La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Con Carrero Blanco también habría habido democracia

Observo con pasmo cómo, tras la emisión el pasado lunes de una miniserie sobre Carrero Blanco en TVE, la gran mayoría de los comentaristas en las redes sociales zanjaban su figura con chistes sobre el “salto de altura”. Aparte de que no me hacen gracia las bromas con la muerte de nadie (aunque sea el preboste de una tiranía), y mucho menos si es fruto de un atentado terrorista, creo que no tienen razón quienes argumentan que con él vivo habría sido imposible la Transición y que, por tanto, era necesaria su muerte.

No lo pienso, fundamentalmente, por una razón. A Carrero Blanco, único presidente del Gobierno con Franco, ya en las postrimerías del Régimen, le sucedió en el cargo Arias Navarro, a la sazón, primer presidente del Ejecutivo con la restaurada monarquía de Juan Carlos I. ¿Fue impedimento Arias para el paso a una democracia? No. El Rey, en cuanto pudo, forzó su dimisión y apostó por Suárez, con quien ya sí condujo el difícil camino, por el consenso y la valentía, hacia la reconciliación entre todos los españoles. Arias fue un molesto obstáculo, pero Don Juan Carlos no tuvo excesivos problemas para quitárselo de en medio. Al fin y al cabo, él era el Jefe de Estado en un sistema autoritario. Heredó el mismo poder de Franco, cuyos ministros, consejeros y demás cargos cercanos siempre sabían que, al final, el único que decidía era él. España era un cuartel. El Rey heredó ese cuartel.

¿Hubiera cambiado algo el panorama con el Almirante Carrero Blanco? Creo evidente que no. No porque éste fuera menos leal a Franco que Arias ni porque simpatizara en algún modo con la democracia parlamentaria. En ese sentido, eran la misma cuña: franquismo puro y duro. Lo que les diferenciaba, aparte de un mayor peso intelectual y un superior prestigio a favor de Carrero, es que, quien fuera el gran colaborador de Franco, con el que quedaba “todo atado y bien atado”, era además el gran impulsor de Don Juan Carlos como sucesor, a título de Rey, del dictador. Cuando se rompieron definitivamente los lazos con Don Juan (que, en su reclamación constante a Franco para que diera paso a la Monarquía pacificadora, no hizo sino generar el rechazo hacia su persona del autoproclamado Caudillo), fue Carrero quien señaló la idoneidad del segundo en la línea de sucesión borbónica.

No dudo de que Carrero se hubiera sentido fuera de lugar en el inicio del juancarlismo, cuando hubiera percibido las primeras señales de que el Rey quería serlo de todos los españoles y, en definitiva, buscaba romper con el poder absoluto heredado. Posiblemente (salvo que tengan razón los más aventurados historiadores, que afirman que el Almirante era conocedor y contraparte del plan último de quien había patrocinado como heredero del Régimen), se hubiera sentido traicionado. Pero, ¿qué hubiera hecho? Pues lo mismo que Arias pudo hacer: marcharse, más o menos obligado a ello. No hubiera tenido otra alternativa.

Por tanto, quienes hoy, 40 años después de su asesinato por ETA, celebran como necesario un atentado mortal, ni siquiera tienen como coartada que el fin justifica los medios. Con Carrero Blanco también habría habido democracia.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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