Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

El constante despropósito

 

 

Leyendo el último ejemplar de Filosofía Hoy, y concretamente el artículo “Políticos, ¿de que están hechos?”, me encuentro con un par de frases entresacadas de observaciones llevadas a cabo por Simone Weil en su libro “Nota sobre la supresión general de los partidos políticos”, escrito en 1942, perfectamente actual, que plasman correctamente algo con lo que regularmente me he encontrado y que siempre ha hecho que ponga en cuestión, en general, la capacidad intelectual del ser humano, y su sometimiento a los sentimientos más primitivos por un proceso mental opuesto a la lógica racional: “Normalmente tras tomar posición, los individuos y las organizaciones no consienten en examinar nada que les sea contrario”, seguido de, “Ha sido y es consustancial con la vida política, que las sociedades lleguen casi a no pensar, en ningún campo, salvo tomando posición a favor o en contra, sustituyendo la operación previa del pensamiento, para después buscar argumentos en una dirección u otra, siendo así como se pierde el sentido de lo verdadero y de lo falso”.

Por otra parte, argumentaba Weil que los partidos políticos, en general, respondían principalmente a tres características esenciales: Eran máquinas de fabricar pasión colectiva, eran organizaciones construidas para ejercer una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son miembros de ellos, en detrimento de sus propios pensamientos, y finalmente perseguían un único fin, el de su propio crecimiento, sin límite alguno. Decía además que “nadie en los partidos políticos trabaja en la búsqueda desapasionada de la verdad”.

Hoy pasados algo mas de 70 años de las observaciones de Weil, no solo todo sigue igual en los partidos políticos, sino que su conversión en oligarquías de infraestructura puramente mafiosa, se ha asentado en la sociedad hasta el punto que esta ni se escandaliza de ello, ni pone remedio alguno a tal forma de secuestrar la democracia y todo ello con la pasiva colaboración de los medios en general.

Al igual que toda organización mafiosa, son las “familias” integrantes las que luchan permanentemente por ostentar el poder, sin reglas internas, a navajazos incruentos pero sin el menor atisbo de honorabilidad, en un “todo vale” donde las traiciones, filtraciones, trampas y mentiras de toda catadura son el pan nuestro de cada día, en organizaciones en las que de cara al exterior hay que guardar las formas y donde bien pagados “tesoreros”, conseguidores, “sobrecogedores” (los que cogen el sobre) hacen el trabajo sucio de esquilmar a parte de la sociedad y de sus empresas en beneficio del partido, vendiendo decisiones, acuerdos, y todo tipo de prebendas de tipo político, cuyo botín siempre es “desconocido” por parte de unos lideres impolutos, que aunque controlen férreamente el partido, de “esas cosas” (de las que vive el partido y que posibilitan su liderazgo) no se ocupan nunca, pues siempre suelen situarse por encima del bien y del mal, y donde lo más temido siempre es ese pueblo que vota, al que en el fondo se desprecia, al que hay que engañar permanentemente para que pueda arrimar al ascua a nuestra sardina y al que se le deben obviar todo tipo de explicaciones.

Las necesidades del pueblo y del ciudadano no cuentan absolutamente para nada a la hora de establecer las metas del partido, modelando siempre el mensaje en función de ofrecer aquello que, aunque no necesario, esté mas cerca del sentimiento popular, oferta que pasadas las elecciones, sistemáticamente pasa al olvido.

Hoy, Cataluña forma su Parlamento y en unos días lo hará España.

A unas horas de clarificar el sainete catalán, Junts per el Si, se ha sacado un conejo de la chistera y de repente parece que gobernará Cataluña el alcalde de Gerona, un personaje al que nadie ha votado para ello, pero que más da… Tal es el desprecio de Mas y de su partido hacia el votante que, en justificación a la medida, ha tenido la desfachatez de declarar que ello se produce porque ha habido que enmendar la decisión de las urnas, una decisión (popular) que en número de votos dijo no a la independencia de Cataluña (47,8% de los votos, menos del 30% de los catalanes).

