Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

¿Area metropolitana o mamoneo institucional?

 

A veces conviene tratar sobre los problemas locales, mucho más comunes a gran parte de nuestras ciudades de lo que en principio nos imaginamos, siendo así que, por proximidad, finalmente son los asuntos con los que más se identifica el lector. Hoy, toca.

En nuestra política al uso, primero se discuten los cargos, las jefaturas, las atribuciones, el mando, los excluidos, los efectos de las presidencias, los puestos de decisión, las mayorías, los sueldos, los despachos, la duración en el cargo, el coche oficial, los aforamientos, el número de asesores, de secretarias o secretarios, etc. Una vez eso queda claro, surge la pregunta, ¿para qué?.

En Vigo, ciudad con cierta experiencia sobre el particular, entre otras frustradas se construyó un museo del Mar que, aunque sobre el papel era el mas adecuado para la ciudad, fue dotado de un muelle en espigón al que no puede atracar embarcación alguna por la rocas existentes (hubo que poner un antiguo pesquero en medio de una plaza) y que, a pesar de tratarse del museo con mas facilidad para estar perfectamente dotado con un mínimo de gestión, aun no sabemos, a ciencia cierta, a que se dedica; al igual que otro museo llamado “la casa de las palabras”, del que no existen palabras para justificar su existencia; o el museo de arte contemporáneo, muy propio de una ciudad de la que de todos es conocida su tradición secular por el arte contemporáneo (véanse las horteradas de los dinosetos, o setos en forma de dinosaurio que pueblan la ciudad). Ahora ocupa la ficticia preocupación de los vigueses, algo sobre lo que se lleva discutiendo lustros en la ciudad, que a todos les han dicho que hay que pedir, pero nadie sabe muy bien para que, el Área metropolitana.

Prácticamente nadie aporta argumento alguno para justificar el invento, ni su efectividad y operatividad, ni que servicios comprende, a que precio, ni que vamos a ganar con ello los posibles afectados por tan extraordinaria creación, pues nadie en todos estos años ha explicado nada al pueblo sobre el particular, ni en abstracto ni menos al detalle; aunque si hay algo que los vigueses y vecinos comarcales tenemos muy claro, es la constante, permanente y aburrida monserga del reparto de cargos, presidencias y atribuciones de quienes van a comandar el asunto y, una vez más, la utilización del tema para comprobar la eterna canción de lo poco que nos quieren, las zandillas que nos ponen, lo mal que nos tratan, lo malos que son en la Xunta y lo víctimas que somos siempre, urbi et orbe.

En la permanente discusión entre la Xunta y el alcalde de Vigo para ver quien ocupa la poltrona del invento, quien se va a colgar las medallas y quien va a ser el dueño del juguete, llevamos perdidos años y años de estúpidas guerras internas ajenas absolutamente al interés del ciudadano.

Al pueblo lo que le interesa es que si se van a ofrecer nuevos servicios que le repercutan en su economía, en su comodidad y en su bienestar, se lleven a cabo con la mayor efectividad, con eficiencia, a buen precio y con sentido común, con independencia de quien sale en la foto, si el presidente de la Xunta o el impresentable, demagogo, y vanidoso en grado sumo, alcalde de Vigo, ansioso por ocupar un nuevo cargo desde donde ejercer con mayor notoriedad su exasperante cesarismo y sus campañas de adhesión, a base del fomento del pueblerino victimismo más casposo, como único argumento de liderazgo.

Estamos en una situación en la que todos pedimos adelgazar la administración, suprimir organismos innecesarios, costosos y nidos de colocación de enchufados. Ahora, tras años discutiendo el poder, nos enteramos que finalmente el principal motivo confesable de llevar a cabo el Área Metropolitana es el de organizar el transporte público entre Vigo y su área de influencia, ahogándonos de nuevo entre dos propuestas, no de funcionamiento, sino de control de la entidad, pues la Xunta propone un protagonismo compartido con Vigo y con un representante del resto de los ayuntamientos, mientras el alcalde vigués propone un mayor cuorum, con todos y sin la Xunta, pero con él al mando de toda toma de decisiones, con lo que volvemos a parar lo realmente importante para el ciudadano, disfrazando como siempre todo ello de agresiones a Vigo para fomento del deporte nacional del vigués, tan cuidado y fomentado por el alcalde, el llanto permanente, todo ello coreado y jaleado por su particular medio de comunicación, la tristemente Biblia pastoril viguesa, el Faro de Vigo.

