CR7 pasa por uno de sus peores momentos desde que llegó

La ansiedad consume a Cristiano Ronaldo, pero volverá por sus fueros contra el Barça

El portugués está afectado por su crisis personal y busca un punto de inflexión

Hablaba consigo mismo en el césped del Bernabéu. Juraba en español, en portugués, en inglés e incluso en arameo. Discutía consigo mismo por esa extraña negación del gol en la Liga.

Resalta Tomás González-Martín en ‘ABC‘ que está enfadado. Sabe que su ansiedad le hace rematar unas décimas de segundos más pronto o más tarde de lo necesario, según cada situación, y el balón no entra. Por el contrario llega Bale, pone la bota y marca.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Cristiano se hace la misma pregunta que Mourinho hizo famosa en su duelo con Guardiola.

La ansiedad que le desespera ante la portería, los silbidos de la afición y su separación de Irina Shayk son las tres causas de una crisis futbolística y personal que le ha situado en su momento más débil desde que fichó por el Real Madrid en 2009. Nueve goles en 2015, cinco en Liga. Ahora busca su punto de inflexión. El clásico puede ser su detonante particular.

Es esa mezcla de un problema deportivo y otro intimo la que define su peor etapa de eficacia en el club. La desesperación que le consume ante el gol es una crisis de la que Ronaldo tiene respuesta al instante.

«La precipitación es la mejor aliada de la mala suerte», señala un veterano de la plantilla.

Ronaldo sufre una obsesión y esa es la peor compañera de un ariete. Frente al Levante estrelló un balón en un poste y una chilena posterior fue despejada bajo los palos. La reacción del Balón de Oro es castigarse a sí mismo mentalmente.

Realiza una autocrítica de lo que hace mal. Lo ha hecho siempre, desde que pertenecía al Sporting de Lisboa, como acicate para dar el salto adelante. Lo malo es que ahora comienza a hacerlo en el propio partido, sin esperar al análisis pausado del día después.

Ayer reflexionó tranquilamente con el cuerpo técnico. «Esa autocrítica es buena, pero no debe obsesionarse», manifiestan los profesionales de Valdebebas. «Son rachas y cuando más lo pienses es peor.

Se exige demasiado, porque es muy ambicioso y eso le ha hecho grande. Toda esa rabia va a explotar en cualquier momento. Le hace falta marcar dos en Liga para quitarse la ansiedad».

Su pérdida de eficacia tiene un argumento extrafutbolístico: su situación personal.

Separado de Irina Shayk en Navidad, la rotura de relaciones le ha hecho daño. Esta crisis privada le ha generado un vacío que ha afectado a su rendimiento.

Todos sus problemas de acierto en el área se han producido desde que Irina Shayk no es su pareja. En Mestalla, en el Calderón (dos veces) y en el Nuevo Arcángel cordobés, donde fue expulsado, se le vio irreconocible.

Descentrado, apagado. Lo contrario de las virtudes que le definen. Todo el equipo dio la misma sensación en esos encuentros, hecho que desvela que el descenso de nivel de Ronaldo marca la tendencia del Real Madrid.

Cuando el portugués vuelve a coger la batuta, como en Elche y en Gelsenkirchen, el equipo es otro. Y dos cabezazos suyos salvaron al club ante el Schalke en el Bernabéu.

Los silbidos de la afición, que ayer se reprodujeron, es el hecho que termina por sacarle de quicio. No comprende que se le pueda pitar a él, que suma 293 goles en cinco años y medio, camino del récord de Raúl, 323.

Es lo que más le indigna. Siente que en Manchester es idolatrado y «aquí se olvidan muy pronto de lo que ha hecho», subrayan sus amigos. «No está acostumbrado. La cultura del fútbol inglés se basa en el respeto al futbolista».

El Real Madrid le tranquiliza. Le dice que en el Bernabéu fueron pitados Di Stéfano, Miguel Muñoz, Míchel, Martín Vázquez y Zidane.

Datos que no evitan su enfado. Quiere dar un golpe de timón «y silenciar muchas bocas», dicen en Valdebebas. El clásico es su oportunidad.

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