Es una política profesional desde que dejó sus estudios de Derecho

El PSOE y la traviesa Susana

El PSOE y la traviesa Susana
Susana Díaz. Europa Press.

Susana Díaz no ha trabajado nunca al margen del PSOE y de las Juventudes Socialistas, al menos eso se desprende de sus biografías. Es una política profesional desde que dejó sus estudios de Derecho para dedicarse en cuerpo y alma a su partido. Y en eso sigue.

Llegó a la secretaría general del PSOE andaluz y a la presidencia de la Junta de Andalucía en una operación de urgencia para que sus predecesores saltaran por encima de los ERE de Andalucía. Aquel proceso de designación no pasa los filtros de una elección democrática.

Ambiciosa, fría y calculadora, al poco de llegar al Palacio de San Telmo éste se le quedó pequeño pensó en trasladar sus objetivos y sus inquietudes al Palacio de La Moncloa. Pero era demasiado pronto para dejar el cargo en Sevilla y aspirar a la presidencia del Gobierno de España que es su objetivo.

Gobierna un partido y una Comunidad en donde los socialistas ejercen el poder desde que uno tiene memoria. Clientelismo, camarillas, grupos de presión. No sería suficiente una aspiradora para poner el partido en situación de habitabilidad.

Susana Díaz ajustó cuentas con Madina pendientes desde las diputas de ambos en las Juventudes Socialistas. Pero ahora no le gusta Pedro Sánchez como secretario general del PSOE -yo tiendo a pensar que no le gustaría nadie que no fuera ella- y la maquinaria de la conspiración -que es el oxigeno natural que se mama en Juventudes Socialistas- se ha puesto en marcha. Los más piadosos dicen que los conspiradores actúan por si falla Pedro Sánchez en las municipales. Otros piensas que trabajan justo para que el actual secretario general fracase.

José Luis Rodríguez Zapatero también fue cachorro socialista en las juventudes. Un laboratorio donde se forman los dirigentes del futuro y donde la mayor de las habilidades son el enredo y la disputa. En esos predios se inoculan virus que no se pueden controlar. La ambición y la intriga para controlar el poder son habilidades desarrolladas que luego se transforman en puestos directivos, como los que ha tenido siempre otro secretario de las juventudes, Javier de Paz.

Todavía no tengo un criterio definido sobre Pedro Sánchez. Heredero un partido desmantelado por José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Este se quedó de secretario general cuando se tenía que haber ido por esa conciencia que exhiben los políticos profesionales que mixtura sus ambiciones personales con un sentido patrimonial del partido. Justifican su codicia en la creencia que tienen que salvar lo que en realidad han destruido.

Pedro Sánchez ha ganado y debiera ser respetado por quienes le eligieron. Tiene la legitimidad para dirigir el PSOE. Los que conspiran no se atrevieron con Zapatero, que sí dio señales claras de autodestrucción y que dejó un PSOE irreconocible. Si el líder del partido está en el poder, nadie se mueve porque salpica privilegios y te puede mandar al limbo, fuera de las instituciones. El PSOE que dejó Zapatero sucumbió a la tentación de creer que el objetivo de los líderes y del partido era la conquista y mantenimiento del poder en vez de la transformación de la sociedad.

Pedro Sánchez está en rodaje, aprendiendo. Tiene una primera cosa que me gusta. Conoce el mundo civil, la sociedad, en donde ha trabajado y se ha esforzado como profesional y como persona. Y tiene muchas cosas en contra.

En primer lugar, un partido maleado, desmotivado y sin cohesión. Entre sus dirigentes no abundan abogados del estado y sobran políticos profesionales.

Un partido que tiene que ganarse el crédito de sus posibles electores y de la ciudadanía. Un partido con mucha historia y futuro incierto.

En segundo lugar está en primera línea de las amenazas de Podemos, a quien le falta un cuarto de hora para devorar a Izquierda Unida. Ese banquete no saciará el apetito de Pablo Iglesias.

Tiene enfrente un gobierno que está sucumbiendo a la tentación de atacar al PSOE para que Podemos lo debilite y quedarse solo en una dialéctica entre el éxito económico y la amenaza de podemos. Ninguna lealtad ni sentido de estado en la actitud del Partido Popular.

Pedro Sánchez tiene la ansiedad inherente a quien no tiene tiempo. Le acucian las elecciones municipales y le acucia la conspiración interna. Ya nada es a medio plazo.

Pedro Sánchez tiene el reto de dirigir la formulación de un proyecto socialdemócrata en un universo (Europa) en donde la socialdemócrata está desapareciendo.

El stress del dirigente socialista le lleva a la sobreactuación, porque lo primero es que los electores conozcan a quien estaba inédito hace seis meses. El tiempo corre en su contra.

Lo que más me admira de esta pequeña guerra interna que ya se ha desatado es la falta de lealtad de los conspiradores. Aman mucho más sus interés que el futuro de su partido. Y si ven una oportunidad, se tirarán a la yugular del secretario general sin haberle dado tiempo, siquiera, a poner en marcha sus proyectos.

De verdad que debería haber un carné de puntos para la vida política que dejara fuera a los corruptos, a los oportunistas y a quienes aspiran a políticos vitalicios.

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