Aunque incluso el Papa León XIV reconoce que la inmigración masiva es un “enorme problema”, la reciente “Nota pastoral a los migrantes” emitida por los obispos católicos de Michigan (EEUU) —y su eco en la Conferencia Episcopal Española y europea— constituye un ejemplo paradigmático de cómo la jerarquía eclesiástica ha convertido el fenómeno migratorio en un instrumento de manipulación emocional, subversión doctrinal, conflicto de intereses y, en última instancia, complicidad con lo que muchos consideran un plan premeditado para desestabilizar y destruir los fundamentos de la civilización occidental cristiana.
Este artículo tiene la pretensión de integrar y enriquecer todos los aspectos críticos, doctrinales, políticos y sociales que rodean este fenómeno, respondiendo a las preguntas clave que surgen del debate y extrapolando lo sucedido en los EEUU a España, Europa y el papel de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas, especialmente 13TV, que no se olvide, es propiedad de la Conferencia Episcopal Española.
Falacia del chantaje emocional: explotación sistemática de la compasión
En vez de abordar los temas pertinentes y legales de la inmigración, los obispos han optado sistemáticamente por explotar los aspectos emocionales de la pobreza y el hambre. Saturan el discurso de palabras como “empatía”, “ansiedad” y “miedo”, apelando a la compasión del público y desviando la atención del hecho fundamental: la violación de las leyes sobre emigración es un delito. La asistencia a quienes padecen hambre y sed genuinas puede brindarse en su país de origen, sin la perturbación social, el riesgo y el alto costo de los viajes intercontinentales que requiere la inmigración masiva.
Esta manipulación emocional es selectiva. Los obispos muestran empatía desbordante hacia los inmigrantes irregulares, e invitan a ponerse en la piel, en el lugar de los emigrantes, pero guardan silencio sobre los ciudadanos cuyas propiedades son invadidas, los contribuyentes que financian involuntariamente este sistema, las víctimas del tráfico infantil y sexual, la trata de seres humanos (que han aumentado enormemente con estas políticas) y aquellos cuyos barrios han sido transformados por la abrumadora incursión de personas con valores y costumbres radicalmente diferentes.
En España, la Conferencia Episcopal reproduce el mismo patrón. Sus declaraciones sobre inmigración están cargadas de sentimentalismo y apelaciones a la compasión, mientras ignoran deliberadamente las preocupaciones legítimas sobre seguridad, integración cultural y sostenibilidad social. Esta táctica, lejos de ser un acto de caridad cristiana, constituye una burda falacia que manipula sentimientos, de forma tóxica, para justificar posturas ideológicas y políticas que, en muchos casos, contradicen la propia doctrina social de la Iglesia Católica.
En esa dirección, la Conferencia Episcopal Española ha propuesto, en marzo de este año, 2025, una regularización extraordinaria para medio millón de inmigrantes en situación irregular en España. Esta iniciativa busca dar una solución a la situación de estas personas, reconociendo su contribución a la sociedad y permitiéndoles acceder a derechos básicos. La propuesta se enmarca en un contexto de debate sobre políticas migratorias y la necesidad de abordar la realidad de la inmigración irregular de manera humana y eficaz.
Esta propuesta se suma a otras iniciativas similares que se han presentado en España, como la proposición de ley impulsada por la plataforma «Regularización Ya», que recogió más de 700.000 firmas y fue admitida a trámite en el Congreso de los Diputados de España.
Hipocresía doctrinal y contradicciones flagrantes: traición a la enseñanza de la Iglesia.
La postura de la jerarquía eclesiástica sobre inmigración masiva no solo es emocionalmente manipuladora, sino doctrinalmente inconsistente y escandalosamente hipócrita. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2241) reconoce explícitamente el derecho de los países a regular sus fronteras y a exigir a los inmigrantes respeto por las leyes y una integración cultural real. Sin embargo, los obispos ignoran sistemáticamente este equilibrio, promoviendo una acogida incondicional que contradice sus propias enseñanzas.
La hipocresía se constata de forma evidente cuando se compara la actual retórica eclesiástica con las políticas migratorias del propio Vaticano, que en 2024 endureció sus restricciones, imponiendo penas de hasta 15 años de prohibición de entrada por acceso ilegal a su territorio. ¿Por qué la Iglesia exige a los Estados lo que no está dispuesta a conceder en su propia casa? Esta doble vara de medir desacredita la autoridad moral de la Iglesia y evidencia que sus recomendaciones no se aplican a sí misma, sino solo a los demás.
Además, entre otras, los obispos ignoran deliberadamente las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, el cual citando a Aristóteles recomendaba que los inmigrantes debían esperar tres generaciones antes de ser admitidos plenamente en una comunidad para no entrometerse de manera perjudicial (Summa Theologiae, I-II, q. 105, a.3). Esta peculiar forma de lectura de la doctrina de la Iglesia, por parte de la actual jerarquía eclesiástica, revela que su postura no está fundamentada en la tradición católica, sino en consideraciones ideológicas y, posiblemente, materiales.
