Nadie advirtió a la infortunada Laura Luelmo, cuando llegó procedente de Zamora al pequeño municipio El Campillo en Huelva, -para comenzar las clases como profesora interina de educación plástica en el instituto de secundaria Vázquez Díaz del cercano municipio de Nerva-, que su desaliñado vecino de enfrente era un asesino y que hacía tan solo un mes que acababa de salir de la cárcel.
Tampoco sabía la joven de 26 años que la casa donde vivía de alquiler desde hacía una semana, en el número 13 de la calle Córdoba, había sido construida en tiempos por los padres del citado, identificado como L. M. y de raza gitana, un tipo de Cortegana, y con un hermano gemelo que en 1995 asaltó en el pueblo a una anciana de 80 años en su casa.
La casa que ocupaba en régimen de alquiler Laura.
La víctima sorprendió a este último robando en su casa; recibió una puñalada en el cuello. Aunque sobrevivió al ataque no pudo evitar la venganza: el hombre regresó al domicilio cuando estaba a la espera de juicio, y la mató.
Pero esto último quizá era ahora lo menos inquietante, dado que la Justicia tomó cartas en el asunto. Lo más grave, si cabe, es que el primero, el actual inquilino del número 1 que ocupaba una destartalada y pequeña casa, el mismo que a todas horas sacaba la silla al portal y se sentaba allí a observarla desde la distancia, -y ahora en paradero desconocido tras salir a toda velocidad con su Alfa Romeo tras la desaparición de Laura el miércoles 12 de diciembre de 2018-, no le quitaba ojo.
La profesora tenía miedo de este hombre, y así se lo hizo saber a su novio en varias ocasiones, alertándole de que se sentía vigilada.
Había cumplido dos condenas: una, de 15 años, por asesinar a puñaladas a M.C.M.C., una mujer en el cercano pueblo de Cortegana en el año 2000, a la que había robado; otra, de tres años, por asaltar con un cuchillo a S.H., una vecina de El Campillo en abril de 2008, en un aparente intento de violación, mientras disfrutaba de un permiso penitenciario durante el cumplimiento de la pena por el crimen anterior.
Desde la ventana de su cuarto, donde hay una cama con el colchón a la vista cubierto de sábanas y mantas revueltas, el sujeto en cuestión, la vería sin duda salir por la tarde a pasear o correr con ropa deportiva por los alrededores de El Campillo, pueblo de 2.000 habitantes de la comarca minera de Huelva.
Es, por ahora, el principal sospechoso de la muerte violenta de la muchacha, cuyo cadáver fue encontrado semidesnudo entre unos arbustos. La encontraron en un lugar de difícil acceso donde es poco probable que fuera a hacer deporte o dar un paseo.
De hecho, el presunto asesino la habría trasladado desde la presa de Campofrío, donde perdió la señal de su móvil, al lugar donde fue encontrada, a 15 kilómetros.
La mujer llenaba sus redes sociales de mensajes feministas y dibujos suyos, su gran pasión. Bajo estas líneas su último tuit:
8-M pic.twitter.com/zWypBTvUUR
— Laura (@L_Luelmo) 8 de marzo de 2018
José María Rodríguez es redactor en Periodista Digital. @JMRMontero