Yolanda Díaz — la meliflua ministra galega y fashionaria vicepresidenta primera del Gobierno– vuelve a por lana y casi, con toda seguridad, va a salir, como siempre, muy trasquilada. Y todo por empecinarse en mirar el dedo que le señala el cielo… En su inagotable afán por mantenerse en el centro del look mediático ha encontrado una nueva y compulsiva obsesión : ¡ Madrid ! Bueno, más que Madrid, es concretamente, Isabel Díaz Ayuso, su invicta presidenta. La acusa —junto al manso Salvador Illa— de practicar el último mantra de moda sanchista o “dumping fiscal” y de romper la “solidaridad territorial”. ¿La razón…? Madrid baja impuestos y prospera. Un pecado imperdonable para la izquierda clientelar que vive del esfuerzo ajeno y la queja permanente.
Para el Gobierno sanchista y su corifeo de cacatúas ministeriales, el bajar impuestos a los sufridos ciudadanos es un crimen ideológico imperdonable. La Comunidad de Madrid ha decidido algo que en España suena a subversivo: no sangrar al ciudadano con más impuestos de los necesarios. Ha eliminado el Impuesto de Patrimonio, ha bonificado las herencias, ha rebajado el IRPF… ¿Resultado? Riqueza, empleo, empresas, atracción de capital.
Eso, para la izquierda que vive instalada en la cultura del subsidio y la subvención y las mamandurrias estatales, es intolerable. Como no pueden competir con ideas ni con gestión, recurren al grito de siempre: “¡Dumping fiscal!”. Que traducido al lenguaje común significa: ¡nos molesta que tú seas eficiente y nosotros no sepamos serlo!
Yolanda Díaz–esa ministra predicadora de la social redistribución de la riqueza con el bolsillo ajeno– que va de abogada laboralista, pero no ha firmado jamás una nómina, se atreve a acusar a Ayuso de insolidaria. Habla de cohesión, mientras ella destroza el tejido empresarial con rigideces laborales, subida de cotizaciones y normas pensadas para comités revolucionarios de los años 70.
Dice defender la justicia fiscal… mientras dilapida millones en sindicatos dóciles, chiringuitos ideológicos y campañas de propaganda personal. ¿Equidad? ¿Solidaridad? ¡Que se lo cuenten al autónomo medio que paga 300 euros al mes por derecho a respirar!
Y luego está Salvador Illa. El socialista bien peinado. ese que gestionó la pandemia desde el silencio más vergonzosi, descubrió la fiscalidad desde el sofa de casa y, ahora, gobierna Cataluña repitiendo al pie de la letra y como una cotorra lo que le dictan desde Moncloa. Illa se ha apuntado tambien –siguiendo las directrices sanchistas– a la moda de atacar a Madrid en la persona de su presidenta. Porque claro, hay que tapar como sea, que Cataluña es la comunidad con mayor presión fiscal, donde las empresas huyen y el contribuyente tiembla cada vez que recibe una carta de Hacienda.
Acusar a Madrid de “romper la solidaridad” –cuando se gobierna gracias a los separatistas que llevan décadas rompiendo España a trozos– es, como poco, no solo insultante, sino algo muy grave y profundamente cínico.
Lo que Yolanda Díaz y Salvador Illa no soportan es que el modelo Ayuso funciona bien y les deja en evidencia sus partes más nobles. En lugar de imitar lo que funciona y bien –como su orgullo no se lo puede !pefmitir– quieren prohibirlo. Quieren igualarnos a todos , sí… pero por abajo. Porque su “igualdad” no es una igualdad de oportunidades, sino una igualdad de mezquindades, de ruina y de pobreza.
Madrid no se niega a la solidaridad. Aporta, y mucho. Pero se niega —con razón— a que esa solidaridad sea una imposición confiscatoria para alimentar el despilfarro de otros y a convertirse en el chivo expiatorio de los incapaces que nos gobiernan
Mientras los ex ministros con moño y los ex presidentes de pandemias claman desde sus púlpitos, Madrid no pide permiso, gobierna, genera empleo, crea oportunidades y ofrece esperanza. Y lo hace sin sectarismos ideológicos, sin victimismos y sin lloriqueos de despacho.
Por eso Yolanda se indigna. Por eso Illa se sube al carro. Porque saben que si los ciudadanos comparan…ellos pierden.
A modo de una razonada y razonable conclusión para lectores sin tragaderas, hay que decir alto y fuerte que:
¡no!, que Madrid no rompe la equidad, sino la mediocridad. No dinamita la solidaridad, sino el discurso hipócrita de una izquierda adicta al gasto público incontrolado y al castigo fiscal… Y, que a demás, no fractura España. Lo que fractura España es el privilegio territorial para unos, la sumisión ideológica de otros y el desprecio absoluto a quien se atreve a hacerlo mejor.
Ayuso les molesta y mucho, porque gobierna sin pedirles perdón…y eso, para el socialismo de escaparate y el comunismo de boutique, es el mayor pecado capital – social, político y económico– que puede existir en esta nueva España «invertebrada», la de Pedro Sánchez, su «puto amo».
