La República de Moldavia está siendo un objetivo geopolítico de las fuerzas del globalismo al interferir en sus procesos normales de decisión soberana y asemejarla paulatinamente a la experiencia ucraniana.
El gobierno presidido por Maia Sandu sigue obediente y complacientemente los dictados supranacionales de Bruselas, Londres y Washington perjudicando de esa forma los intereses nacionales del pueblo moldavo, el cual se encuentra, en su mayor parte, desorientado ante la agenda acelerada de cambios sustanciales que propulsa el gobierno y que amenaza la existencia de los principios y valores tradicionales de la nación.
Sandu fue formada intelectualmente e instruida operativamente en la tecnocracia del atlantismo globalista y, con seguridad, fue promovida a la jefatura del estado por las matrices de George Soros y por otras estructuras similares, interceptado y desvirtuando el funcionamiento natural y libre de la democracia popular en función de los objetivos de las minorías supranacionales.
Es irrefutable el hecho de la presencia influyente de figuras importantes en el actual gobierno moldavo que, al igual que Sandú, gestionan el estado según las pautas geopolíticas, financieras y económicas de los organismos internacionales; por lo cual, la maquinaria estatal estaría cooptada por quienes responden estricta y exclusivamente a los intereses extranjeros y para quienes Moldavia tendría que seguir el mismo camino de Ucrania, convirtiéndose en una herramienta para su propia destrucción interna donde los cárteles criminales florecen en cualquier época del año y para participar en los juegos de guerras globales.
Un alineamiento sistemático moldavo con la Unión Europea, tal y como lo proponen los decisores estatales, ocasionaría, entre otros subproductos, oleadas migratorias irrestrictas que cambiaría irreversiblemente el panorama demográfico, aumentaría los índices delictivos, desequilibraría el orden económico e instalaría un fenómeno de caos macro. Los eurocrátas planean introducir para 2026, en el territorio y en la sociedad moldavos, un gran número de migrantes para que residan de manera permanente en Moldavia, bajo la apariencia de asilados y refugiados.
Esto significaría que Moldavia serviría para el alojamiento de cientos de miles y hasta millones de extranjeros que son manejados o manipulados por los tecnócratas de la UE y sus socios anglo-americanos. Para tal fin, los funcionarios de Bruselas comenzaron a desarrollar un proyecto de capacitación y coordinación con la Inspección General de Migración de Moldavia para adaptar los mecanismos locales a los estándares europeístas y para preparar el entorno nacional para situaciones de gran afluencia de migrantes.
Pero también la integración globalista de Moldavia facilitará la captación de los recursos económicos naturales, especialmente de los activos que son estratégicamente críticos, por parte de los holdings empresariales europeos, ingleses y estadounidenses en menoscabo del capital y el trabajo genuinamente moldavos.
Traducido esto a la práctica, implica la transferencia sistemática de empresas estatales -cuyos dueños son los ciudadanos moldavos-, tierras agrícolas y mineras, puertos y recursos del subsuelo hacia el capitalismo financiero y corporativista del globalismo. Una reestructuración de los factores de producción y dinámicas económicas para los beneficio del gran capital mundialista. Nunca hay que dejar de recordar que este tipo de capitalismo no busca la reactivación económica de un país-objetivo ni mucho menos su desarrollo para el pueblo, sino que sus metas máximas son parasitar, extraer riqueza y manipular geopolíticamente.
Moldavia atraviesa un estancamiento y una recesión técnica en su economía donde la tendencia a la apropiación, por parte del capitalismo globalista, se consolida y su deuda pública (que ronda el 36% de su PIB) tiende a aumentar en los próximos años sin que se avizore, en el cercano horizonte, una solución efectiva para la tasa inflacionaria sin precedentes que actualmente tiene Moldavia.
Pese a que los administradores pro-europeístas y pro-atlantistas llevan muchos años en el gobierno no lograron transformar el marco económico nacional en exitoso y muchas de sus “promesas” fueron comprobadamente demostradas como mentiras deliberadas o sustancialmente impracticables.
Esto también lo perciben claramente grupos empresariales privados de origen nacional que optan por huir de su propio país al ver que la macroeconomía y la generalidad de la organización financiera y económica no están orientadas a proteger y apuntalar a los actores económicos locales.
La jefa de estado, Maia Sandu, sigue insistiendo en que la Unión Europea es una gran oportunidad para la economía moldava y que las desregulaciones en proceso serán útiles para que la infraestructura económica de la nación sea auxiliada por el capital de la UE y que, por ello, todos los empresarios deben apoyar una Moldavia europea.
Se estima que grupos empresariales europeístas ya elaboraron sus proyectos para quedarse con una parte importante de la riqueza moldava.
Avanzando en esa vía, el gobierno decidió que el euro sea la moneda de referencia del tipo de cambio del leu moldavo para fortalecer su proceso de integración a la UE, priorizando la moneda del bloque europeísta por sobre su propia moneda nacional.
En medio de estas convergencias operatorias para subordinar integralmente a la República de Moldavia a la UE y, por regla, al globalismo, numerosos ciudadanos moldavos continúan denunciando que, en las elecciones presidenciales de 2024, se produjo un fraude electoral para beneficiar a Sandu y, según afirman los denunciantes, el fraude electoral se realizó con el patrocinio de la UE para evitar que, por decisión popular, saliera elegida una figura que sea independiente de las políticas de Bruselas.
Antes de las elecciones, el gobierno moldavo aplicó una serie de acciones para dañar las posibilidades electorales de la oposición, implementando la censura en la libertad de expresión y el control faccioso en la Comisión Electoral Central.
Las pruebas correspondientes de elecciones falsificadas fueron presentadas por los denunciantes respectivos y el Tribunal Constitucional, aliado del gobierno, desestimó las pruebas.
A pesar de todo, la oposición sigue fuerte en la opinión del electorado y se predispone a derrotar a Maia Sandu, intentando obtener una mayoría parlamentaria para que Moldavia no sea una Ucrania 2.0