Si realmente se tratase de organizar el transporte metropolitano, tanto de entrada como de salida de la ciudad de Vigo, no haría falta alguna crear un nuevo organismo con toda la infraestructura a considerar, los sueldos, mandos, locales, etc. para finalmente acabar no haciendo nada o una verdadera chapuza, pues ya se sabe que cuando se crea un nuevo organismo y sale la primera foto con sus componentes directivos en pose de salvadores de la patria, el grado de eficiencia de la institución es inversamente proporcional al número de personajes conocidos que salen en la foto, ya que para ello no se trata de ocupar poltronas, sino de hacer algo que a los políticos les aterra, gestión. No es una cuestión política, es algo puramente técnico que requiere de una fructífera gestión con todos los ayuntamientos a los que habrá que proponer algunas medidas de decisión con un cierto componente político, apoyado en ciertas necesidades económicas (no demasiadas), pero donde predomina la labor de gestión sobre cualquier otra, de confrontar necesidades, de hacer cesiones en pro de acuerdos prácticos y de consensuar intereses comunes, sin necesidad de crear institución alguna, ni gastar en ello grandes cantidades de dinero.

Llevo varios años jubilado tras haber dedicado gran parte de mi vida a la gestión. Hoy disfruto de la vida relajada que lleva implícita la compensación a cuarenta años de trabajo, en forma de pensión de jubilación, lo que supone en si un cambio importante en las costumbres, ocupaciones y ajustes de la actividad a la merma económica que conduce a este estado de jubilo permanente, lo que implica además otra consideración con relación al tiempo, a la entrega a determinadas causas, y a la ausencia absoluta de ambiciones profesionales e incluso de notoriedad. En ese estado de cosas, a veces y por determinadas gestiones, he de desplazarme desde Tuy a Vigo, sin necesidad de recurrir al coche, pues la vuelta la aseguro por otros medios, de ahí que se me ofrece la doble posibilidad de transporte: tren o autobús.

Si decido ir en tren, solo dispongo de una opción: un convoy (dos vagones), más o menos de mi edad, que sale de Valença do Minho a las 1100 y pasa por la estación de Tuy a las 1107 horas, pasando luego por Guillarey, donde cambia de sentido, Porriño, Redondela y finalmente Vigo, a donde llega generalmente a las 1155 horas, casi siempre con un único pasajero, yo mismo (con reducción de tarifa), por lo que es de suponer que cuando no voy, el tren únicamente circula, gran parte de los días, con dos funcionarios a bordo, exentos de pago, el maquinista y el revisor.

Si por el contrario he de salir antes o después, la opción es el autobús que viene de La Guardia, cada media hora aunque recorriendo todo tipo de circunvalaciones, ya sea en Porriño o en Mos, con subida incluso al Hospital Meixueiro, donde el autobús lleva a cabo una especie de gymcana entre el bosque de coches aparcados en los campos colindantes, pues el alcalde en todos los años que lleva levantando al ciudadano contra la Xunta por considerar caro el aparcamiento del nuevo hospital, consiente que este otro, el de toda la vida, siga sin un solo aparcamiento en condiciones y sin hacer nada por solucionarlo, para terminar finalmente la expedición, tras un recorrido de unos 50 minutos (25 km.), en la llamada estación de autobuses de Vigo, un lugar impresentable, que mete miedo y que se encuentra en tierra de nadie (hablamos de una ciudad de 300.000 habitantes). Una vez allí, para llegar al centro solo hay una línea (la otra va a otra parte del extrarradio), también cada media hora, que saliendo de la mencionada caverna, hace un recorrido de circunvalación por gran parte del extrarradio vigués antes de llegar al centro, cuya primera parada es la estación citada del tren, donde espera cerca de un cuarto de hora por “motivos de servicio” (¿), de manera que cuando vuelve a arrancar y finalmente te deja en el centro, han transcurrido ya cerca de dos horas de la salida de Tuy.

