Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

LA CATACUBA: LA MASA, LOS CULTOS Y EL LISTO

 

 

 

 

Desde tiempos inmemoriales, toda idea importante, ya sea política, religiosa o social que, por encontrar seguidores, se convierte en ideología militante, ha necesitado para su desarrollo y asentamiento, de un invariable trio: la masa, los cultos y el listo.

La idea surge generalmente de un pensador, equivocado o no, quien monta un cuerpo intelectual generalmente bien armado, sostenido por toda una serie de planteamientos razonados sobre algo en particular, de cierta trascendencia.

Esa idea es seguida por toda una corte numerosa de personas cuya motivación en cuanto a su identificación con la idea es puramente visceral, anímica, torpe, modelable, manipulable, poco informada, seguidista y en gran parte de los casos tendente al fanatismo, hasta el punto de ser ahí donde residen los “mártires” del engranaje, dispuestos a dar la vida si es preciso. Son los que pudiéramos calificar de “la masa”.

Ya en menor proporción, la idea es utilizada por otros grupo de ilustrados que se consideran escogidos, que a partir de la idea, la van diseccionando, teorizando, pontificando y creando escuela. Generalmente, estos no suelen ser demasiado propensos al martirio, salvo que les venga dado de forma ajena a su natural predisposición. Son los que pudiéramos llamar “los cultos”.

Finalmente siempre aparece el personaje mas importante, el que los une, los cohesiona, se vale tanto de la idea como de masa y listos, y funda la ideología, la jerarquiza, la instaura, se hace fuerte en ella, la transforma a su interés y se erige en líder de la manada. “El listo”.

Como exponía al principio se trata de un sistema que ha permanecido inalterado a lo largo de los siglos y que ha sido y sigue siendo de gran éxito en todos los ordenes de la vida.

Existen ejemplos paradigmáticos.

En cuanto a la religión, un judío de Nazaret llamado Jesús, a partir de la vieja religión de su pueblo, introduce toda una serie de nuevas formas de entenderla y de prepararse para un cercano fin del mundo, según aquella religión entendía, en un pueblo ocupado por el invasor imperial de la época, mensaje que cautiva a grandes multitudes, generalmente desesperanzadas, que veían en aquel judío un halo de esperanza sobre sus miserias. La idea.

Muerto el ideólogo, el mensaje es sostenido por toda una multitud dispuesta a seguir sus enseñanzas, los judeocristianos. La masa.

 

Como un rebaño debe ser guiado por alguien, al menos para ir todos juntos aunque sea solo del pasto al redil, van apareciendo distintos guías quienes, cada uno a su manera, se hacen cargo de los distintos rebaños, bien sea de la mano de su hermano Santiago el Justo en Jerusalén, de Juan en Asia menor, o de Pedro en Roma, en la capital del imperio, los tres personaje de aquella secta estrictamente judía, en quien Jesús había confiado su mensaje, a quienes se unen, entre otros, aquellos que se consideran los verdaderos entendidos en el mensaje del judío, los gnósticos y algún que otro cismático incómodo. Los cultos.

Surge entonces el que falta para que todo tenga sentido de permanencia, Saulo de Tarso (mas tarde San Pablo), un judío fariseo perseguidor de rebaños de la secta, participe (directa o indirectamente) en la lapidación de San Esteban, que no conoció a Jesús, pero que acaba viendo en todo el proceso la ocasión idónea para crear algo importante. Empieza por apoyarse en un supuesto milagro (concepto hoy obsoleto con el avance de las ciencias) como es la aparición del propio Jesús a su figura, camino de Damasco cuando se quedó ciego durante algún tiempo debido, al parecer, a la caída del caballo. Hay que reseñar que Saulo era un personaje que a si mismo se describía como enfermo, con un “aguijón en la carne” que modernos estudios científicos basados en la sintomatología, identifican con brotes sifilíticos (entre los que se encuentran ese tipo de trastornos auditivos) y con epilepsia (enfermedad de San Pablo, en Irlanda) con trastornos de visión. A partir de ahí y ya en contacto con Santiago (uno de los hermanos de Jesús) y con Pedro, de quienes disiente en buena parte de sus mensajes, se va imponiendo hasta dar el salto de convertir, entre todos, una secta judía en una nueva religión universal a la que incorporar a los gentiles, eximiéndoles de las barreras de entrada en el mundo judío y de otras particularidades, poniéndoselo fácil a todos, simplemente con el único requisito de la fé, de manera que con el poder en sus manos y un rápido crecimiento del rebaño, crear una institución jerárquica, ajena al judaísmo, a quien se culpó injustamente de la muerte de Jesús, en la que, de forma progresiva, por exaltación del ideólogo, ir otorgándole cualidades que deberían, además, ser coincidentes con todas aquellas profecías del judaísmo que anunciasen un mesías para, finalmente, llegar a crear un Dios incuestionable al que asignarle, a través de sus propios textos base en forma de epístolas y posteriormente por sus seguidores (no todos) como evangelios, escritos pasado medio siglo tras el fallecimiento de Jesús, toda una serie de requisitos que llevaran a su deificación, manejando, con los suyos, todos los resortes de la férrea institución de nuevo cuño, perpetrada a base de compensaciones imaginarias en el más allá (no tantas como en el Islam, solo para hombres, claro) y controles del más acá a lo largo de muchos siglos a base del terror, la prepotencia y la connivencia con el poder terrenal, todo ello creando ya, de espaldas al mundo judío del que el ideólogo procedía sin haber pretendido nunca mayores empeños, una todopoderosa iglesia que ha devenido finalmente en una inmensa maquinaria económica y de poder, ajena totalmente a la idea originaria. El listo.

