Derechos Humanos

Uno de los vuestros

La Civilización no conoció la Paz más que en los sueños de los poetas

Mafia
Mafia. PD

Antiguamente se cometieron en el nombre de Dios los peores crímenes, y aún hoy se siguen cometiendo, en más países de los deseables. Más tarde, en el civilizado Occidente, se siguió masacrando, aunque entonces ya no fue en el nombre de Dios, sino en el de la Libertad; fenómeno este que fue inmortalizado por Madame Roland, cuando momentos antes de ser guillotinada, pronunció en voz alta: “¡Oh libertad!, ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.

Hoy, pasada ya la primera década del siglo XXI, son los Derechos Humanos, y el manido ´bien común´, la excusa utilizada a la hora de seguir regando de sangre y lágrimas, las dolidas tierras de un mundo que desde los albores de la Civilización, no conoció la Paz más que en los sueños de los poetas.

Veamos ahora en que me baso, para afirmar lo dicho.

De Sadam Hussein dicen que era un criminal; y estoy convencido que lo era, y, mejorando lo presente en la tierra de Cervantes, de los peores; porque aquí de la ´Triada Oscura´ hecho hombre, vamos servidos.

Pero volviendo al Irak de Sadam Hussein, constatamos que hace años fue un país laico, próspero y en paz, en donde las diferentes culturas y religiones convivían pacíficamente, con respeto y sin problemas. Se podría decir que era el país más ´occidental´ de Oriente Medio, y aquellos que lo visitaron, en aquella época, dieron fe de ello.

Pero Sadam Hussein fue acusado de tener armas de destrucción masiva, así como de no respetar los socorridos Derechos Humanos, como acto previo a su invasión por parte de una coalición internacional liderada por EE.UU.

Atrás quedaba aquella ‘cariñosa’ referencia atribuida al asesor de Reagan, Goeffrey Kemp: “Sabíamos que Sadam Hussein era un tirano, pero era nuestro tirano”. [Según varios de los últimos informes desclasificados de la CIA, en 1988, EEUU conocía el uso de armas químicas por parte del ejército iraquí, durante la guerra contra Irán; pero lejos de denunciarlo, ayudó a las fuerzas de Saddam Hussein En su sucia tarea, facilitando asesoramiento y apoyo logístico].

Así pues, Irak fue invadido, tras ser sus ciudades brutalmente machacadas por la aviación y los misiles estadounidenses. El resultado: el país quedó hecho unos zorros, y envuelto en una sangrienta guerra civil que no ha cesado. ¿Y Sadam? Pues decapitado en la horca. ¿Difícil? Pues sí, pero lo consiguieron.

Por otro lado, las famosas armas de destrucción masiva, jamás aparecieron; posiblemente porque nunca existieron. Prueba de ello es que  si Sadam Hussein hubiese dispuesto del devastador arsenal del que se le acusaba, lo hubiese utilizado, sin temblarle el pulso, contra los ejércitos invasores de su país. ¿O no?

Al final de la historia, cuando se demostró que las armas de destrucción masiva nunca existieron realmente, a EE.UU. no le quedó más recurso que justificar la destroza hecha, diciendo que Sadam Hussein no respetaba los Derechos Humanos, lo cual era cierto. Tan cierto como que tampoco se respetaban, ni respetan hoy en día, los Derechos Humanos, en Arabia Saudí.

Entonces la pregunta del millón, sería: ¿Por qué no se castigó, por la misma razón, a Arabia Saudí?

La respuesta es muy sencilla: Porque el gobierno de Arabia Saudí mantenía, y mantiene, relaciones comerciales y de amistad, con EE.UU.; mientras que, en aquellos momentos, el gobierno de Sadam Hussein mantenía relaciones comerciales y de amistad con Rusia. Más claro, agua.

Lo mismo le sucedió a Muamar Gadafi, en Libia, que bajo la excusa de que no respetaba los Derechos Humanos, fue sistemáticamente bombardeado hasta la muerte, por parte de la aviación de la coalición militar liderada por EE.UU.; cuando el auténtico ´pecado´ de Gadafi, no fue el no respetar los Derechos Humanos, (esos que igual valen para un roto que para un descosido), sino, al igual que Sadam Hussein, mantener relaciones comerciales y de amistad con Rusia. De hecho, a la Federación Rusa, la caída de Gadafi le supuso la pérdida de miles de millones de dólares. Solo en 2010, Libia había comprado a Rusia, el 12% del total de sus exportaciones de armas; unos 10.000 millones de dólares.

Lo mismo ocurrió en Siria, donde su presidente, Bashar Asad,  al igual como pasó con Sadam Hussein y Gadafi, fue acusado por EE.UU. de no respetar los Derechos Humanos, y, en base a este ´presunto delito´, la aviación estadounidense se dedicó a bombardear las posiciones gubernamentales en Damasco, en un claro apoyo a los rebeldes sirios. Pero la cosa no acaba ahí, sino que –además- EE.UU., junto a sus titiriteros de la Unión Europea, no han tenido el mínimo rubor en financiar y armar, a los yihadistas sirios; los mismos rebeldes que estaban decapitando y crucificando a la minoría cristiana siria. Pero esto último, a lo que se ve, no es un atentado contra los Derechos Humanos.; solo son cristianos; ¡a quién le importa!

Tras el apoyo descarado de EE.UU. y sus mariachis, a los rebeldes sirios, lo que subyace es que el gobierno legítimo de Siria, presidido por Bashar Asad, mantiene unos históricos lazos comerciales y de amistad, con Rusia; al igual como -en su día – los mantuvieron Sadam Hussein y Muamar Gadafi, y pagaron con sus vidas el atrevimiento.

CONCLUSIÓN: Usted puede gobernar un país, pasándose los Derechos Humanos por el forro de los cojones, siempre y cuando mantenga relaciones comerciales y de amistad con EE.UU. Ahora bien, como no las tenga y – además – se le ocurra coquetear con Rusia, ya puede ir dándose por muerto y enterrado.

Al hilo de estas historias, cabría recordar que Osama Bin Laden, allá por 1978, fue entrenado y financiado por la CIA, para montar una revolución islámica en Afganistán, que hiciera caer al gobierno comunista afgano, y expulsase a sus aliados soviéticos, de Oriente Medio. A la CIA le salió bien la inversión con Bin Laden, pero solo a corto plazo. Habían creado al monstruo del doctor Frankenstein. De eso se enteraron años más tarde, un 11 de septiembre.

Si queremos remontarnos a los orígenes de la actual violencia yihadistadista, el camino pasa, inexcusablemente, por la organización terrorista Al-Qaeda, por su fundador Bin Laden, y por quien lo financió y adiestró en sus inicios: La CIA.

Pocas horas después de los ataques terroristas sobre el World Trade Center y el Pentágono, la administración de Bush sentenció, sin evidencia contundente, que Osama Bin Laden, y su organización Al-Qaeda, eran los principales sospechosos.

Indudablemente el gobierno de EE.UU. debía de contar con el asesoramiento de la bruja Piñones y su bola de cristal, ya que no sería hasta un año después de los atentados, cuando Bin Laden reivindicó su autoría.

Y digo yo, si tanta información tenía el gobierno de Bush, ¿por qué no detuvo a los terroristas antes de los atentados.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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