El negocio de la inmigración: caridad falsa y conflicto de intereses
Detrás del discurso humanitario y compasivo se esconde un entramado de intereses materiales. La Iglesia Católica y la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) reciben enormes cantidades de dinero para participar en la inmigración y el asentamiento masivos ilegales. Las cifras van desde los 100 millones de dólares citados por el vicepresidente Vance hasta los casi 2.900 millones de dólares recibidos por ONG católicas estadounidenses en los últimos cuatro años. El obispo Strickland ha señalado que dos tercios del gasto de Caridades Católicas provienen de fuentes gubernamentales, es decir, no son donaciones voluntarias.
Este modelo se reproduce en España, donde la Iglesia gestiona numerosos centros de atención a inmigrantes y recibe fondos públicos y privados para sostener una red asistencial que, lejos de ser fruto exclusivo de la caridad voluntaria, depende en gran medida de subvenciones estatales y autonómicas. Es fundamental distinguir entre:
- Caridad auténtica: la donación voluntaria que hacen los individuos de sus bienes justamente adquiridos.
- Caridad falsa: el suministro de fondos que primero se extraen de los contribuyentes bajo amenaza de violencia iniciada por el gobierno.
Los recursos gubernamentales que utilizan Caridades Católicas y organizaciones similares en España no constituyen una auténtica caridad, sino una redistribución forzada mediante impuestos. Cristo nunca enseñó a robarle a Pedro para pagarle a Pablo, y la incapacidad de los obispos para hacer esta distinción vital revela que su compromiso no es con el Evangelio, sino con un modelo de negocio institucionalizado bajo la apariencia de solidaridad y filantropía.
La subsidiariedad pisoteada: centralización contra comunidad
La doctrina social de la Iglesia Católica se fundamenta en el concepto de subsidiariedad (CIC 1883-1885, 2209), que establece que la institución social más pequeña y local (generalmente la familia) debe resolver los problemas primero. Sin embargo, la jerarquía eclesiástica ha adoptado el enfoque opuesto, priorizando burocracias vastas, anónimas y remotas, financiadas por los contribuyentes. Esta violación flagrante del principio de subsidiariedad no solo contradice la doctrina social católica, sino que margina a las comunidades locales que sufren directamente las consecuencias de la inmigración masiva y descontrolada.
En España, la Conferencia Episcopal promueve un modelo centralizado de gestión migratoria que ignora las realidades y necesidades de las comunidades locales, muchas de las cuales se ven desbordadas por la llegada masiva de personas con costumbres, valores y creencias radicalmente diferentes. Esta actitud, más propia de la ingeniería social que de la tradición cristiana, erosiona la confianza en la institución y alimenta el resentimiento social.
Complicidad mediática y el papel de 13TV y la cadena COPE: propaganda al servicio de la agenda globalista 2030
La influencia de la Iglesia en el relato mediático sobre inmigración es incuestionable, especialmente en España. 13TV (también la cadena de radio «COPE»), propiedad de la Conferencia Episcopal Española, actúa como altavoz de la línea oficial, promoviendo un discurso de acogida sin matices y silenciando voces críticas dentro y fuera de la Iglesia. Los grandes medios generalistas, por su parte, rara vez cuestionan el papel de la Iglesia en la gestión de la inmigración, contribuyendo a una visión edulcorada y acrítica del fenómeno.
Esta complicidad mediática es especialmente grave cuando se considera que está al servicio de lo que cada día más personas consideran un plan premeditado para desestabilizar y destruir los fundamentos de la civilización occidental cristiana. La narrativa promovida por 13TV y otros medios afines a la Iglesia no solo ignora los problemas reales asociados con la inmigración masiva, sino que descalifica cualquier crítica como xenofobia o falta de caridad (recurriendo a la falacia ad hominem) cerrando así el debate y protegiendo los intereses institucionales de la Iglesia.
El plan de desestabilización de Occidente: la gran sustitución
El debate sobre la llamada “sustitución demográfica” o “gran reemplazo” ha pasado de los márgenes a ocupar el centro de la discusión pública. La inmigración masiva de poblaciones ajenas a la tradición europea, especialmente de países con costumbres, formas de vida, religión y cultura absolutamente diferentes a la civilización judeocristiana y grecorromana, no es un accidente, sino una operación dirigida para transformar irreversiblemente la identidad cultural, religiosa y social de Europa y Occidente.
Aunque señalada como conspirativa por ciertos sectores, la realidad es que organismos internacionales como la ONU han planteado abiertamente el “reemplazo migratorio” como solución al envejecimiento de la población europea. Este enfoque, presentado como una necesidad económica, ignora deliberadamente los profundos desafíos de integración y el riesgo de fractura social que supone la llegada masiva de personas con valores y cosmovisiones incompatibles con la tradición y la forma de vida occidental.
