HOMBRES Y MODAS

Muere a los 89 años el diseñador Elio Berhanyer

Muere a los 89 años el diseñador Elio Berhanyer
Elio Berhanyer. EP

Genio y figura, el diseñador Elio Berhanyer, el último gran nombre de la historia de la moda española, ha fallecido a los 89 años en su residencia de Madrid.

Nacido en Córdoba el 20 de febrero de 1929, Berhanyer se instaló con 17 años en Madrid, donde residía actualmente con su cuñado Antonio, que era su mano derecha.

Elio Berhanyer (que nació Berenguer, pero se lo cambió) nunca fue al colegio y aprendió a leer y a escribir cuando ya tenía 15 años. En 2011 dejó de presentar colecciones, aunque aún se acercaba a Cibeles a ver a sus compañeros de profesión, y decía con admirable y envidiable sinceridad algunas cosas le parecían «estupendas», pero también decía que «se ven auténticos mamarrachos y colecciones horripilantes», aunque sin dar nombres:

«Eso me lo guardo para mí».

En su casa queda un cajón lleno de premios y reconocimientos: desde la Medalla de Oro a las Bellas Artes, el Premio Nacional de Diseño o el Isabella d’Este que otorga el Gobierno italiano. Era doctor honoris causa por la Universidad de Harvard. La de Córdoba creó en 2006 una cátedra con su nombre en la que llegó a dar algunas clases. Pero su camino hasta el éxito fue difícil.

Su madre fue fusilada por los falangistas el 17 de agosto de 1936, un día antes del asesinato de Federico García Lorca. Con siete años, aquella tragedia abortó su sueño sueño de ser arquitecto y el pequeño Elio «atravesó una peripecia digna del mejor Dickens», recogiendo las palabras de la periodista Margot Molina, que tuvo la oportunidad de entrevistar a Berhanyer para El País en 2016.

El cordobés tenía 9 años cuando su familia le envió a casa de su abuela a Sevilla, de donde se escapó porque no recibió un buen trato.

«Comía de lo que me daban los trabajadores y dormía donde podía. Después me acogieron mis tíos que vivían en las afueras de Sevilla y me ocupé de dar de comer a los animales y también trabajé repartiendo leche», recordaba el diseñador que, años después, sería saludado y alabado por jefes de Estado, estrellas como Ava Gardner o genios como Salvador Dalí.

En España vistió a muchas aristócratas: desde Doña Sofía a las infantas Pilar y Margarita, la duquesa de Alba, la condesa de Romanones o la condesa de Montarco, quien trabajó con él en su taller de alta costura.

Con 15 años, entró de botones en la agencia sevillana Publicidad El Sur que editaba la revista Estela. Poco después, por enfermedad de uno de los dibujantes, tuvo su gran oportunidad porque le veía que se pasaba horas con el lápiz en la mano. Desde ahí a la revista Astra, de Madrid, al diseño de vestuario teatral y a la creación, en 1960, de su propio taller de alta costura que mantuvo hasta 1978 y lo situó en la cumbre del sector al mismo nivel que Balenciaga o Pertegaz.

Tras el batacazo de la alta costura española, debido en parte al incremento de los impuestos hasta el 60%, Berhanyer se pasó al prêt-à-porter y mantuvo su producción hasta 2011. En sus últimos años, el modista vestía siempre de blanco y tocado con un solideo.

«El solideo es un homenaje a la tierra donde nací. En Córdoba convivieron las tres religiones. No soy una persona religiosa, pero creo que hay que respetar las creencias de los demás. El solideo lo usan cristianos, judíos y musulmanes. Yo soy de las tres y no soy de ninguna», afirmaba este hombre que fue capaz decir no al Opus y a Chsritian Dior, cuando intentó ficharlo para sustituir a Yves Saint Laurent.

Su boda con la colombiana Mercedes Lotero

En el año 1956, Elio compartió piso con un muchacho colombiano, de Cali, que estudiaba Medicina en Madrid. El joven le presentó a una chica colombiana, Mercedes Lotero, que se había instalado en la capital de España con su familia, huyendo de la dictadura de Rojas Pinilla.

«Nos hicimos novios y, aunque su padre no me quería porque no tenía una gorda, decidimos casarnos», recordaba Berhanyer en El País. Les casó Camilo Torres quien, cuando volvió a Colombia, dejó la Iglesia y se unió a la guerrilla.

Lotero, que falleció en 2011, era, según la describió el diseñador en Vanity Fair, «una mujer increíble. Menuda, simpática, muy divertida, como una ardilla. Y tenía un enorme don de gentes».

Se separó poco después de casarse y ella se instaló en Marbella con sus dos hijos, Juan Carlos y Elio. A ella no le gustaban los diseños de Elio: »

Mi mujer se puso dos trajes míos en toda su vida. Era muy hippy y la moda no le interesó nunca. Era colombiana y decía que india, aunque no tenía nada de india», explicó el propio diseñador a un diario local.

Pero siempre fueron amigos.

Elio realizó más de 100 colecciones y más de 22.000 trajes en su dilatada carrera, cifras que le sitúan a la altura de muy pocos, y aunque siempre creyó que no podría retirarse «nunca», la edad y los nuevos tiempos en el mundo le obligaron a distanciarse de la primera línea.

Cibeles Madrid Fashion Week, que tiene lugar estos días, homenajeará sin duda al modisto tras su muerte, como ya hizo en anteriores ocasiones, como en su 80 cumpleaños. Entonces, un emocionadísimo Berhanyer recibía la ovación de público y profesionales en un tributo que ya entonces sonaba a despedida.

Ya a finales de los setenta Elio, cerró las puertas de su taller, tocado por la crisis económica, pero logró regresar unos años después. Sus últimas colecciones fueron una especie de revival de otros tiempos, pero no conectaron con la modernidad, la llave del consumo de moda hoy en día.

Abajo, la princesa Sofía charla con su tocaya Sophia Loren en el set de La caída del imperio romano (En Madrid, en Julio de 1963). Ambas fueron vestidas por el diseñador cordobés.

Ava Gadner o Cyd Charise, la Reina Doña Sofía o a la condesa de Romanones fueron algunas de sus musas. La llegada del prêt-à-porter no le convenció y siempre echó de menos la pérdida de la costura, del lujo, de la mujer «bien vestida», como resumía él. A Ava Gardner la conoció cuando rodaba en Madrid 55 días en Pekín.

«Era la mujer más guapa que he vestido».

«Venía a probarse a las siete de la mañana, con la cara lavada y nos hicimos amigos. Cuando terminaba el rodaje nos íbamos al tablao Zambra y, a veces, seguíamos de juerga en su apartamento. Yo me cabreaba con ella porque, a veces, bebía mucho, pero era maravillosa».

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