La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Enseñar las tetas para reclamar derechos en el maldito Primer Mundo

No voy a entrar en el debate que ayer, obviamente, consiguieron generar tres activistas de Femen enseñando las tetas en el Congreso de los Diputados. Me refiero a la controversia de fondo, sobre su reclamación del “derecho al aborto” (ya he escrito en varias ocasiones que soy favorable al “derecho a la vida” de toda persona, nacida o no). Pero sí quiero ahondar algo más en el otro debate que la acción de este grupo feminista ha demostrado: en este maldito Primer Mundo, ciego, cojo y sordo para con los más débiles, parece que el único modo de conseguir generar una reflexión social sobre un tema requiere llamar la atención de los medios mediante un acto provocador, funcionando mucho mejor si es de carácter sexual.

¿Es más eficaz enseñar las tetas en las Cortes que tratar de recoger cientos de miles de firmas y presentar una declaración en la sede de la soberanía nacional? Obviamente, sí. Por eso, hasta las feministas optan por convertirse en mujeres objeto. Como los antitaurinos, que suelen posar clavándose banderillas… En porretas, claro, con la “sangre” corriendo abundante por las lorzas respectivas. Sin embargo, ¿alguien ha visto alguna vez a un inmigrante bajándose los pantalones y enseñando la polla en un espacio político con el fin de reclamar una reforma en la Ley de Extranjería? Y, si lo hiciera, ¿cómo se analizaría en estos medios cómplices con un sistema que genera cada día más víctimas?

Ya puestos, sugiero a los pobres de Madrid que, ante la intención del Ayuntamiento de Ana Botella de multar el mendigar en ciertos espacios públicos e incluso dormir al raso en un banco, acometan una acción espectacular: acudir en masa a la Plaza de Cibeles y, ante el consistorio municipal, quedarse todos en bolas. Aunque, quién sabe, a lo mejor conseguían fomentar el efecto contrario. Como son pobres, están sucios y tienen un aspecto francamente mejorable, a lo mejor causan asco y repugnancia en la atolondrada sociedad que puebla por estos lares.

Y es que, en estos tiempos, lo viejo y lo poco atractivo no están de moda. Solo funciona lo útil, lo excitante. Así que, por desgracia, las personas sin hogar, los desahuciados, las prostitutas (jamás enseñan las tetas en sus marchas) o los inmigrantes sin papeles habrán de recurrir a los tradicionales modos de protesta en su ámbito tan particular: suicidarse. Y ya, si se pegan fuego, seguro que hasta protagonizan alguna portada que otra.

PD. Las dos primeras imágenes que ilustran este artículo corresponden a Inna Shevchenko, unas de las tres militantes de Femen que ayer protestaron en el Congreso. Sinceramente, y a lo mejor peco de prejuicioso, pero ¿acaso parece una revolucionaria? Pienso en Federica Montseny (anarquista y primera mujer ministra bajo la II República) y se me cae el alma a los pies.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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