Nostalgia del agua, añoranza teatral

La Sala Arapiles 16 y el proyecto Unir Teatro necesitan más madera

Nostalgia del agua, añoranza teatral
Nostalgia del agua - Sala Arapiles 16

Nostalgia del agua’ nunca debiera haberse sacado del cajón donde dormía. De trama floja, diálogos insulsos y parrafones de lirismo desatado, montada por un director que ni se atisba, sin una escenografía que merezca ese nombre, una actriz equivocada y una violinista desafinando, sólo queda la disculpa y el gancho: Manuel Galiana, que después de medio siglo actuando tiene oficio para mantener en pie un personaje que pasaba por allí por casualidad y por desgracia.

Decir que es ‘una de las obras mayores’ de Ernesto Caballero, invita a preguntarse cómo serán entonces las otras. Quizás todo se deba a que como dirige el Centro Dramático Nacional desde 2011, hay que echarle flores por narices, cosa que ha hecho por cierto la crítica de los más importantes medios. Expliquemos el argumento sin las florituras con que lo presentan: un pescador habitual que acude todos los fines de semana con un grupo de colegas a un embalse indefinido, tiene una larga conversación en el merendero vacío en el que esperan al resto del grupo, con una dama misteriosa que les acompaña siempre sin hablar, odiando la pesca y paseando simplemente por las orillas. Larga, trivial, pesada conversación que aporta con cuentagotas algún elemento con el que situar a los dos personajes. Pero la verdad es que no lo consigue, y cuando se acerca el desenlace, tan absurdo como el resto, siguen siendo marionetas sin sentido, que antes de unir mayestáticamente su suerte en un final melodramático, ambos -más ella- declaman supuestos manifiestos existenciales, ininteligibles y casi ridículos.

Manuel Galiana se interpreta a sí mismo, a un señor de su edad, en este caso huraño y solitario. Lo hace bien, sobreactuando más de la cuenta, depositando en un personaje de cartón piedra demasiados de sus recursos actorales, demasiada enjundia. Marta Belaustegui sobreactúa mucho más, y sus gestos de filmación no son para las tablas y menos a tan escasa distancia de la primera fila. Más preocupada de enseñar las piernas que de otra cosa, encarna por decir algo a una mujer imposible de creer y de seguir. Y para colmo de males, una damisela pulula alrededor de ellos maltratando las cuerdas de un violín en rasgueos que no aportan nostalgia sino angustia.

Repasamos lo escrito y juramos solemnemente no exagerar en los términos en los que la pieza se derrumbó sobre nosotros de forma inmisericorde. Es pura rabia sin ningún deseo de ofender y por ella pedimos disculpas de antemano. Pero el crítico también tiene derecho a explayarse. Dice el director Jesús García que ha apostado «por la sencillez del teatro desnudo, arropado por el realismo intimista que provoca la acción, mientras que las notas musicales y los efectos visuales nos llevan al mundo irreal de los protagonistas». Dios le bendiga. Una dirección solvente brilla por su ausencia, permite a los actores vagar perdidos, parte de una escenografía peor que inexistente -dos bancos que no vienen a cuento ni separados ni superpuestos-, una iluminación errática y un vestuario realista de pescador con cesta de mimbre para Galiana frente a muselinas ensoñadoras para Belaustegui y la joven aprendiz de violinista. Una producción cicatera que parece peor que la que pasó hace unos meses por Zamora y León de la misma obra con otro equipo artístico y otro reparto.

Si la hubiera montado un grupo aficionado en un colegio mayor o unos principiantes en una sala alternativa, habríamos sido sin duda más benévolos, pero la recuperación de esta sala es una propuesta de UNIR Teatro, financiada por la Universidad Internacional de La Rioja, que dice contar con más de 27.000 alumnos en España y América en sus cursos digitales, y que lleva a cabo un mecenazgo antiguo y consistente en la actividad teatral española. La Sala Arapiles 16 nace para encarnar su lema de ‘»El teatro como lugar de encuentro» para alumnos, profesores y espectadores interesados por el arte dramático, en aras del ocio inteligente’. Y todo ello necesita demostrarse de mucha mejor manera.

‘Nostalgia del agua’ lo mejor que tiene es el título, no se puede destacar nada más. Es teatro obsoleto, eco de los ecos de aquel entre existencialista y simbólico que dió la lata hace más de medio siglo. No transmite nada reseñable más que la irritación de ochenta minutos perdidos en una velada deplorable.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 4
Texto: 5
Puesta en escena: 3
Interpretación: 5
Producción: 3
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: n/h

Sala Arapiles, 16
NOSTALGIA DEL AGUA
Del 5 de octubre al 3 de diciembre

Texto: Ernesto Caballero
Dirección: Jesús García Salgado
Reparto: Manuel Galiana (Hombre), Marta Belaustegui (Mujer), Natalia Fernández (Violinista)
Escenografía: J.L. Raymond
Vestuario: Malgorzata Zak – Eva Iszoro
Iluminación: Ciru Cerdeiriña
Fotografía: Eduardo García
Producción: Teatro del Duende

HOMENAJE A MANUEL GALIANA
Como ejemplo en pro del teatro escolar (Recordando a Don Antonio Ayora)
Día 5 de octubre, tras la representación de Nostalgia del agua.

ENCUENTRO CON EL PÚBLICO
Día 19 de octubre, tras la representación de Nostalgia del agua.

ERNESTO CABALLERO POR ÉL MISMO
Sesión dedicada a Ernesto Caballero, dirigida por Jesús Salgado y conducida por el profesor Fernando Doménech (RESAD)
Día 1 de noviembre a las 20h.

PROYECCIÓN DE LA PELÍCULA LA DECISIÓN DE JULIA
Un film de Norberto López Amado, interpretado por Marta Belaustegui, Fernando Cayo, Yolanda Ulloa y Josean Bengoetxea.
Diálogo con el director y los intérpretes.
Día 8 de noviembre a las 20h.

 

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

Lo más leído