En teoría, en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin, Vladimir Putin, Narendra Modi y Xi Jinping se reúnen para discutir la seguridad y la cooperación económica regional, pero hay cosas más relevantes bajo la mesa.
Entre los expertos, hay un nutrido contingente convencido de que las políticas del presidente Donald Trump están empujando a muchas naciones hacia la órbita de China.
Sus aranceles agresivos, una política exterior impredecible y la alienación de aliados tradicionales han creado un vacío que Pekín está ansioso por llenar, ofreciendo estabilidad y asociaciones económicas a través de iniciativas como la Franja y la Ruta. En la práctica se fortalece el rol de la SCO como contrapeso al orden global liderado por Occidente.
La alfombra roja desplegada por Xi Jinping para Vladímir Putin y Narendra Modi en Tianjin este domingo sintetiza el cambio de época en la geopolítica mundial. El encuentro marca el regreso presencial de los líderes de China, Rusia e India tras años de tensiones, fronteras cerradas y recelos estratégicos.
A día de hoy, 31 de agosto de 2025, la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) no solo es una oportunidad para exhibir unidad frente a Occidente, sino también un escenario donde se reordenan intereses y se negocia el futuro inmediato del continente asiático.
Las relaciones internacionales viven un momento convulso. La administración Trump, con su política arancelaria agresiva y su repliegue estratégico, ha sacudido las alianzas tradicionales.
La imposición reciente de aranceles del 50% sobre productos indios ha forzado a Nueva Delhi y Pekín a reconsiderar sus vínculos económicos y comerciales. El impacto en las cadenas globales es evidente: India busca relanzar su industria y acceder con mayor fuerza al mercado chino, mientras China intenta diversificar sus socios ante la volatilidad estadounidense.
Un reencuentro esperado: Modi y Xi en busca del equilibrio
Siete años después de su último cara a cara en suelo chino, Modi y Xi llegan a Tianjin con agendas cargadas.
Las heridas abiertas por el choque fronterizo en Galwan (2020), que congeló las relaciones bilaterales y paralizó inversiones y comercio, siguen pesando. Sin embargo, tras meses de tímidos gestos —como la reanudación de vuelos directos prevista para septiembre o el relajamiento de restricciones comerciales— ambos líderes exploran una vía para rebajar tensiones y reactivar proyectos conjuntos.
En los encuentros previos, China comprometió hasta 20.000 millones de dólares en inversiones en infraestructuras indias, aunque las disputas territoriales han ralentizado los avances. Las conversaciones actuales giran en torno a tres ejes:
- Resolución gradual del conflicto fronterizo.
- Garantías para un comercio más justo y acceso mutuo a mercados estratégicos.
- Reactivación de inversiones chinas en sectores no sensibles indios.
India, tocada por los aranceles estadounidenses, ve en China una opción para compensar las pérdidas comerciales. No obstante, Nueva Delhi mantiene cautela: busca un deshielo paulatino sin ceder demasiado terreno geopolítico ni acelerar una integración que podría resultar asimétrica.
Putin: estrategia para recuperar el estatus de superpotencia
La presencia de Putin añade dramatismo al tablero.
En plena ofensiva militar sobre Ucrania —y tras recibir presión internacional para frenar sus ataques— el líder ruso llega a Tianjin con una agenda clara: consolidar alianzas que refuercen su papel global. Hace apenas dos semanas se reunió con Trump en Alaska; ahora busca apoyo explícito en Asia para contrarrestar el aislamiento occidental.
Putin juega sus cartas con habilidad:
- Presenta la alianza sino-rusa como “fuerza estabilizadora” frente al orden mundial liderado por Estados Unidos.
- Promueve una “amistad sin límites” con China, aunque consciente del riesgo de dependencia excesiva respecto a Pekín.
- Explora vías para fortalecer los vínculos energéticos y comerciales con India —país clave para acceder al sur asiático— y evitar convertirse en mero vasallo chino.
La visión multipolar que defiende Putin responde a su ambición: romper el cerco estadounidense, debilitar la OTAN y aspirar a un nuevo equilibrio euroasiático donde Rusia recupere protagonismo político y militar. Sin embargo, las asimetrías económicas respecto a China persisten, así como las reservas históricas entre Moscú y Pekín.
Repercusiones económicas: India y China buscan reiniciar su relación
El golpe que han supuesto los aranceles estadounidenses sobre productos indios ha acelerado los movimientos diplomáticos entre Delhi y Pekín. Ambos países, rivales históricos pero socios potenciales por necesidad, exploran fórmulas para relanzar negocios conjuntos:
- Reactivar acuerdos suspendidos tras el enfrentamiento fronterizo.
- Ampliar inversiones chinas en infraestructuras indias bajo estrictos controles regulatorios.
- Facilitar el acceso mutuo a mercados tecnológicos y energéticos.
India no oculta su interés en aprovechar la situación: busca atraer capital chino —especialmente tras el freno estadounidense— pero quiere evitar una dependencia excesiva que pueda limitar su autonomía estratégica. Por su parte, China ve en India un aliado útil para sortear barreras comerciales occidentales e impulsar proyectos regionales bajo el paraguas de la OCS.
La relación sigue marcada por profundas desigualdades: India representa apenas un 3% del PIB manufacturero mundial frente al 30% chino. Sin embargo, la complementariedad —tecnología india, capacidad industrial china— puede dar lugar a nuevos modelos colaborativos si ambos gobiernos logran superar sus diferencias políticas.
Una cumbre bajo presión internacional
El ambiente internacional condiciona cada movimiento. La OCS reúne países con enormes reservas energéticas (Kazajistán, Irán) y representa cerca del 40% de la población mundial. Sin embargo, las rivalidades nacionales —especialmente entre India y China— limitan la eficacia del grupo como bloque cohesionado.
Xi utiliza la cumbre como escaparate diplomático:
- Refuerza su imagen como líder capaz de mediar entre potencias enfrentadas.
- Aprovecha las divisiones internas occidentales provocadas por Trump para atraer aliados asiáticos.
- Busca consolidar un discurso alternativo al orden internacional tradicional centrado en Estados Unidos.
Putin aprovecha el foro asiático para legitimar su estrategia global e impulsar nuevas rutas comerciales que permitan a Rusia sortear sanciones occidentales. India —a pesar de los recelos— participa activamente para no quedar aislada ni perder influencia regional frente a sus dos gigantes vecinos.
Mirando al futuro: ¿reset o simple tregua?
El resultado inmediato será modesto: gestos simbólicos, declaraciones públicas sobre cooperación económica y política; quizás algún anuncio concreto sobre vuelos o comercio bilateral. Pero lo relevante es el mensaje geopolítico: Asia toma la iniciativa ante una crisis global marcada por el unilateralismo estadounidense.
Los próximos meses serán clave:
- Si los gestos se traducen en acuerdos tangibles —especialmente entre India y China— podría iniciarse una etapa más estable en Asia.
- Si persisten los recelos o alguno de los actores opta por priorizar sus intereses nacionales sobre la integración regional, volverán las tensiones.
Lo cierto es que este domingo, Tianjin es mucho más que una cita protocolaria: es el epicentro donde se rediseña el juego internacional ante la incertidumbre generada por Trump y donde cada líder juega sus cartas pensando tanto en sus propios desafíos internos como en el equilibrio global.
El desenlace permanece abierto; pero ya nadie duda que Asia está dispuesta a marcar su propio ritmo ante una escena internacional impredecible.
