OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «El general en su laberinto»

Victor Entrialgo De Castro: "El general en su laberinto"

Después de su renuncia como presidente, la gente de aquellas tierras se volvió contra él y comenzó a pintar graffitis garabateando las paredes con su nombre y arrojándole basura.

Lo que le sucedió a Simón Bolivar con los graffitis, segun cuenta Márquez en el General en su laberinto, le pasó a Bassar Al Assad, el presidente sirio, casi dos siglos después. En realidad suele suceder cuando el general no encuentra la salida de su laberinto.

La historia de Sanchez es la de la construcción de un laberinto. Un laberinto del que el hilo de “Adriana» Lastra difícilmente le va a sacar y tampoco creo que Bolaños sepa fabricar alas. Atacar a la Monarquía o apelar al coco ante la olona/tsunami que llega tampoco le sacará de sus enredos. Aunque siga urdiendo uno tras otro, -que es lo que mejor se le da-, y por más que sus marionetas envíen navajas, coloquen urnas tras las cortinas o modifiquen el padrón, no le va a ser fácil.

No sólo por los socios que eligió para construir el laberinto, ni sólo porque desde Davos venda motos que no son suyas, sino porque la maraña insignificante que ha tejido «el Sanchismo rampante» es lo más opuesto a a la grandiosidad de las ideas y obra de Bolívar.

Bolivar era un hombre muy complejo. Sanchez, en cambio, es retorcido y maquinador, pero muy simple. El sueño de Bolivar era una América unida. El de Sanchez, una España dividida que le permita mandar. Y cuando no hay nada que decir, una etiqueta rápida y sencilla. Antes era facha y ahora ultraderecha, para no tener que ocuparse en pensar. Pretenden decirlo todo, cuando en realidad no dicen nada.

Si pensaran un poco se preguntarían por qué desde el psoe auténtico hasta las derechas, pasando por el centro, todos tienen como objetivo sacar al mentiroso de la Moncloa.

Y si hasta ahora no lo han conseguido es por un deficiente sistema de representación. Un sistema en el que el Congreso y las televisiones aparecen  «tomados» diariamente por «comisarias naif y chantajistas separatistas» que representan a una sociedad cómoda que se ocupa de los asuntos públicos en el café, pero que sólo sale a la calle para meterse en el coche y salir de puente.

Bolívar escribe una carta al general Santander el 4 de agosto de 1823: “Parece que el diablo controla el negocio de mi vida”. No sé si será el diablo, su ego amanerado, o su suegro. Pero si el presidente tuviera un mínimo de dignidad, ya se habría ido lejos hace ya mucho tiempo. Cada día que pasa le será más difícil salir del laberinto.

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