La Rae define así al erudito a la violeta: “Persona que tiene un tinte superficial de ciencias y artes”
Fue José Cadalso el primero en utilizar la expresión “erudito a la violeta”. Esto sucedía en 1772 y con esa expresión Cadalso quiso referirse a quienes, habiéndose dado un barniz barato de erudito, paseaban su fachenda cuando en realidad eran, lechuguinos, petimetres, anda ríos y cantamañanas envueltos en los efluvios de agua de violetas. ¿Existen hoy personajes a los que les encaje dicha expresión? Hay más que botellines de cerveza. Para ser erudito en la España de hoy basta con nombrar algún filósofo, decir algún latinajo, citar frases y libros conocidos.
No nos dejemos engañar, tras la vaporosa nube del agua de violetas, se esconde un escaso conocimiento de los temas en los que se presenta como erudito; algunos se presentan como eruditos en cualquier tema que se saque a colación, adornando su ignorancia con la arrogancia de la soberbia, frases altisonantes y postureos de estudio fotográfico, olvidando que, como dijo Ernest Hemingway “El secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento es la humildad”
Desde el gobierno hasta las peñas pasando por las empresas, las familias, las universidades, los clubes, los medios de comunicación etc. etc., los eruditos a la violeta campan a sus anchas sabiendo que, hoy en día más que nunca, la ciudadanía es más ignorante que sus abuelos y cualquier gilipollez envuelta en el papel de celofán de la manipulación más burda les hace ver un genio en quien es un mindundi de tres al cuarto. Cualquier medio de papel o digital de tirada nacional acoge en sus páginas a esos eruditos violáceos. En los informativos de las diferentes cadenas, no caben más. Programas de divulgación abrazan a este tipo de eruditos que se aferran a una cantinela estándar. Cuando, además de eruditos a la violeta, son anunciados como expertos, lo mejor es huir a uña de caballo si no quieres intoxicarte de tanta bazofia. Pero donde más me llama la atención la erudición violetera de intelectuales, científicos, periodistas y expertos es en las tertulias, donde todos los tertulianos son eruditos en cualquier tema a debatir; da lo mismo que lo mismo da empezar debatiendo de futbol que terminar con política, pasando por economía, guerra, educación, asuntos del corazón, turismo etc. etc. Uno se pregunta perplejo de dónde han salido semejantes ejemplares en erudición.
Marco Aurelio, emperador romano era fiel a una frase que siempre le acompañaba. “Si no es verdad no lo digas, si no es bueno no lo hagas”
Marco Aurelio hizo de esta frase religión. Hoy a esta frase ni se la conoce, mucho menos se la aplican quienes desde las atalayas de que disponen se dirigen a los ciudadanos del común. Yo diría que, no solo no la conocen y si la conocen no se la aplican, sino que, siempre que pueden mienten sabiendo que lo hacen y lo hacen sabiendo que es malo.
MAROGA
