El Riyadh Air Metropolitano despidió 2025 con una tarde de sobresaltos y redención. La música de Extremoduro, esa que emocionó a toda una generación, acompañó un partido gris del Atlético… hasta que Antoine Griezmann decidió cambiar la banda sonora. Lo hizo con un control de artista y un zurdazo inapelable, de esos que devuelven la vida a un estadio que había olvidado aplaudir.
El choque comenzó torcido para los del Cholo Simeone. Ni medio minuto llevaba el reloj cuando Giuliano Simeone compuso una mala entrega que Hugo Duro se convirtió en susto monumental: regate, cuerpo a cuerpo con Pubill y vaselina al larguero de Oblak. Fue un aviso de que el Atlético entraba al césped con el freno de mano echado, sin presión ni nervio, como si el trámite estuviera en la hoja de ruta.
De hecho, solo Pablo Barrios logró desatar algo de electricidad con sus carreras rompedoras. Una de ellas acabó en córner, y de ese barullo nació el 1-0. Ruggeri probó suerte, Agirrezabala respondió, y Koke , con la frialdad del capitán, cazó el rebote y lo envió a dormir junto al poste. Gol sin brillo pero con oficio, el único destello de una primera mitad burocrática.
El Valencia, valiente pese al brote de queja que diezmaba su plantilla, respondió con personalidad. Ensayó las jugadas de pizarra de Corberán , marcó un gol anulado a Hugo Duro por fuera de juego y encontró su recompensa en la segunda parte. Lucas Beltrán, recién ingresado, armó una pared con Almeida y fusiló desde la frontal para el empate merecido.
Simeone, que ya había agotado recursos y paciencia, recurrió a su vieja receta: triple cambio. Gallagher, Almada y Griezmann en el campo. Poco después, el resultado. Antoine , en estado puro, bajó un balón vertical de Pubill y, sin pensarlo, soltó un zurdazo que se coló como un disparo de redención. El Metropolitano explotó. El francés no solo marcó —justificó cada decisión del técnico— y firmó su enésimo acto de liderazgo silencioso.
Hubo incluso un gol más, anulado a Sorloth , pero el marcador final fue suficiente: 2-1 . El Atlético sumó tres puntos vitales para seguir presente en la batalla alta de la tabla y despedir el año con una sonrisa. El Valencia , combativo hasta el descuento, se marchó sin premio, rozando la zona roja.
Y mientras los focos se apagaban, aún resonaban acordes de Extremoduro, como si el espíritu de Robe volviera a recordarle al Atlético que la música, igual que el fútbol, también va de emoción y de memoria colectiva.

