La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Veneno en la izquierda española

Siempre busco ser ecuánime y comentar con argumentos aquellos fenómenos que creo percibir en los hechos concretos. Así, voy a ir directo al grano y luego me explico: si bien en España, como en todos los países, existen los radicales en la derecha y en la izquierda, creo que cada grupo nos amenaza al ciudadano sensato desde ámbitos diferentes. Así, si la derecha más burda busca condicionar nuestra convivencia desde una fuerte influencia mediática (Federico Jiménez Losantos, Pío Moa, ciertas portadas de ‘La Razón’ o el Grupo Intereconomía encabezan, entre otros, esta tendencia), en el fondo, aunque genere muchos y airados debates, su nefasta influencia no ha cristalizado en colectivos con un peso real en la calle. En cambio, en el caso de la izquierda este peligro sí es cada vez más real.

El ejemplo más claro lo hemos tenido con la manifestación del 22-M, llamada Marcha de la Dignidad. Por supuesto, la inmensa mayoría de los participantes (que fueron muchísimos, no entro en las penosas guerras de cifras) ofrecieron un admirable testimonio de compromiso social, denunciando varias de las inequidades que van pudriendo nuestra convivencia. Sin embargo, al final, grupos organizados destrozaron el espíritu de la concentración yendo, directamente, a la caza de la policía. Fue algo premeditado y el objetivo era conmocionar a la sociedad con un hecho muy grave que, por suerte, al final no tuvo éxito (si no, hablaríamos de la muerte de un representante de la seguridad del Estado). Insisto, esto no representó en absoluto lo que fue el 22-M, pero sí que deja síntomas preocupantes. ¿Por qué los organizadores se han limitado a cargar ante todo contra la manipulación mediática, en vez de lamentar de un modo cristalino la brutalidad de quienes reventaron la manifestación? ¿Cómo es posible que al día siguiente se convocaran concentraciones para reclamar la liberación de los detenidos por las agresiones (no son presos políticos, ojo) y los principales representantes del 22-M no se desmarcaran rotundamente?

Tristemente, algunos centenares de los ultras que armarían el lío en Madrid pasaron antes por varias localidades (entre ellas, en la que resido) y ahí ya adelantaron algo de lo que pretendían: lucían banderas de la Unión Soviética, cantaban La Internacional, quemaron enseñas del Partido Popular, se encararon con la policía que coordinaba un recorrido previamente consensuado con la organización, destrozaron y tomaron sedes bancarias… Lo siento, pero jamás entregaré mis esperanzas de que se mejore y profundice en la democracia en la que vivimos a unos supuestos responsables de ese cambio que muestran su “poder” desde la intimidación, la violencia y la vinculación a una ideología totalitaria con millones de muertos a sus espaldas.

Por desgracia, estos grupúsculos se hacen cada vez más fuertes al instrumentalizar ansias que sí están en una gran mayoría indignada de la sociedad y que, aunque de un modo algo forzado, se pueden llegar a asimilar con más intensidad en la izquierda, pues los excesos ocurren en un contexto de predominio absoluto del sistema capitalista que nos rige y, en nuestro país, nos gobierna desde la mayoría absoluta el partido conservador. Pero, aunque fuera cierto que esta reivindicación anida más en la izquierda (algo en lo que no estoy del todo de acuerdo), creo absolutamente injusto que esta se vea engullida por la acción de la minoría radical y antisistema. Claro que ese peligro está primeramente en los medios de comunicación (y aquí entra en juego, sobre todo, la intencionalidad manipuladora de la derecha menos integradora), pero me preocupa que sean muchos los ciudadanos de izquierdas que, cayendo en la trampa, se sientan obligados a justificar cosas indignas protagonizadas supuestamente por “los suyos”.

Por ello, señalo ahora aquí especialmente la incidencia del veneno en nuestra izquierda. A la derecha más sectaria la conocemos todos, y es un hecho que la gran mayoría de la población conservadora no está en esa onda (mediática ante todo) y mucho menos se deja arrastrar por partidos desatados. Ahí está la evidencia de que estos grupos apenas existen y, los que lo hacen, apenas tienen un apoyo real. Pero el peligro está en la ultraizquierda, y ese sí que se hace presente, progresivamente, en la calle. ¿Acaso no han detenido hoy a cincuenta manifestantes en la Universidad Complutense de Madrid? ¿Y no es menos cierto que en seguida han proliferado las imágenes de un buen número de policías en el “sacrosanto templo” universitario? Pero, ¿por qué, en vez de condenar a quienes han quemado lo que se han encontrado a su paso, han proliferado las voces que clamaban porque “los grises han vuelto a perseguir a la juventud”?

No, por favor, que no nos contagie este veneno. Que izquierda y derecha manifiesten sus ideas en paz. Que no nos dejemos contaminar por ningún medio interesado. Y que estemos muy atentos para señalar a quienes tratan de instrumentalizar sanas demandas desde el sectarismo atroz. En el rotundo y agradecido adiós a Adolfo Suárez está el ejemplo a seguir. A la gran mayoría de la gente sí le interesa la política y tiene como gran modelo la sensatez y el mantenimiento de la convivencia. Pedimos reformas y decencia, no ruptura ni cainismo.

Los antisistema no nos representan. Porque “el sistema” es una democracia como jamás hemos tenido otra igual en toda nuestra historia nacional. Protestemos, luchemos, indignémonos, exijamos justicia y que los golfos se vayan a su casa, o a la cárcel. Pero sigamos manteniendo la calma. Es mucho lo que nos jugamos, aunque a veces no nos demos cuenta. El peligro acecha.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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