Por otra parte, si decido finalmente ir en coche, no dispongo de plaza de aparcamiento en la ciudad y no quiero pagar el estacionamiento público durante toda la mañana, porque se me va la pensión, la búsqueda de aparcamiento se asemeja a la del santo grial, de manera que siempre queda la opción de ir a aparcar a la principal zona verde de la ciudad, el monte del Castro, un mirador invadido por los coches de quienes vienen a diario a trabajar a la ciudad y nadie les ha dado otra opción que machacar el principal mirador sobre la ria que tiene Vigo (¡vivimos en una cidade fermosa!), espacio que debería estar a salvo de todo tipo de circulación, cuando existe ya construido, en el propio aeropuerto, un enorme aparcamiento prácticamente vacío que para si quisieran las principales ciudades que demandan aparcamientos disuasorios a su entrada, lo que con establecimiento de muy bajos precios o con abonos, para desde ahí disponer de lanzaderas cada cinco minutos que te llevan directamente al centro, solucionaríamos el problema.

Si esta situación absolutamente tercer mundista pasa con Tuy, pasa también con Bayona, Redondela, Cangas, o con cualquiera de los ayuntamientos que componen el área de Vigo y cuya solución no está en crear nuevas instituciones sobre las que discutir quien va a ocupar la poltrona, sino en hacer gestión, con los propios ayuntamientos y con las compañías de transporte, unificando criterios, intereses, racionalizando horarios y trayectos, algo para lo que no está capacitado ningún político, sino un pequeño equipo de gestión, con poderes de los ayuntamientos interesados en buscar soluciones, voluntad y sentido común.

Es evidente que al alcalde Vigo, que tan exquisito se pone con exigir para la ciudad (realmente para él mismo) las presidencias de todo tipo de instituciones, nada le hubiera costado en estos años de poltrona, el haber encomendado las gestiones pertinentes desde el propio ayuntamiento, para solucionar su problema de transporte entre la ciudad y su área, sin que los vigueses tuvieran que soportar un parque masacrado por los coches, un hospital con aparcamientos campo a través, un aeropuerto con su parking vacío, una estación a donde no llega nadie, o una central de autobuses incomunicada con la ciudad, aunque eso supone hacer algo que no ha hecho, ni está dispuesto a hacer en su vida: gestión, sin necesidad de crear nuevas instituciones que mangonear, ni arengar a los ciudadanos para indisponerlos permanentemente con la Xunta y con todos los ayuntamientos vecinos, ni exigir constantemente, sin aportar proyecto alguno, inversiones de otras instituciones que luego ni cuida, ni falta que le hacen a la ciudad.

He preguntado a todos los revisores del tren sobre la incongruencia de poner un servicio a las 11 de la mañana, que va generalmente vacío, en lugar de a las 7, que recogería los trabajadores de Tuy, Porriño y Redondela que necesitan estar en Vigo con anterioridad a las 8 de la mañana y que podría llevar a su destino a un centenar de personas, al menos. Nadie sabe darme la razón de tamaña bobada. He preguntado en la estación de autobuses de Vigo el motivo de que no haya un transporte más fluido al centro de la ciudad, sin que nadie me dé razón de ello. Finalmente he preguntado a la directora del aeropuerto de Vigo sobre el sentido que tiene haber hecho un aparcamiento para el aeropuerto ocupado en no más de un 30%, con plazas que no han sido pisadas en la vida sin recaudar nada por ello, cuando sería mejor y más rentable para todos convertirlo en un aparcamiento disuasorio, con tarifas al 20% de las actuales, con las que se recaudaría mucho más, se haría un servicio inexistente hoy y, negociando con la compañía de transportes de la ciudad, conseguir la implantación de unas lanzaderas, obteniendo un servicio con el que todos saldríamos ganando, liberando con ello el parque del Castro. Al igual que con el tren y el autobús, nadie consigue dar una respuesta medianamente asumible porque, entre otras consideraciones, ni siquiera se lo han planteado.

¿Es complicado por tanto hacer gestión al respecto, cuando todo está manga por hombro, nadie se lo plantea, nadie ha coordinado nunca intereses comunes, ni siquiera para producir mayores beneficios?

No nos engañemos, es un problema de pura y dura demagogia, de negligencia, de abandono, de despreocupación, de que, salvo para la ocupación de cargos y mas cargos, mamoneos y manipulaciones políticas de todo tipo, a nadie le importa.

¿Es realmente necesaria el Área Metropolitana de Vigo?.

Para nada.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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