Pero a las horas de formar gobierno de España, las cosas no cambian demasiado. Los dos lideres que, al menos teóricamente, pudieran formar gobierno no son queridos ni por la ciudadanía ni siquiera por la mayor parte de su partido, aunque algunos lo escondan mejor que otros, pero ninguno de los dos es capaz de dar un paso atrás para llegar a un acuerdo de gobierno pues, en primer lugar, ante todo se trata de ostentar el poder en el propio partido, de mantener a la “familia”, de seguir manteniendo en el machito de cargos, carguitos y carguetes, a los míos por encima de todo, con independencia del bien para el partido y, ya mucho mas lejos, del bien de los españoles, ese rebaño que nunca cuenta para nada aunque se le diga todo lo contrario.

¿Cómo es posible que los ciudadanos sigamos consintiendo toda esta tragedia?. La respuesta es sencilla volviendo a las observaciones de Weil, porque no analizamos, porque anteponemos sentimientos, sensaciones y querencias a la razón, al conocimiento y a la seriedad a la hora de tratar sobre asuntos trascendentes. En España, en general, uno es socialista, o popular, o comunista, o lo que sea, porque en primer lugar lo ha decido así, como ser del Barça, del Madrid, de una religión o de otra. Una vez tomada la decisión, nunca decidimos examinar objetivamente las razones de otras opciones, que de entrada desconocemos, despreciamos, tergiversamos, condenamos, y en su lugar solo buscamos argumentos que asienten nuestra decisión, es decir, actuamos en general como auténticos percebes, ajenos a todo ello que hace del hombre un llamado ser racional que no tiene porque vincularse a nadie mas que a quien su inteligencia le propone en pos de la defensa de los intereses generales, e incluso de los suyos propios.

Un ejemplo del alcance de la estupidez que nos adorna, se da estos días en Cataluña, en donde suelen ir de la mano dos posturas imposibles como es ser independentista y del Barça, ambas resultado de anteponer sentimientos a razón, manteniéndose en la postura hasta el suicidio final, pues si Cataluña se independizara el Barça desaparecía al día siguiente. Decía Luis Vives que “propio de todo hombre es el errar. Pero de nadie, sino del necio, el mantenerse en el error”.

En España, y Cataluña es como el resto de España en casi todo, en materia política se vota mayoritariamente con las entrañas, con los sentimientos, con las sensaciones, con odio, con venganza, con rencor y con cualquier sentimiento que consiga aplastar al contrario. La razón, el conocimiento, la concordia, el acuerdo, la lógica, la solidaridad y el sentido común, son términos todavía muy distantes del votante que mayoritariamente decide. La inteligencia política del votante, aunque políticamente cumple afirmar lo contrario, es todavía una asignatura pendiente que tardaremos años en aprobar, entre otras cosas porque no estudiamos, no atendemos, no nos esforzamos, no vamos a clase, no nos importa, ni tenemos la mas mínima consideración hacia nosotros mismos.

Finalmente, Cataluña tendrá un presidente cuya labor exclusiva se concentrará en intentar, de una forma o de otra, la pretendida independencia, España irá a nuevas elecciones, pues el guaperas del PSOE se empeña en una alianza imposible y el resto en no contemplar siquiera un gobierno de concentración, o una alianza con PP y Ciudadanos, aunque solo fuera para llevar a término u amplio y consensuado acuerdo para reformar la Constitución y la ley electoral en puntos pactados entre todos, para proceder a nuevas elecciones pasados dos años. Rajoy tampoco cede liderazgo, lo que facilitaría enormemente cualquier pacto o alianza, al tiempo que Podemos no pasa por impedir consultas de autodeterminación, estableciendo todos ellos unas líneas rojas infranqueables que nos llevarán irremediablemente a nuevas elecciones, con un vacío real de poder durante varios meses, lo que aprovecharán Cataluña y posiblemente Euskadi para liar, todavía más, ese rio revuelto en el que las familias de cada partido, ajenas al bien del país, afilan ya las uñas para la toma del poder en sus distintos partidos.

Volviendo a la portada del último número de Filosofía Hoy, “Políticos, ¿Qué hacemos con ellos?”

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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