La semana pasada disfrutamos, en la medida de lo posible, de las fiestas del Carnaval. Quizás por las restricciones que sufrimos, la mayor parte de nuestros políticos han decidido, sin lugar a dudas llevados de su buena intención de distraernos, continuar con las carnavaladas. De todos modos, si retrocedemos un poco, podemos afirmar que llevaban entrenándose hace ya algún tiempo.
Consecuentemente los ciudadanos andamos algo despistados, estamos a “velas vir” como decimos los gallegos, dado que el cambio de careta carnavalesca, por parte de los citados, es continuo. Cuando casi nos creemos una cosa, nos saltan con la contraria. Los mismos que si hacen lo que sea alardean de que es lo mejor, cuando lo hacen otros lo califican de nefasto.
Hemos asistido a las elecciones catalanas, y nos ha sorprendido el muy alto porcentaje de abstención. Los políticos le han echado gran parte de la culpa a la pandemia, recurso que cada vez utilizan más para todo. Es de comprender, como no puede defenderse… Nosotros creemos que la razón reside en que por desgracia, aunque sea entendible, la gente confía cada vez menos en los padres y madres de la patria, y en consecuencia se preguntan ¿para qué molestarme en ir a votar? Estoy más cómodo en casa. Además, cualesquiera que sean los resultados,
los mandamás harán sus cambalaches con vistas a mantener sus privilegios personales, importándoles muy poco lo que de verdad queremos.
Por eso no es de extrañar que un partido que ha sufrido un fuerte palo, lo único que
va a cambiar, que sepamos, es su sede en la capital. Quizás sea la responsable de su fracaso.
En medio de toda esta quita y pon caretas nos encontramos con cosas curiosas, aunque quizás nos parezcan así porque no tenemos la suficiente inteligencia para comprender a nuestros dirigentes.
Cuando creíamos que los morados eran los grandes defensores de la libertad, siendo uno de sus máximos exponentes la libertad de prensa, su jefe exige en el Congreso controles extrajudiciales para los periodistas. Parece ser que se erigió como elemento de control democrático de los medios. Que se sepa “cum fraude” ha guardado silencio ante tal barbaridad, lo cual hay que interpretarlo como que lo aprueba, pues de lo contrario debería dejar bien claro que no admite posturas anticonstitucionales y menos de un ministro suyo. Dado que se ha cansado de decirnos que ante todo respeta la Constitución, debemos interpretar su postura como un cambio de careta.
Hemos conocido también a las vandálicas manifestaciones con motivo de entrada en prisión, ya era hora, de un rapero que es un delincuente reincidente. Pues bien con motivo de este hecho, el portavoz morado en el Congreso también ha cambiado de careta. Hace unos meses llamaba a reprimir unas manifestaciones pacificas realizadas por vecinos de una calle madrileña a los que se refería despectivamente como “cayetanos”. Sin embargo ahora manifiesta públicamente
“Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles”. ¿Antifascistas? ¿Sabe lo que está diciendo? Suponemos que no se ha enterado que el número de policías heridos, a pesar de ser gente preparada y equipada, duplica al de los pobrecitos manifestantes, que como se ha comprobado actúan organizados y siguiendo las instrucciones de los manuales de guerrilla urbana.
La explicación de todo esto es sencilla. Los morados saben muy bien que el jefe del desgobierno solo tiene una fijación enfermiza, seguir siendo quien es, a costa de lo que sea. En consecuencia se aprovechan de ello para campar a sus anchas. Mientras tanto que siga el carnaval para los ciudadanos.