La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Danza de muerte

Con la luna plena y preñada en lo más alto del firmamento, se produce el instante en el que, de dos miradas confrontadas, surge un chispazo cuyo fin se aventura fatal. Son dos cuerpos hechizados por una atracción mística ataviada de luto. El uno solo calza la propia piel. El otro, un vestido tan ajustado que no es sino lino de sangre y pálpito. Es tal el magnetismo, tan arrolladora la pasión de sentimientos desarbolados en riachuelo, que ambos seres adoptan en un solo segundo la posición más adecuada para el encuentro.

El abrazo no puede tardar en culminar. Uno espera hierático, mirando al horizonte, fingiendo despecho. El otro no puede reprimirse ya más y acude feroz, volando, en busca del primero. Sin embargo, en el momento definitivo, no existe contacto alguno. Solo fluir de fuerzas puras, a un son, danzando sin rozarse, muy cerca el uno del otro, siguiéndose, desplazándose a un tiempo. Despacio, muy despacio. El compás de la armonía no lo marca ninguna música. Al menos, ninguna que se pueda escuchar. El pasodoble va por dentro. El escenario es un círculo macilento y pálido. Todo es autenticidad. No hay decoración, no existe el artificio ni el elemento sobrante. Impera el silencio. La realidad es mágica. Y desnuda. Solo hay sentimiento a flor de piel.

De pronto, en el momento culminante de la danza, ocurre lo que tiene que ocurrir. El final ya tiene ecos de eternidad. Tras un postrero engaño, escondido por un gesto leve y difuso, un acero incrustado en quien ofrece la piel desnuda marca el advenimiento de la sangre ofrecida en manantial. La muerte de uno es el final del todo. El silencio reina con más fuerza que nunca.

Un segundo después, la multitud presente tiñe de blanco el escenario circular. Las mulillas arrastran al toro, que ha perdido las orejas. El maestro sale por la puerta grande, festejado con algarabía por la masa, que lo levanta a hombros. Nadie percibe en su rostro, tras una estudiada sonrisa, un asomo de melancolía. En su baile más puro, una vez más, a él le tocó ser el matador.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Lo más leído