HOY, JESÚS DE NAZARET SERÍA CONSIDERADO UN ANTISISTEMA, NEGACIONISTA, CONSPIRANOICO Y FACHA

Hay que desobedecer y seguir diciendo «Feliz Navidad» y no «felices fiestas», como ordenan quienes odian a Jesús

Hay que desobedecer y seguir diciendo "Feliz Navidad" y no "felices fiestas", como ordenan quienes odian a Jesús

Frente a imposiciones para robarnos “lo nuestro” toca hacer caso omiso a ocurrencias absurdas, desobedecer y denunciar estas estrategias adoctrinadoras de la Comisión europea y cúpulas más altas y peligrosas. El fin es desdibujar la Navidad y desposeerla de su significado cristiano. En algunas comunidades autónomas ya han decidido aplicar los términos “descanso del primer trimestre” y “descanso del segundo trimestre” con el objetivo de difuminar el sentimiento religioso de la Navidad y la Semana Santa, los dos periodos esenciales de la cristiandad, seguidos por más de seiscientos millones de seres humanos. La intención es más que clara. Pero lo realmente preocupante es el nivel de mansedumbre y aceptación de la sociedad de nuestro tiempo, tan poco entrenada en el deporte de pensar por sí misma. ¿Cómo es posible que las masas no se rebelen? Fácil respuesta: porque la individualidad y la libertad de pensamiento no existen. Colectivamente, la sociedad es un rebaño teledirigido y reacciona como tal. No en vano, los grandes psicólogos del conductismo del siglo pasado han experimentado hasta la saciedad con la mente humana; no para beneficio del sapiens, sino para prever sus reacciones y condicionarlas. La ingeniería social nos ha domesticado y convertido en lo que somos, haciendo que nuestra respuesta colectiva no difiera sustancialmente de la de una manada de mamíferos desarrollados. Triste, pero real.

Afortunadamente, y a pesar de las consignas, son muchos los que hablan de Navidad y recuerdan esta efeméride coincidente con el nacimiento del Sol. Esto no le resta ningún valor al hecho y, aparte de ser un acontecimiento  que divide la historia en un antes y un después, el mensaje de Jesús de Nazaret es seguido por miles de personas en el mundo. Y no es para menos. “Amaos los unos a los otros” es el mensaje más revolucionario y antisistema de la historia. Por eso celebramos su nacimiento colocando un Belén, cantando villancicos, comiendo algo extraordinario, adornando la casa y haciendo regalos en recuerdo de los tres presentes de los Reyes Magos, figuras importantes en este periodo de reflexión, que nos prepara para un nuevo año. ¿Pero reflexionamos? ¿Hacemos balance de nuestras vidas o nos conformamos con el divertimento para no pensar demasiado, no vaya a ser que caigamos en la cuenta de la vaciedad de nuestra existencia? Quizá por eso nos hinchamos a comer, a beber y a comprar sin medida.

Hoy vivimos en el mundo de los excesos, de la exageración, de la estridencia, del histrionismo, del culto a lo feo, de la horterada permanente en busca de emociones con las que avivar nuestras mustias almas. Los mensajes teledirigidos y la manipulación en general emponzoñan nuestra existencia convirtiéndonos en meros robots programados para mirar solo al exterior. No es nada original hablar de los excesos navideños en los que todos caemos, llenándonos de cosas que no necesitamos. Estas palabras no pretenden ser una exaltación de la racanería y el ayuno, sino una reflexión sobre lo excesivo. El roscón, el mazapán, el champán, las felicitaciones y los regalos, sí, pero en sus dosis.

Ante situaciones así, suelo recordar la consigna “ne quid nimis”, cuya traducción al castellano es “nada en exceso”. Los clásicos griegos y latinos hablaron de normas conductuales y de la mesura. De algunos no sabemos con exactitud el año de su nacimiento y muerte, pero disertaron de casi todo, y bien; por eso conviene releer a los clásicos de vez en cuando.

Dicho esto, y más allá de recuerdos y nostalgias, desde este humilde rincón, reivindico la Navidad de siempre, con significado, con fundamento, con corazón; la Navidad del Belén en casa, los villancicos, la Misa de Gallo, la cena en familia, el recuerdo de los ausentes, la sobremesa con los chistes y anécdotas ya conocidas, y el día de Reyes. La Navidad que nos hacía a todos ser un poco mejores y nos recordaba que el rey Herodes quiso matar al Niño Jesús, y él y sus padres tuvieron que huir en una burrita. Los especialistas en historia antigua nos desvelaron que tal censo no había existido, que Herodes nunca organizó una matanza de inocentes, ni tampoco tuvo lugar la huida a Egipto. No importa. Sea realidad o patrón literario para revestir la figura del héroe civilizador, como dice Mircea Eliade, así fue inmortalizado por los pintores primitivos, los flamencos y los del Renacimiento, y así figura en el imaginario colectivo.

La Navidad de hoy es todo, menos Navidad. Hace años que la iluminación ha perdido su genuino significado y se ha convertido en una exhibición de luces de colores, desprovista de alusiones al nacimiento de Jesús. Son pequeñas señales, a las cuales no se le da la debida importancia, y la tienen, porque van desdibujando en el inconsciente colectivo el arquetipo de lo divino, a la vez que la efeméride histórica de la llegada del Salvador.

En el marco de la dictadura de lo políticamente correcto se argumenta que la ausencia de simbología católica es por respeto a la diversidad. En realidad, es para no herir a los envalentonados musulmanes recordando a Aquel que vino a establecer –por encima de nacionalidades, castas y clases— la igualdad entre los seres humanos, y a darnos la fórmula magistral para librarnos del Mal: “Amaos los unos a los otros”. “Sabrán que sois de los míos si os amáis”. En un mundo movido por el enfrentamiento y el odio, se trata, en verdad, de un mensaje muy revolucionario, y por eso llevan siglos tratando de matarlo, como a su creador.

Ser cristiano hoy es un desafío al Nuevo Orden Mundial y casi un acto de valentía. De hecho, han prohibido rezar en la calle y, a menudo, los orantes son denunciados. ¡Los del rosario de Ferraz lo saben muy bien! Ser cristiano hoy es ser antisistema, porque el auténtico cristiano está en contra de la usura del sistema financiero, de la corrupción política e institucional, de las mentiras de la ciencia y el sistema alimentario, de las trampas de la industria farmacéutica, del asesinato sistemático de bebés en gestación, de la muerte por eutanasia, de la antropología desnaturalizada, de los eufemismos para engañar a los ingenuos; en definitiva, de los que, contra el gran regalo de Jesús, quieren desviarnos del camino recto y hacernos permanecer aborregados en nuestra etapa animal, en un estado de zombificación crónica que nos hace incapaces de reaccionar y nos calcifica el alma. La Navidad de verdad nos hace reflexionar sobre todo esto.

Si no somos firmes en la defensa de nuestras creencias y tradiciones, los laicistas acabarán imponiendo su moral y prohibirán cualquier manifestación pública, sin tener en cuenta el sentir de una buena parte de la población. ¡FELIZ NAVIDAD! Con mayúsculas.

*Psicóloga, periodista y escritora

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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