Antonio Casado – Montilla estratosférico.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Hemos tenido que recuperar el verbo descarnado de Alfonso Guerra para llamar a las cosas por su nombre pero sin quitarle electricidad a las palabras. El actual presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, donde se dictaminó el Estatuto de Cataluña como una ley orgánica del Estado más, dice que José Montilla y los políticos catalanes, «están en la estratosfera». O sea, de excursión por el espacio, fuera de la realidad, haciendo turismo de sueños inalcanzables.

Sin la riqueza expresiva ni la acreditada pasión verbal de su paisano, Guerra, el presidente de la Generalitat se ha limitado a responder a su compañero de partido que los políticos catalanes y él mismo se limitan a hacer lo que creen que deben hacer. O sea defender «lo que votó el pueblo».

Así justifica, entre otras cosas, su polémica carta oficial a doscientas instituciones de la esfera política y civil de Cataluña en la que les emplaza a rechazar una eventual sentencia del Tribunal Constitucional contraria al «Estatut». No porque el alto tribunal se haya mostrado contrario porque aún no se ha pronunciado. Por si se muestra. O mejor, para que no se muestre, lo cual confiere a la carta de Montilla una innegable carga conminatoria sobre los magistrados.

Es un episodio más del extravagante ataque preventivo de Montilla y el nacionalismo catalán contra una posible sentencia de inconstitucionalidad. El análisis nos ofrece un elemento coyuntural: la celebración de elecciones autonómicas de este año, en las que Montilla y el PSC han decidido disputar el espacio a los nacionalistas de CiU. Y otro estructural: el permanente discurso de la insatisfacción respecto al encaje de Cataluña en el Estado español. Un discurso propio de los nacionalistas que, por las razones antedichas, ha sido mimetizado por Montilla.

Según ese discurso, el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña solo es un peldaño más hacia la independencia. Lo cual se contradice con la pasión demostrada en defensa de la constitucionalidad del texto actual. Solo en apariencia, porque esta especie de cruzada preventiva contra un eventual pronunciamiento desfavorable del Tribunal Constitucional no se remite al riesgo de frustración ahora que, por fin, con el nuevo Estatut, ya se había conseguido que Cataluña se sintiera definitivamente cómoda dentro del Estado y la Constitución de España. No. Ni hablar, El propio Montilla ha declarado: «La defensa de los objetivos del Estatut nos tiene que permitir avanzar nacionalmente».

Entonces, que nadie se sorprenda de una sentencia interpretativa del Tribunal en la que se ponga en valor el principio de la soberanía nacional «única e indivisible», lo cual no permite la consideración nacional de definiciones, competencias o símbolos que son propios de una determinada autonomía pero no de una nación alternativa a la española.

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