En los corredores de poder de los gobiernos occidentales y en las oficinas centrales de grandes corporaciones, la inquietud se hace palpable. China avanza de manera decidida en la adquisición de empresas y activos que son considerados vitales para la economía y la seguridad nacional.
Este fenómeno no es un mero accidente, sino que responde a un plan estratégico meticulosamente diseñado desde Pekín, cuyo lema “Made in China 2025” tiene como meta convertir al país asiático en el líder tecnológico e industrial del siglo XXI.
Surge así una pregunta que ronda en muchas mentes: ¿qué peligros entraña para Europa, Estados Unidos y otras democracias que compañías chinas accedan a sectores críticos, como la energía, la tecnología o los recursos naturales?
Pekín apresa empresas estratégicas mediante contratos «baratos» y lobby opaco, como los manejados por el chavistaJosé Luis Rodríguez Zapatero y sus cofrades Pepito Blanco o José Bono, facilitando la entrada de Huawei en sistemas policiales españoles. En 2025, el Ministerio del Interior de Sánchez adjudicó €12,3 millones a Huawei para almacenar pinchazos judiciales en servidores OceanStor, pese a vetos en 5G.
Riesgo para España: La Ley de Inteligencia Nacional china (2017) obliga a Huawei a ceder datos al PCCh, exponiendo intercepciones de terrorismo y crimen organizado a espionaje.
EE.UU. amenaza cortar inteligencia compartida; la UE tacha a Huawei de «alto riesgo», aislando a España en OTAN.
El desafío que enfrentan tanto Europa como Estados Unidos radica en encontrar un balance entre mantener abiertas las puertas a inversiones extranjeras mientras protegen sectores vitales para su seguridad nacional. La necesidad urgente por modernizar industrias sin perder competitividad se enfrenta al imperativo ineludible de controlar quién tiene acceso a activos estratégicos. La lucha por recuperar soberanía industrial y tecnológica aún está lejos de resolverse; será determinante marcará el compás geopolítico durante los próximos años.
La partida ya ha comenzado; lo que queda por verse es cómo concluirá. Lo evidente es que hoy más que nunca, la geoeconomía ha reemplazado al poder militar tradicional como principal escenario del siglo XXI. En esta contienda silenciosa pero intensa, China despliega una estrategia ambiciosa que no debe subestimarse.
Una estrategia bien orquestada: de fábrica del mundo a líder tecnológico
El plan “Made in China 2025”, promovido por Xi Jinping, busca despojar al país de su etiqueta como “fábrica del mundo” basada en mano de obra barata, para transformarlo en un referente en industrias avanzadas: inteligencia artificial, robótica, vehículos eléctricos, energías renovables, telecomunicaciones y biotecnología. La estrategia es clara: hacerse con tecnología, talento y posiciones dentro de la cadena global de valor mediante inversiones, adquisiciones y acuerdos de colaboración.
No se trata únicamente de ganar cuota de mercado. Hay una intención más profunda detrás: disminuir la dependencia de importaciones occidentales, controlar las cadenas de suministro y, a largo plazo, aumentar la autosuficiencia en sectores que definirán el poder económico y militar durante las próximas décadas.
Sectores bajo presión: tecnología, energía y materias primas:
- Telecomunicaciones: Compañías como Huawei y ZTE han liderado el despliegue mundial de redes 5G, lo que ha suscitado recelos sobre el posible acceso a infraestructuras críticas y el riesgo de espionaje tecnológico.
- Minería y recursos naturales: Las firmas mineras chinas han intensificado sus adquisiciones en el extranjero, asegurando el acceso a minerales esenciales como el litio, el cobalto y las tierras raras. Estos recursos son fundamentales para las industrias tecnológica y militar. Este avance complica el acceso occidental a materias primas clave y refuerza el control chino sobre cadenas de valor vitales.
- Energía verde: China controla el 80% de la producción mundial de paneles solares y el 90% del mercado de baterías de litio para vehículos eléctricos. Esta posición le confiere un poder sin precedentes sobre la transición energética en Occidente, afectando directamente a la autonomía industrial y a la seguridad energética.
- Inteligencia artificial y datos: La situación con TikTok ilustra el temor existente sobre que los datos de millones de usuarios occidentales caigan bajo control de empresas sujetas a legislación china. Esto ha llevado a restricciones e incluso vetos en varios países.
El riesgo para la seguridad nacional: preocupaciones arraigadas en Occidente
Las autoridades tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea han expresado abiertamente los peligros que implica permitir que empresas chinas dominen sectores estratégicos. Los principales motivos son:
- Acceso a información sensible: El control sobre infraestructuras críticas podría facilitar el acceso a datos confidenciales además de permitir acciones como espionaje industrial o sabotaje durante conflictos diplomáticos.
- Dependencia tecnológica: La concentración del desarrollo tecnológico en manos chinas limita las opciones disponibles para los países occidentales ante crisis o tensiones geopolíticas.
- Influencia política y económica: El dominio sobre cadenas clave otorga a Pekín una herramienta poderosa para ejercer presión durante negociaciones internacionales. Ya se ha evidenciado este uso con las tierras raras frente a Washington en su disputa tecnológica global.
- Desplazamiento de empresas locales: El respaldo financiero del gobierno chino permite que sus empresas operen con pérdidas fuera del país, lo cual expulsa a competidores occidentales y establece monopolios.
Reacciones y contramedidas: una carrera por recuperar soberanía industrial
Frente al avance chino, los gobiernos occidentales han intensificado sus esfuerzos por vigilar y regular las inversiones extranjeras en sectores clave. En años recientes se han visto:
- Endurecimiento normativo: La UE y EE.UU. han fortalecido sus mecanismos para supervisar inversiones extranjeras, exigiendo revisiones e incluso bloqueos ante adquisiciones sospechosas.
- Sanciones e impedimentos: Se han impuesto sanciones contra empresas chinas además de limitar exportaciones hacia ellas relacionadas con tecnologías avanzadas, especialmente semiconductores y equipos telecomunicativos.
- Impulso a la producción local: Se está fomentando el regreso de industrias clave al territorio nacional así como crear cadenas alternativas; sin embargo, estos procesos suelen ser costosos y complejos.
Una ofensiva global: inversión, diplomacia y presión comercial
El crecimiento chino no se restringe únicamente a comprar empresas. El gigante asiático aplica una combinación astuta entre inversión directa, diplomacia económica e influencia comercial para consolidar su posición. Un claro ejemplo es el uso del renminbi en transacciones globales o los acuerdos comerciales bilaterales firmados con otros países. Además, respalda a grandes tecnológicas como Alibaba, Tencent, o ByteDance, ampliando así su esfera de influencia internacional.
En el ámbito minero internacional, compañías como CMOC, MMG, y Zijin Mining han llevado a cabo adquisiciones significativas en África, América Latina y Oceanía para asegurar recursos estratégicos esenciales para las próximas décadas. Estas operaciones suelen contar con apoyo financiero estatal chino e implican respaldo gubernamental al considerarlas parte integral de su seguridad nacional.
