Chicas monas, chicos que parecen tronistas, niños, ancianos, cachas andaluzas, personajes medio lelos de los que te ríes pero que dan pena, hijos pródigos, traumas del pasado, un bar y moralejas finales tipo Paulo Coelho; estas son las señas de identidad de cualquier drama-comedia que sale de la fábrica de Globomedia. Su última creación para Antena3, ‘Bienvenidos al Lolita’ (estrenada el 7 de enero de 2014), tiene todos estos clichés . todos y una transexual. Ahí es nada.
¿Un cabaret? ¿En serio? ¿Cuando ha tenido España cultura cabaretera? Ah, sí ¿son los locales esos que los de mi generación tachamos de rancios, franquistas, post franquistas y a los que iban a los jubilados a ver a la ‘Normas Duvales’ de turno contonearse con plataformas, plumas, y mallas de Brilli brilli? Ah, no. A esos se les llamaba por estos lares, locales de ‘Revista’, así, dicho con la boca chica. Está muy bien el Moulin Rouge (el mito y la película) y el recordar a Liza Minelli cantando ‘Money, Money’, pero eso es fuera. A la señora de Cuenca eso la da igual, no va sentirse identificada, ¿a quién se le ocurrió encargar una serie en un Cabaret?
Identificación, palabra peligrosa muy del gusto de los directivos de las cadenas que viven obsesionados con gustar a todo el mundo. Pero éste también en un concepto que los de Globomedia, con Daniel Écija al frente, manejan muy bien. Por ello, esta productora, se vaya a una escuela de baile, al siglo XVII, a un internado dirigido por nazis o a un pueblo con hombres lobos, siempre va a contar lo mismo. ¿Para qué? Para identificar. Con sacar los clichés de toda la vida les basta. Es más, usándolos crean modas.
‘Bienvenidos al Lolita’ se estrenó el 7 de enero de 2013 en Antena3 y lo hizo con éxito, respaldada con el 18,4% de la audiencia. Este dato me asusta, me ilusiona y me alegra a partes iguales. Explico por qué. La serie, en sí, me parece mediocre en ambiciones. La trama es la de toda la vida: hija pródiga que regresa a un hogar materno y a un pasado poco amable (al principio) tras un descalabro matrimonial, un chico cachas (y argentino) con un pasado oscuro y mala leche (así te aseguras a las niñas), una pre adolescente tímida (¡con gafas!) enamorada del malote, una cocinera andaluza ( gracioseta y muy ‘echada hacia delante’), un viejo cascarrabias y adinerado con buen corazón, una tía buena maliciosa, una matriarca luchadora y soltera y un pelele bobalicón que llega del pueblo y se queda fascinado con la gran ciudad. ¡Ah!, y una transexual de pecho ancho (en todos los sentidos) que le pone buena cara a la vida.
Y toda esta fauna, tan poco creíble ella, pulula por un local de esos que nunca han existido en Madrid: un cabaret o excusa para que las chicas y los chicos se medio despeloten y canten canciones de hoy y de siempre. La crisis también se deja ver de fondo pero se supera entonando ‘Resistiré’ y brindando con cava.
El primer capítulo no aburre, es intenso, hay buen ritmo y aunque es excesivo (hay ¡dos! intentos de suicidio en 70 minutos) y peca de evidente y vergonzoso, a los que son de lágrima fácil les puede emocionar. Es de esos productos que no molestan; una especie de buffet libre de tramas para toda la familia.
En ‘Bienvenidos al Lolita’ hay buenos intérpretes (Beatriz Carvajal, Carlos Santos, Luis Varela), de nivel medio (Natalia Verbeke, Rodrigo Guirao) y absolutamente horrendos (Nerea Camacho y, sobre todo, Sara Vega, la hermanísima de Paz Vega, que convierte el personaje más goloso de la serie (la transexual) en un chiste).
Pero aún así, me alegro del éxito de la serie. Primero porque siempre que triunfa una serie española es motivo de celebración y segundo porque no estaría mal que se pusieran de moda en nuestro país los locales como el Lolita. Al fin y al cabo, la identificación es cambiante y se inventa.