La noticia ha sacudido tanto a la industria local como a los expertos en economía internacional: el Gobierno de Pekín despachará 2.000 operarios chinos a la nueva fábrica de baterías de Figueruelas, cerca de Zaragoza, en un movimiento que va mucho más allá de una simple apuesta industrial.
El objetivo declarado por los socios chinos es claro: evitar compartir tecnología clave con el personal local durante la fase inicial del proyecto, asegurando así el control sobre procesos y conocimientos que consideran estratégicos.
Esta decisión -que perjudica sin matices a la economía local porque no crea empleo en Aragón- llega tras el acuerdo entre el grupo francoitaliano Stellantis y el líder mundial de baterías, CATL (Contemporary Amperex Technology), para levantar una planta que, cuando esté en marcha en 2027, convertirá a España en uno de los pocos países fuera de China capaces de fabricar baterías avanzadas para coches eléctricos desde cero.
Un impacto demográfico y laboral sin precedentes
La llegada masiva de trabajadores chinos tendrá un efecto inmediato en la pequeña localidad aragonesa. El municipio de Figueruelas, conocido hasta ahora por su vinculación con la industria del automóvil gracias a la planta de Opel, verá cómo su población se duplica virtualmente en pocos meses. Se estudia ya la construcción de un poblado de casas prefabricadas para alojar al contingente asiático, una solución que busca evitar tensiones habitacionales y facilitar la logística del proyecto.
El volumen del envío no es anecdótico: representa más del 60% del personal previsto en la fase inicial, lo que ha generado inquietudes entre sindicatos y autoridades locales sobre el verdadero alcance del impacto en el empleo autóctono. Aunque las previsiones totales superan los 3.000 puestos directos y miles más indirectos, lo cierto es que buena parte del empleo cualificado recae, al menos al principio, en personal desplazado desde China.
Tecnología, secreto industrial y competencia global
El trasfondo estratégico es innegable. Mientras Europa lleva años intentando atraer inversiones tecnológicas para no quedarse atrás en la carrera global por el coche eléctrico, las empresas chinas han demostrado una habilidad sin igual para proteger sus patentes y procesos industriales. Hasta ahora, en Europa solo se ensamblaban baterías con componentes fabricados fuera; esta planta será pionera en la producción integral de celdas avanzadas, lo que multiplica el valor añadido… y los riesgos para quienes ostentan ese conocimiento.
La razón aducida por CATL para desplazar a tanto personal propio es evitar filtraciones tecnológicas. La compañía teme perder su liderazgo si los secretos industriales acaban diseminados entre proveedores europeos o empleados locales que puedan ser captados por competidores. Así, durante los primeros años, serán ingenieros y operarios chinos quienes asuman las tareas clave de fabricación y configuración técnica.
El contexto: voracidad comercial china y tensiones internacionales
Este movimiento se encuadra dentro de una estrategia más amplia: la expansión agresiva de empresas chinas por todo el mundo no es solo económica, sino también geopolítica. La capacidad para financiar megaproyectos industriales e imponer condiciones –como el control sobre recursos humanos críticos– forma parte del ADN corporativo chino actual.
- En los últimos meses, Pekín ha respondido con investigaciones antidumping a cualquier intento europeo por limitar sus exportaciones tecnológicas, especialmente coches eléctricos y componentes clave.
- Proyectos similares han sido replicados en América Latina o África bajo condiciones contractuales que priorizan siempre la transferencia mínima posible hacia terceros países.
- La tendencia es clara: mientras se exporta capital e industria, la tecnología punta viaja bajo custodia estricta.
Oportunidades económicas frente a retos sociales
Para Zaragoza y Aragón, este megaproyecto supone una oportunidad histórica: atraer inversiones por más de 4.100 millones de euros, crear tejido industrial sostenible e impulsar sectores emergentes como las energías renovables o la logística avanzada. La colaboración entre instituciones locales –como el Ayuntamiento encabezado por Natalia Chueca– y los gigantes industriales ha sido fundamental para posicionar a la región como nodo estratégico europeo.
Sin embargo, surgen preguntas sobre:
- La calidad del empleo local generado a medio plazo.
- El riesgo de convertir a Figueruelas en un enclave aislado o dependiente tecnológicamente.
- Las implicaciones culturales y sociales de integrar una comunidad laboral extranjera tan numerosa.
Una transformación industrial bajo vigilancia internacional
El caso zaragozano ilustra mejor que ningún otro las nuevas reglas del juego global: quien tiene la tecnología decide cómo y dónde compartirla. Para Europa –y especialmente para España– el reto será doble: aprovechar las oportunidades económicas sin perder autonomía industrial ni capacidad innovadora propia.
Mientras tanto, lo que sucede hoy en Aragón servirá como termómetro para futuras inversiones extranjeras. ¿Podrá España aprender lo suficiente antes de que expire el contrato preferente chino? ¿Se beneficiará realmente el empleo local o quedará relegado a tareas auxiliares? Las respuestas empezarán a vislumbrarse cuando esas primeras baterías salgan –bajo estricta supervisión asiática– hacia los coches eléctricos europeos.

