Antonio Casado – La raya roja del PSOE.


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Comenzó Rajoy su discurso de investidura con una alusión de «respeto y consideración» al Gobierno de Zapatero. Y terminó con la felicitación del que se va al que viene, inmediatamente después del recuento que otorgó la confianza de la Cámara al presidenciable y a su programa. La imagen ha sido profusamente difundida en los medios de comunicación.

Un leve ejercicio de la memoria nos puede llevar al estupor si recordamos anteriores lances políticos y parlamentarios en los que Rajoy y Zapatero parecían a punto de sacarse los ojos. Y sin embargo en estos últimos treinta días hemos visto algo muy parecido a un Gobierno de concentración nacional PP-PSOE, con frecuentes referencias al «modélico» traspaso de poderes y la fluida comunicación entre sucesor y sucedido.

En el debate de investidura fue evidente el trato de guante blanco que se dispensaron mutuamente el presidenciable y el portavoz del PSOE, Pérez Rubalcaba. No hay precedente de debates de esta naturaleza en los que se haya escuchado tantas veces el «estoy de acuerdo con usted», en boca de los dos actores principales del acontecimiento parlamentario.

Tiene su explicación. El señor Rubalcaba, como exvicepresidente de un Gobierno achicharrado por la crisis económica y sus propios errores, no tenía fuerza moral para impugnar las propuestas de Rajoy. Y, por otro lado, éste venía con un pan debajo del brazo después de su barrida electoral del 20-N. En las actuales circunstancias nadie le puede discutir las buenas intenciones ni regatearle el deseo de que sus propuestas resulten acertadas. Por la cuenta que nos trae a todos.

En esa clave fluyó el discurso de Rubalcaba y su ofrecimiento de hacer una oposición «responsable y constructiva». Es verdad que volvió a lamentar el hecho de que, con los papeles cambiados, el PP no hubiera hecho lo mismo en estos últimos siete años. Pero fue un pellizco de monja porque inmediatamente se remitió a aquello de que «es el pasado y pasado está».

Este jueves, su primer día de titular en Moncloa, Rajoy empieza a hacerse cargo del «dramatismo de la situación». Son sus propias palabras. Tal vez también empiece a entender la soledad de Zapatero al reclamar tantas veces sin éxito el apoyo del principal partido de la oposición para librar a España de la suspensión de pagos, como ocurrió en mayo de 2010, cuando Rajoy votó en contra del llamado «tijeretazo» por razones políticas. Esperaba derribar al Gobierno con aquella votación pero lo impidió la abstención de CiU).

De todos modos, no será el abajo firmante quien anuncie una permanente luna de miel del PSOE con el Gobierno durante los próximos cuatro años. Rubalcaba ya trazó la línea roja de su beligerancia: desmantelamiento del Estado del Bienestar y recorte de derechos. Lo que pasa es que la raya se mueve en función de la estrategia.

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