No lo aguanta más.
El marido de Begoña está ‘hasta el moño‘ de escuchar ese cántico de ‘¡Pedro Sánchez…hijo de puta!‘ y ha tomado medidas drásticas.
En pleno agosto, bajo el sol abrasador de Lanzarote, el amo del PSOE no solo busca refugio en las playas de La Mareta, sino también detrás de un impresionante dispositivo de seguridad.
El presidente del Gobierno ha decidido extremar su protección personal hasta cotas inéditas: nada menos que 40 agentes desplegados y un cordón de seguridad de 400 metros a su alrededor.
Todo para evitar lo que más teme últimamente: el rechazo abierto y los abucheos de la ciudadanía, convertidos en fenómeno recurrente desde hace meses.
Este despliegue no es fruto del azar ni mera precaución veraniega.
Desde el famoso episodio en Paiporta (Valencia), cuando una visita institucional acabó en caos y gritos tras la DANA que devastó el Levante, Sánchez ha endurecido todas las medidas.
Aquella jornada quedó grabada a fuego en Moncloa: insultos, lanzamientos de barro e indignación ciudadana ante lo que se percibió como una reacción tardía del Ejecutivo ante la tragedia.
Desde entonces, la consigna es clara: “toda medida es poca para garantizar que el presidente no vuelva a revivir una pesadilla”.
El Grupo de Reserva y Seguridad, la élite tras el presidente
Para este cometido, La Guardia Civil ha movilizado a su unidad más prestigiosa, el Grupo de Reserva y Seguridad (GRS). Creada en 1988, esta unidad de élite está entrenada para gestionar situaciones límite: desde catástrofes naturales hasta disturbios o manifestaciones masivas. Sus agentes pasan por una formación rigurosa en técnicas de tiro, control de masas y protección de personas, y actúan como auténticos escudos humanos allí donde la tensión política o social se dispara.
El GRS cuenta con unos 1.800 efectivos repartidos estratégicamente por toda España, pero sus bases principales se sitúan en Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona, Zaragoza, León, Pontevedra y las Islas Canarias. Su presencia se ha vuelto habitual cada vez que Sánchez sale de Moncloa —ya sea por aire en el Falcon 900B o por tierra en un Audi A8 Security blindado— y ahora se convierte en esencial ante el creciente malestar ciudadano.
Cortes de calles y cerco físico: España se blinda para proteger a Sánchez
La preocupación por la imagen pública del presidente ha llevado a medidas insólitas: prevén incluso cortar calles enteras para frenar posibles abucheos o protestas allí donde Sánchez tenga previsto algún acto público o desplazamiento. El objetivo es evitar cualquier contacto imprevisto con manifestantes o detractores que puedan empañar la agenda presidencial o generar imágenes incómodas para los telediarios. En los últimos eventos, la seguridad ha llegado a tal punto que resulta casi imposible acercarse a menos de medio kilómetro del mandatario si uno no forma parte del selecto círculo autorizado.
En este contexto, el papel del Departamento de Seguridad de la Presidencia del Gobierno es más relevante que nunca. La coordinación con policías autonómicas y locales es constante. Se utilizan escoltas motorizados, vehículos blindados —capaces de resistir balas, explosivos e incluso ataques químicos— y personal encubierto con órdenes estrictas: impedir cualquier incidente que ponga en entredicho la autoridad presidencial.
¿Exceso de celo o necesidad real? El debate sobre el “búnker” presidencial
El despliegue sin precedentes despierta debate entre analistas políticos y ciudadanos:
Para algunos, este nivel de protección responde a amenazas reales contra la integridad del presidente dadas las circunstancias excepcionales del momento.
Otros lo ven como síntoma claro del aislamiento político e institucional progresivo del mandatario; cuanto mayor es la distancia física con la ciudadanía, mayor parece ser también la lejanía política.
No faltan quienes ironizan con que acercarse al presidente va camino de convertirse en deporte olímpico o prueba para especialistas en infiltración.
En cualquier caso, lo cierto es que nunca antes un jefe del Ejecutivo español había experimentado tal nivel de rechazo visible ni había requerido semejante despliegue logístico para sentirse seguro entre sus propios compatriotas.
Verano caliente: corrupción y peticiones de dimisión acechan La Mareta
Pero el blindaje físico no puede ocultar las turbulencias políticas. Este verano está siendo especialmente incómodo para Sánchez. Mientras disfruta (o intenta disfrutar) del descanso estival en La Mareta —el palacete canario cedido por el rey Hussein de Jordania— las peticiones de dimisión arrecian desde varios frentes y los casos polémicos se acumulan como nubes negras sobre su mandato.
Un listado creciente de escándalos
El presidente deja atrás un curso político plagado de sobresaltos:
- Caso Santos Cerdán: El secretario de Organización del PSOE salpicado por supuestas irregularidades.
- Caso Begoña Gómez: La esposa del presidente investigada judicialmente por presuntos tratos privilegiados.
- La fontanera Leire Díez: Asesora clave implicada en la gestión interna socialista.
- Dimisión del comisionado DANA: Tras la gestión polémica tras las inundaciones.
A todo ello se suman las últimas sesiones parlamentarias donde Sánchez ha tenido que rendir cuentas ante una oposición crecida y unos socios parlamentarios cada vez más incómodos. Las intervenciones recientes han estado marcadas por acusaciones directas desde todos los flancos ideológicos e incluso llamadas explícitas a una moción de confianza o nuevas elecciones anticipadas.
