Escándalo en la estepa

Kazajistán: protestas contra la ‘invasión’ china y orgullo nacional

Miles de kazajos queman banderas chinas y retratos de Xi Jinping, denunciando compras masivas de tierras y una “invasión territorial” que sacude el equilibrio regional

Protestas contra China en Kazajistán (1)
Protestas contra China en Kazajistán. PD

El amanecer en Almaty ha dejado huellas imborrables. Miles de ciudadanos han tomado las calles, indignados ante el avance de China sobre las tierras fértiles de Kazajistán. Las protestas, que han crecido rápidamente, tienen un fuerte componente simbólico: banderas chinas y retratos de Xi Jinping han sido consumidos por las llamas frente a cámaras tanto locales como internacionales. El mensaje es claro: los kazajos ven las crecientes inversiones y adquisiciones de tierras por parte de empresas chinas como una amenaza directa a su soberanía.

Las pancartas y los gritos son contundentes: “¡Kazajistán no está en venta!”. Muchos manifestantes denuncian la compra masiva de grandes parcelas agrícolas por compañías chinas, que en los últimos años han ido extendiéndose por la estepa como parte de su ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta. Según testimonios recolectados por medios locales, “Pekín compra nuestras tierras como si fueran caramelos”, mientras que el malestar se intensifica debido a la falta de claridad en los acuerdos entre ambos gobiernos.

Antecedentes: de la cooperación al recelo

Este descontento no aparece por arte de magia. Desde 2015, la relación entre Kazajistán y China se ha estrechado con proyectos multimillonarios, especialmente en sectores como infraestructuras y energía. Bajo el paraguas de la Franja y la Ruta, Kazajistán se ha convertido en un socio clave para Pekín. En el ámbito industrial, se han firmado acuerdos para establecer 55 empresas conjuntas con un valor total superior a 27.400 millones de dólares. La planta de cemento Gezhouba Shieli, inaugurada en 2018, representa esta colaboración, aunque también ha suscitado resistencia local debido a su impacto ambiental y social.

La oposición a estos proyectos no es únicamente ambiental o económica. Para muchos kazajos, la presencia china evoca recuerdos dolorosos de disputas fronterizas pasadas y el temor a perder el control sobre sus recursos naturales. En los últimos años, el gobierno liderado por Tokáyev ha intentado encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la presión popular. Sin embargo, los cambios legislativos que han permitido la permanencia de empresas chinas han sido vistos como una rendición ante Pekín.

Tensiones fronterizas y secuestros: el cóctel que puede incendiar Asia Central

A esta tensión económica y social se le suma un factor geopolítico significativo. Asia Central es un tablero estratégico donde Rusia, China y potencias occidentales luchan por obtener influencia. La región ha sido escenario de disputas fronterizas, secuestros e incluso escaramuzas militares, especialmente en áreas delicadas como el valle de Ferganá, donde aún quedan sin resolver cuestiones sobre delimitación territorial.

El progresivo repliegue ruso, centrado en otros frentes como Ucrania, ha dejado un vacío en materia de seguridad que China empieza a ocupar con cierta reticencia; su prioridad radica en proteger sus intereses económicos y evitar que cualquier inestabilidad contagie a Xinjiang. Las recientes manifestaciones en Kazajistán se inscriben dentro de este contexto volátil: la desconfianza hacia Pekín aumenta conforme crecen las inversiones chinas y los incidentes —como los secuestros de ciudadanos kazajos en zonas limítrofes— alimentan la percepción de una “invasión territorial”.

¿El fin de la luna de miel? El riesgo de un nuevo frente anti-China

Hasta hace poco tiempo, la cooperación entre Kazajistán y China era vista como un modelo ejemplar del pragmatismo contemporáneo. Sin embargo, esta reciente ola de protestas podría marcar un cambio drástico. Organizaciones civiles y líderes comunitarios advierten que si el gobierno no toma medidas para restringir la venta de tierras a extranjeros, el descontento podría transformarse en formas más radicales de resistencia.

A nivel internacional, este estallido social preocupa a países vecinos como Uzbekistán y Kirguistán, que también tienen reservas respecto a la influencia china. Algunos analistas ya sugieren que Kazajistán podría convertirse en el “próximo frente anti-China”, justo cuando la región intenta definir su propio camino entre las grandes potencias. Las iniciativas para crear una “Unión Centroasiática” que limite la penetración china están siendo debatidas en foros regionales; sin embargo, por ahora el equilibrio sigue siendo frágil.

El equilibrio asiático en la cuerda floja

El impacto que están teniendo estas protestas en Kazajistán trasciende sus propias fronteras. Para China, mantener la estabilidad en Asia Central es crucial no solo para asegurar sus inversiones sino también para contener posibles brotes islamistas radicales que podrían afectar a Xinjiang. Rusia observa con atención; es consciente del riesgo que representa cualquier alteración para su menguante influencia regional. Mientras tanto, Occidente sigue muy atento a lo ocurrido, evaluando oportunidades para fortalecer su presencia ante el desgaste creciente entre Moscú y Astaná.

En este escenario complejo, el gobierno kazajo enfrenta una presión sin precedentes. Si no logra gestionar este descontento popular ni garantizar transparencia en sus acuerdos con China, existe un alto riesgo de escalada regional. La población movilizada ha dejado claro: aquí nadie está dispuesto a vender su estepa al mejor postor. Y mientras el mundo observa con expectación, surge una pregunta inquietante: ¿será Almaty solo el inicio del fuego que podría encender una nueva rivalidad en pleno corazón asiático?

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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