A mí la Izquierda lecciones de ética, ninguna;
Cuando la da, escasas veces, o la ha oído
En su establo, o ha errado sin fortuna;
No es una opinión mía, que me ha venido
Por casualidad a la cabeza, no, es una
Verdad histórica de las que en el mundo han sido,
Desde la República de Platón, aún vigente,
Aunque no lo sepa quien, siempre que habla, miente,
Y, cuando se lo echan en cara, no se defiende,
Contrataca, lanza en boca, con el desafío;
Sabiendo que ya dormir en la Moncloa pende
De un hilo, fiel a lo ¡de perdidos al río!”,
El que se arma Quijote la duda ofende;
Y, ateo, grita ¡cojones!, en vez de … ¡Dios mío!,
Cuando presiente que no son molinos de viento,
Que son gigantes que le están diciendo … ¡lo siento!;
¡Aclárense!: quien provoca con lo de “Marquesa”,
Ánimus injurandi, y no una, varias veces,
Es el Coleta, hecho a arrear en su dehesa
La manada; y, cuando del cúmulo de heces
Que lo cubren, le pone una encima de la mesa
La Marquesa, no lo provoca, -¡y a la mar los peces!-,
Le devuelve la pelota … Rota su estrella,
La amenaza con la sinrazón de una querella;
Oyendo a la Izquierda dar lecciones de ética,
Con este catedrático, Rector del Partido
Suma cum fraude, que centra toda su dialéctica
En la mentira, además de tiempo perdido,
Pues con la ética se le va al carajo la estética,
Acaba uno, además de apaleado, jodido
No entienden que echar a rodar como verdad un bulo,
Eso es … ¡confundir las témporas con el culo!.