Basta echar un vistazo en Twitter al perfil de Impulso Social (coalición que en las elecciones europeas se presenta aunando a Alternativa Española, la Comunión Tradicionalista Carlista y Familia y Vida) y al de algunos de sus miembros destacados para que, al hilo de sus comentarios, me surjan algunas preguntas. Voy directo al grano, reproduciendo sus afirmaciones respectivas y cuestionando a continuación:

Dicen: “Así son las comilonas y mariscadas que entre todos pagamos a los eurovagos. Así son los coches de lujo que utilizan los eurovagos y pagamos entre todos. ¡Acabemos con el sueldo de millonarios de la eurocasta!”. A lo que yo pregunto: si obtienen representación en Bruselas, ¿los europarlamentarios de Impulso Social renunciarán a sus sueldos y a sus respectivas dietas? Es una pregunta seria: ¿se comprometen a hacerlo?

Dice Gerardo Matarán, secretario de Alternativa Española en Andalucía y miembro de la lista de Impulso Social para Europa: “#VotaEuroescéptico para impulsar la dignidad nacional. Ni una sentencia más de excarcelación de etarras. #VotaImpulsoSocial”. A lo que yo pregunto: ¿No a la Europa que suelta a etarras…? Entonces, ¿cerramos Estrasburgo? ¿Acabamos directamente con su independencia? ¿Seguiremos ocultando que las sentencias de Estrasburgo no son ejecutivas y que fue la Audiencia Nacional la que liberó a los etarras? ¿Que nos pueden sancionar…? ¿Y cuántos estados son sancionados… sin que pase absolutamente nada? ¿De verdad quieren hacernos creer que nuestra soberanía jurídica está fuera de España?

Dice Francisco Javier Garisoain, secretario de los Carlistas y número dos en las lista para Europa: “El día 25 elige cuál es tu Europa, la frívola de la mujer barbuda o la que está fundada en principios no negociables. Vota”. Con vosotros en Bruselas, ¿solo se podrán presentar a Eurovisión los heterosexuales acreditados? ¿O eso se puede negociar…? Ahora en serio: ¿se puede presumir de valores ridiculizando a un ser humano?

Y no sigo más. Basten estos tres ejemplos de por qué digo que esta coalición, como católico que soy, jamás me podría representar. El populismo barato está diametralmente opuesto a lo que ha de ser la Iglesia en el siglo XXI.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA