La guerra en Ucrania ha revelado una práctica alarmante: el traslado forzoso de niños ucranianos a centros de reeducación y entrenamiento militar en territorio ruso.
Una investigación llevada a cabo por la Yale School of Public Health ha identificado una red de 210 instalaciones, que se extienden desde el Mar Negro hasta el Pacífico, donde al menos 35.000 menores han sido trasladados desde el inicio de la invasión.
En más de la mitad de estos lugares, los niños son sometidos a una intensa dosis de patriotismo ruso, mientras que en al menos 39 centros reciben instrucción militar, que incluye desde el montaje de drones hasta entrenamiento táctico.
Los programas destinados a la formación militar están dirigidos principalmente a adolescentes a partir de 14 años, aunque se han documentado casos de niños tan pequeños como de 8 años participando en actividades que van desde gatear por el barro hasta manejar armas de madera y simular combates.
En Lugansk, el centro educativo militar-patriótico Voin ha implementado un programa específico para francotiradores, donde los jóvenes aprenden a disparar con precisión a largas distancias. Según Oleksiy Jarchenko, jefe de las Fuerzas Armadas en la óblast de Lugansk, estos menores podrían ser enviados al frente en un futuro cercano.
La militarización de los niños ucranianos no solo abarca el entrenamiento físico; también implica un profundo adoctrinamiento ideológico.
Las clases de historia son adaptadas a los intereses del Kremlin, y los menores cantan canciones patrióticas rusas.
En algunos casos, estos niños son presentados como huérfanos rusos en sitios web oficiales, complicando así su identificación y recuperación por parte de sus familias. Daria Guerasimchuk, comisionada del presidente ucraniano para los derechos del niño, admite que no se conoce con exactitud cuántos niños han sido trasladados, pero estima que la cifra podría ascender a cientos de miles.
La situación se complica aún más con la reciente introducción de normas sobre el cruce fronterizo para menores de 14 años en las zonas ocupadas.
A partir de 2026, los niños ucranianos necesitarán un pasaporte ruso para poder salir de la llamada “LNR”, lo que dificultará aún más su evacuación. La iniciativa ucraniana Bring Kids Back ha logrado devolver a 1.605 menores, aunque las negociaciones con Rusia han sido frágiles y poco efectivas.
Por otro lado, Volodímir Zelenski ha llegado a España con el objetivo de instar a Pedro Sánchez al cumplimiento de las promesas relacionadas con apoyo militar y asistencia humanitaria.
Zelenski busca fortalecer la cooperación con los países aliados, especialmente en lo que respecta al regreso de los niños secuestrados y en la provisión tanto de armamento como asistencia humanitaria.
Su presencia en España resalta la relevancia de la solidaridad internacional frente a la militarización y reeducación forzada que sufren los niños ucranianos.
La comunidad internacional continúa presionando a Rusia para que permita el acceso del Comité Internacional de la Cruz Roja a los campamentos y cumpla con las Convenciones de Ginebra.
Sin embargo, hasta ahora Moscú no ha facilitado la reunificación familiar ni ha permitido una verificación independiente sobre los menores internados. La situación crítica que enfrentan los niños ucranianos en estos centros sigue siendo una preocupación humanitaria central en el marco del conflicto bélico en Ucrania.