En materia social podríamos poner el ejemplo del comunismo, con dos ideólogos Marx y Engels, una masa de seguidores bolcheviques, los cultos en las figuras de Lenin y Trosky y el listo Stalin llevándose finalmente el gato al agua.

En materia económica, comercial, política, deportiva, etc., existen multitud de ejemplos.

Hoy nos ocurre algo similar, pero mas chungo, con el nacionalismo catalán, una corriente que nace a mediados del siglo XIX en pleno romanticismo, con la “Renaixensa”, con personajes como Valentí Almirrall y Josep Torres i Bages, que al estilo de la época con múltiples otras causas (el romanticismo en puridad), ensalzaban hasta el paroxismo supuestas heroicidades patrias de otros tiempos, que justificaban posturas extremas de identidad nacional en la masa militante. En una España políticamente convulsa, el empeño se hace cada vez mas insistente y personajes como Prat de la Riva, Cambó quien propone que la Unió Catalanista hiciese un manifiesto de apoyo a la autonomía cubana para de ahí reconocer posteriormente, con mayor facilidad a Cataluña, así como Maciá, quien en La Habana presidió la asamblea Constituyente del Separatismo Catalán, adoptando la “estelada” como su bandera en una clara concesión a sus cómplices cubanos, van dando cuerpo a un sentir cada vez mas exigente.

Hoy la masa es multitud, los cultos mas bien pocos, y el listo, como todos, dispuesto a todo con tal de ser el muerto en el entierro si es preciso, aun a costa de adulterarlo todo.

Cierto que la ideología, y el nacionalismo se lleva la palma, es una de las manifestaciones mas estúpidas del ser humano, por cuanto, en su intransigencia hacia lo ajeno a sus propias “verdades”, transforma hasta la ridiculez cualquier buena idea de inicio.

Son muchos los campos en los que poder profundizar al respecto, pero me limitaré a tres de ellos en los que lamentar el mal uso del tradicional “seny” que se nos atribuye a los catalanes.

Uno de ellos es “el butifarra”, el chorizo catalán por excelencia, o sea Pujol y su familia, el adalid del catalanismo de los últimos cuarenta años, una especie de dios del independentismo, hoy prototipo de la corrupción mas rastrera y consentida.

Otro es el Barça, mi equipo, “mas que un club”, que en su aberrante proceder intelectual aboga por la independencia, destino que le reportaría, en cuestión de horas, su fulminante desaparición del panorama deportivo universal, pues la liga catalana se convertiría poco menos que en un solteros contra casados, en donde todas las figuras del equipo emigrarían a la velocidad del rayo (¡Messí al Madrid!), el Camp Nou cerraría por falta de parroquia y la ruina blaugrana batiría todo tipo de records.

Finalmente el otro sinsentido es la llamada “estelada” o bandera de Catacuba (Cataluña-Cuba) en detrimento de la, hasta hace bien poco, catalanista “senyera”, las cuatro barras, la bandera del orgullo patrio sacrificada en favor de una izquierda de rompe y rasga, en una sociedad como la catalana, con una riqueza debida a un pujante empresariado, capacidad de trabajo, seriedad e innovación, cualidades de las que la Cataluña tradicional he hecho siempre gala.

Hoy hay ya catacubas de todo tipo. La de triangulo con fondo azul y estrella blanca (la auténtica catacuba) es de los independentistas, sin más (la más Más). Otra, del triangulo con fondo amarillo y estrella roja, más a la izquierda, de los socialistas de todo tipo. Una tercera, con el triangulo en fondo rojo y estrella amarilla la de los comunistas, también de todo tipo y finalmente una que, ni carne ni pescado, la del triangulo con fondo verde y estrella blanca, la de los verdes, los de la lechuga, todos ellos independentistas, siendo ya la señera, sin reminiscencia cubana alguna, un tanto sospechosa de autonomista constitucional (Uy, uy, uy..). Finalmente la española, para héroes, imperialistas o traidores, según el lado desde donde ver el sainete.

Quizá la diferencia con cualquier otra experiencia histórica de masas, cultos y listos, resida aquí en que el listo (Más) se ha pasado, el bobo (Rajoy) ni sube ni baja, y la masa lo seguirá siendo por muchos años.

La historia se repite… y se repetirá.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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