La Iglesia sigue preocupa por la falta de diálogo y de un clima de reconciliación en el país
(Valores Religiosos).- El arzobispo José María Arancedo, de Santa Fe, fue reelegido ayer presidente de la Conferencia Episcopal Argentina para el trienio 2014-2017 y el cardenal Mario Poli, sucesor de Jorge Bergoglio en la arquidiócesis de Buenos Aires, fue elegido vicepresidente primero.
Mientras que el arzobispo Mario Cargnello, de Salta, seguirá en la vicepresidencia segunda por otro período de tres años, el nuevo secretario general será el obispo Carlos Malfa, de Chascomús.
La elección episcopal, la primera desde que Bergoglio es Papa, se realizó en el marco de la 108 asamblea plenaria del Episcopado que hasta el sábado se desarrolla en la casa de retiros El Cenáculo-La Montonera, de Pilar.
Arancedo, de buen diálogo con el gobierno, recibió el apoyo de sus pares para presidir la comisión ejecutiva pese a que en noviembre del año que viene deberá presentar la renuncia al arzobispado de Santa Fe al alcanzar los 75 años de edad.
No obstante, el Papa puede no aceptarle la dimisión de inmediato y mantener al prelado santafesino por un tiempo más en el cargo.
Poli, hombre de confianza de pontífice, ingresó en la mesa ejecutiva y obtuvo los votos suficientes como para alcanzar la vicepresidencia primera, mientras Cargnello retuvo la segunda.
La sorpresa la constituyó Malfa, dado que por primera vez la secretaría general estará a cargo de un obispo residencial y no de un obispo auxiliar.
Fuentes eclesiásticas informaron que el cambio radica en que Malfa puede convertirse en el vocero episcopal, como ocurre en otros países del mundo, en el marco de un proceso de transformación en el área de comunicación del Episcopado.
El único con posibilidades de ser reelecto que fue desplazado de la conducción episcopal fue el obispo Virginio Bressanelli, de Neuquén.
En tanto, Malfa sucederá a Enrique Eguía Seguí, auxiliar de Buenos Aires, quien estuvo dos trienios consecutivos en el cargo y no podía por estatutos aspirar a un nuevo período.
La elección de la «mesa chica» tuvo como antesala reuniones por regiones eclesiásticas, a fin de llegar a la votación con cierto consenso sobre los candidatos.
La votación se realizó con un sistema de tarjetas y stickers con códigos de barra que eran leídos por un lápiz óptico para permitir un escrutinio rápido.
Este miércoles se continuará con la elección de los presidentes y miembros de las 20 comisiones episcopales y los consejos de Asuntos Económicos y Asuntos Jurídicos.
La mayoría de los obispos presidentes de comisiones podrán renovar el cargo por un nuevo trienio, entre ellos Jorge Lozano (Gualeguaychú) en Pastoral Social y Oscar Ojea (San Isidro) en Cáritas.
Lozano reelegido en Pastoral Social, comisión episcopal clave
El obispo Jorge Lozano, de Gualeguaychú, fue reelegido este martes para continuar al frente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, mientras el flamante arzobispo de Rosario, monseñor Eliseo Martín, fue elegido presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica.
Ambos fueron votados por sus pares para dos comisiones claves para la Iglesia en el marco de la 108 asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal, de carácter electivo, que se desarrolla en la casa de retiros El Cenáculo-La Montonera, de Pilar.
Lozano presidirá por un segundo período la Pastoral Social, organismo eclesiástico de diálogo permanente con sectores políticos, sindicales y empresariales, y que también coordina la Comisión Nacional de Drogadependencia.
En tanto, Martín sucederá en el cargo al arzobispo Héctor Aguer, de La Plata, quien no podía continuar en el cargo por haber estado dos períodos consecutivos de tres años.
En el marco de las elecciones episcopales, que hoy eligió a la mesa ejecutiva que presidirá monseñor José María Arancedo, unos ochenta obispos eligieron presidentes de otras comisiones. Los designados hasta el momento son: Comisión Episcopal de Fe y Cultura: monseñor Guillermo Rodríguez Melgarejo, obispo de San Martín. Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica: monseñor Ramón Dus, arzobispo de Resistencia.
Comisión Episcopal de Liturgia: monseñor Luis Fernández, obispo de Rafaela.
Comisión Episcopal de Ministerios: monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco.
Comisión Episcopal de Vida Consagrada: monseñor Carlos María Franzini, arzobispo de Mendoza.
Comisión Episcopal de Laicos y Familia: monseñor Pedro María Laxague, obispo auxiliar de Bahía Blanca.
Comisión Episcopal de Comunicación Social: monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje.
Consejo Episcopal de Asuntos Económicos: monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires.
Preocupa a la Iglesia la falta de diálogo en el país
La Iglesia sigue preocupa por la falta de diálogo y de un clima de reconciliación en el país. Fue la principal preocupación que manifestaron ayer los obispos de todo el país en el inició de su segundo y último plenario del año, que se desarrolla en la casa de retiros espirituales El Cenáculo, en Pilar. Al punto que decidieron que la preparación para el Congreso Eucarístico Nacional que realizarán a mediados de 2016 en Tucumán -en coincidencia con el Bicentenario de la declaración de la Independencia y que presidiría el Papa Francisco- esté animada por la búsqueda de la reconciliación nacional.
El presidente del Episcopado, monseñor José María Arancedo, reflejó esa inquietud en la homilía de la misa de apertura de las deliberaciones. Arancedo recordó en ese sentido el documento del Episcopado «Camino Hacia el Bicentenario en Justicia y Solidaridad», difundido en 2008, en el que «decíamos que la patria necesita aún ‘avanzar en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo. Una amistad social que incluya a todos, afirmábamos entonces, es el punto de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional».
La preocupación por la falta de diálogo y de reconciliación surgió en el habitual intercambio de opiniones sobre la situación del país desde la óptica pastoral con el que se inician los plenarios de obispos. La segunda gran preocupación que apareció fue la morosidad de la justicia en los procesos penales y la situación de detención de muchas personas en cárceles y comisarias, sin condiciones dignas. Además del hecho de que muchos presos carecen de sentencia firma, se señaló el hecho de que carecen de adecuada atención médica y no se respeta la prisión domiciliaria cuando se llega a los 75 años. En estos casos se cuentan, entre otros, según se dijo, militares encarcelados por violaciones a los derechos humanos.