Cuando tratamos con “charlatanes de feria”, mentirosos obsesivos o personas sin escrúpulos, no sabemos nunca por dónde van a derivar. Nuestro caso en España es algo así, ya que la persona que ostenta el poder (no que gobierna), es un inepto que tiene las dotes de un charlatán de feria, es reconocido como un hábil mentiroso y carece totalmente de escrúpulos. Pero tiene el apoyo de sus seguidores y, sobre todo, de la más radical izquierda, de seudoterroristas, independentistas y de todo aquel que quiere acabar con España.
Pero cuanto expreso en el párrafo anterior, es algo de dominio público que no precisa mucho esfuerzo para darlo a conocer; prefiero recordar hechos que, por la repetición sucesiva de los mismos, los actuales ocultan a los anteriores y se olvidan.
Recordemos, por ejemplo, la cesión a Marruecos, por razones nunca explicadas, creando un grave conflicto con Argelia, quién tuvo que romper el tratado de amistad con España. La crisis que provocó el espionaje con Pegasus, nunca aclarado. Irene Montero se marcha de excursión con su Cuchipandi a Nueva York y Washington, utilizando para ello el Falcon. Sánchez afirma que resolvió con acierto el asalto a la valla de Melilla, cuando acabó con decenas de muertos. Marlasca acerca a cárceles del País Vasco a más de 200 etarras, muchos de ellos asesinos. Batimos el récord de Deuda Pública. Se asaltó el Tribunal Constitucional al nombrar a Conde Pumpido, como Presidente y secuaz, y a otros magistrados del gremio. Se produjo el mayor caso de corrupción habido, el de los ERES, la mayor vergüenza de Andalucía y, posteriormente, la pena impuesta por los jueces a los culpables, fue anulada por el Constitucional.
Se alargaría excesivamente este texto si reflejara aquí todas las tropelias cometidas por nuestro ínclito señor Presidente, cada día más censurado y críticado en los ambientes, personas y medios del extranjero. Pero no me quiero privar de calificarle como lo han hecho otras personas notables: maquiavélico, narcisista, psicópata (Rosa Diez), altanero, ególatra, egocéntrico, embustero, truhán, caudillista y tantos otros calificativos semejantes.
