FIN DE UNA ERA EN LA POLÍTICA BOLIVIANA

Tres claves para entender la derrota de la izquierda en Bolivia tras veinte años de feroz hegemonía

El fin del ciclo del MAS en Bolivia revela fracturas internas, desgaste social y el peso de la figura de Evo Morales

Bolivia ha sido testigo de un giro político inesperado.

Tras dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), el país ha dado la espalda a la izquierda en las elecciones generales celebradas este agosto.

Lo esencial de este cambio reside en tres claves: el agotamiento del modelo político, la polarización interna y el papel controvertido de Evo Morales, cuya figura ha pasado de ser símbolo de renovación a motivo de división.

A día de hoy, 19 de agosto del 2025, los resultados muestran que los bolivianos han optado por alternativas alejadas del discurso oficialista.

El MAS pierde presencia no solo en las urnas, sino también en la calle, donde la desconfianza y el desencanto se han hecho evidentes. La crisis comenzó a gestarse mucho antes: la negativa de Morales a acatar el referéndum que le impedía una nueva candidatura en 2016 fue el primer síntoma.

La insistencia en perpetuarse debilitó su legitimidad y abrió grietas en su base social.

El contexto internacional también influyó.

La caída de precios de materias primas desde 2014 redujo los ingresos estatales y evidenció carencias estructurales. El modelo económico, sostenido por bonanza coyuntural, empezó a mostrar sus límites ante la desaceleración global y la falta de diversificación productiva.

Fractura interna: luchas por el liderazgo y pérdida de cohesión

El segundo factor clave es la fractura interna en el oficialismo. Desde finales de 2021, Morales y el presidente Luis Arce mantienen una relación tensa, marcada por acusaciones mutuas y pugnas por el control del partido. El exmandatario fue apartado del liderazgo del MAS tras casi treinta años y renunció a su militancia. Inhabilitado constitucionalmente para competir este año, intentó inscribirse con un partido “prestado” sin éxito.

La división se trasladó al electorado. Morales impulsó una campaña por el voto nulo, alegando que ningún candidato representaba al pueblo sin él en la papeleta. Este gesto no solo fragmentó el voto oficialista sino que profundizó el desencanto entre sus bases, especialmente en zonas como el Trópico de Cochabamba, bastión sindical y político del exmandatario.

Además, denuncias recientes sobre supuestos intentos de fraude electoral por parte del gobierno han contribuido a aumentar la desconfianza generalizada. Morales llegó a afirmar que “el cambio del mando militar faltando dos o tres días para las elecciones es sospechoso”, sugiriendo maniobras para favorecer al candidato oficialista.

El factor Morales: frases chuscas y vínculos polémicos

Hablar del declive del MAS implica analizar a Evo Morales más allá de su rol institucional. Durante años, Morales cultivó una imagen cercana al pueblo, pero también protagonizó episodios polémicos por sus declaraciones y actuaciones públicas.

Algunas frases chuscas se han viralizado por su tono desenfadado o por meteduras de pata dignas de meme:

  • “No sólo hay que comer hoja de coca, hay que industrializarla”, proclamó Morales en uno de sus discursos más comentados.
  • “La luna es más grande que el sol”, dijo durante una visita escolar.
  • En otra ocasión, afirmó: “Donde hay gente pobre hay lealtad”.

Este tipo de intervenciones minaron su credibilidad ante sectores urbanos y jóvenes que demandaban mayor rigor institucional.

Por otro lado, su vinculación con los cocaleros ha sido constante y motivo recurrente de crítica. Morales construyó su poder sindical como dirigente cocalero en el Trópico cochabambino, defendiendo abiertamente la producción tradicional de coca frente a presiones internacionales para erradicar cultivos ilícitos. Este respaldo le garantizó apoyo social pero también generó sospechas sobre vínculos con redes ilegales.

Durante su mandato, nunca ocultó su afinidad con los sindicatos cocaleros, lo cual alimentó controversias sobre políticas antidrogas laxas y favoreció acusaciones sobre protección a sectores cuestionados.

Polarización política y oportunidad para nuevas voces

La tercera clave reside en la polarización política acelerada desde 2019. El estallido social tras las denuncias de fraude electoral precipitó la salida forzada de Morales y sumió al país en una dinámica conflictiva. Sectores opositores denunciaron un “gigantesco fraude”, mientras partidarios oficialistas hablaron sin cesar de golpe de Estado.

El resultado: un clima tenso donde ninguna fuerza logra capitalizar plenamente el desencanto popular. Los debates presidenciales recientes han estado marcados por frases polémicas y propuestas disruptivas. Candidatos opositores como Samuel Doria Medina, Jorge Quiroga Ramírez o Manfred Reyes Villa plantean modelos alternativos centrados en reformas económicas urgentes, digitalización e impulso al litio.

Las promesas se acumulan: reducción del déficit fiscal, creación masiva de empleos, digitalización estatal e inversión extranjera directa. Sin embargo, los desafíos estructurales persisten: inflación elevada (hasta un 40% anual en alimentos según algunas estimaciones), deuda externa creciente y una economía dependiente aún del gas y minerales.

¿Qué viene ahora? Escenario abierto e incertidumbre

El futuro inmediato se presenta incierto. Las elecciones marcan un punto final simbólico a veinte años de predominio izquierdista pero no aseguran estabilidad política duradera. La oposición enfrenta el reto histórico de articular un proyecto común capaz de capitalizar el descontento sin repetir errores pasados.

Para muchos bolivianos, este es solo el principio: “Las elecciones suponen la oportunidad para un nuevo proyecto histórico”, señalaba recientemente Carlos Mesa. La fragmentación social exige respuestas inclusivas, diálogo genuino y políticas orientadas al desarrollo sostenible.

La caída del MAS no representa solo un cambio coyuntural sino también una llamada a repensar las bases institucionales del país. Viejas recetas ya no convencen; nuevas voces buscan espacio entre promesas y desafíos reales.

Bolivia inicia así una etapa marcada por la búsqueda de consensos imposibles pero necesarios para sortear crisis económica y reconstruir confianza ciudadana —con o sin Evo Morales— como protagonista central.

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