En este contexto, la actitud de la jerarquía eclesiástica resulta absolutamente incomprensible y escandalosa. Lejos de defender la identidad cristiana de Europa y Occidente, la Iglesia institucional se ha convertido en una de las principales promotoras de la inmigración masiva, ignorando los graves problemas legales, sociales y culturales que esto genera. Esta complicidad con lo que muchos consideramos un plan deliberado para destruir los fundamentos de la civilización occidental cristiana constituye una traición histórica a la misión de la Iglesia y a los fieles que confían en ella como guardiana de la tradición.
Para profundizar aún más en el análisis, se incorporan a continuación algunos ejemplos concretos de cómo la inmigración masiva ha afectado a comunidades locales, tanto en España como en otros países europeos. Casos de barrios transformados, aumento de la criminalidad, presión sobre los servicios públicos y conflictos culturales ilustran mejor el impacto real. Tampoco está de más analizar documentos y declaraciones de la Conferencia Episcopal Española y de la Santa Sede, así como datos sobre la financiación de organizaciones eclesiásticas y su dependencia de fondos públicos.
Es imprescindible ampliar la discusión sobre la ley migratoria y su impacto social
Ampliar la discusión implica analizar la legislación vigente, como la denominada «Ley de Extranjería» en España, o la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965 en EE.UU., y su impacto en la transformación social y cultural. En Europa, es necesario abordar el debate sobre la “sustitución demográfica” y las propuestas de organismos internacionales como la ONU que conduciría a contextualizar el fenómeno como parte de una agenda global. También es muy relevante examinar el coste económico y social de la inmigración masiva, así como el sentimiento de abandono de los ciudadanos locales.
Por supuesto, se debe reconocer que la preocupación por el sufrimiento humano es «legítima», así como la obligación cristiana de ayudar al necesitado, pero también la necesidad de proteger el bien común, la legalidad y la identidad cultural. Es esencial distinguir entre la auténtica caridad, basada en la libertad y la responsabilidad, y la falsa caridad, impuesta por el Estado y motivada por intereses institucionales. La defensa de la subsidiariedad, la coherencia doctrinal y la denuncia de la manipulación emocional y mediática son claves para una reflexión honesta y profunda.
Ejemplos concretos que ilustran la crítica
- Caridades Católicas apoya la financiación de «atención crucial» que incluye vuelos chárter gratuitos al país para los llamados solicitantes de asilo, personas que tal vez nunca hubieran pensado en entrar a Estados Unidos sin estos servicios.
- El obispo emérito Joseph Strickland señaló que el 80% de los inmigrantes no calificaría para el asilo ni la condición de refugiado.
- La asesoría legal gratuita de Caridades Católicas incluye instrucciones sobre cómo guardar silencio ante las preguntas de las autoridades de inmigración.
- En Europa, en España, barrios enteros han visto alterada su convivencia, han aumentado los conflictos culturales y la presión sobre los servicios públicos, y ha provocado un aumento descomunal de la inseguridad en muchas zonas.
- En Europa, la presión de la ONU y la UE para aceptar millones de inmigrantes bajo el pretexto del reemplazo demográfico ha generado una fractura social y cultural sin precedentes, con consecuencias palpables en la vida cotidiana de los ciudadanos.
¿Evangelio o agenda globalista?
La actuación de la jerarquía eclesiástica ante la inmigración masiva y descontrolada revela una preocupante deriva ideológica, materialista y cómplice con procesos que amenazan los cimientos de Occidente. La manipulación emocional, la hipocresía doctrinal, el conflicto de intereses, la violación del principio de subsidiariedad y la complicidad mediática configuran un panorama en el que la caridad cristiana se ve sustituida por el cálculo institucional y la propaganda ideológica.
La pregunta es inevitable: ¿sirve la Iglesia al Evangelio o a una agenda globalista que busca la destrucción del Occidente cristiano? Los hechos, las contradicciones y la falta de coherencia doctrinal ofrecen una respuesta inquietante para quienes esperan de la Iglesia una guía moral y no un actor más en el juego del poder y la influencia social.
Como subrayan quienes crítican a los obispos de Michigan, “en la medida en que los obispos buscaron tener acceso a la riqueza extraída para ellos por el gobierno federal, ¿no se parecen a los escandalosos cambistas de dinero que Cristo expulsó de los patios del templo al volcar sus mesas y bancos?”. Esta traición histórica a la misión de la Iglesia y a la civilización que dice defender constituye uno de los escándalos más graves de nuestro tiempo, y exige una respuesta firme y decidida de todos aquellos comprometidos con la defensa de los valores, tradiciones e identidad del Occidente cristiano.
La complicidad de la jerarquía eclesiástica con lo que muchos consideran un plan premeditado para destruir los fundamentos de nuestra civilización no puede seguir siendo ignorada ni justificada bajo el manto de una falsa caridad que, en realidad, esconde intereses materiales, ideológicos y, posiblemente, la mayor traición en la historia de la Iglesia.
