestar moral del mundo no se puede asegurar solamente con las condiciones económicas favorables.

Se echan de menos debates como los que tuvieron el filósofo marxista Jürgen Habermas con Benedicto XVI. Ambos encontraron acuerdos basados en la razón. Habermas que es ateo, le reconoció a Benedicto XVI el carácter indispensable que la tradición judeocristiana tiene para el funcionamiento estable de cualquier sistema político racional y libre. Por su parte, Benedicto XVI reconoció que la religión puede tener ciertas patologías igual que la razón, por lo que la conclusión es que ambas han de caminar juntas para purificarse mutuamente. El papel predominante que el marxismo da a la praxis, está fuera de esta unión y por eso las tesis de Marx se convierten en el camino equivocado para entender la verdad, la libertad, la historia, la ética y el amor.

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