De igual forma sigue siendo un misterio qué ocurrió con los 166 sacerdotes y religiosos que se encontraban en el norte al final de la guerra
(Juan Pablo Somiedo).- Recientemente Corea del Norte ha vuelto a situarse en el centro de atención internacional debido a la intensa hambruna que sufre el país y que ha causado, incluso, algún caso de canibalismo. Pero hace tiempo que el Vaticano sigue con mucha atención todos los acontecimientos de este pequeño lugar del planeta.
En Noviembre de 2011 la segunda sección de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, entonces bajo la dirección de Ettore Balestrero (recientemente sustituido por Benedicto XVI por Antoine Camilleri) recibía un informe confidencial en el que se indicaba que agentes secretos de Corea del Norte estaban actuando en China para eliminar físicamente a los misioneros y activistas surcoreanos que trabajaban con los refugiados cerca de la frontera. Como consecuencia directa de este hecho el consulado de Corea del Sur exigió al gobierno Chino que garantizase la seguridad de los ciudadanos de Corea del Sur en las regiones de la frontera.
Pero esto no era nada nuevo para la Santa Sede. En Junio de 2009 una mujer cristiana de 33 años, Ri Hyon-ok, había sido condenada a muerte y ejecutada por «poner biblias en circulación». Después de su ejecución, otros miembros de su familia fueron enviados a un campo de concentración.
La persecución contra los cristianos se realiza de forma sistemática desde 1953, tras la división de la península en dos Estados. A partir de ese momento, los católicos norcoreanos empezaron a desaparecer, especialmente los obispos católicos. Dado que el Vaticano los considera «desaparecidos» siguen figurando en la lista del Anuario Pontificio (que junto con el Annuarium Satisticum son fuentes de información muy importantes) como titulares de sus respectivas diócesis. Por ejemplo, en la entrada de la diócesis de Pyongyang (una de las tres diócesis de Corea de Norte) aparece como obispo Mons. Francis Hong Yong-ho, nacido en 1906, que se encuentra «desaparecido». De igual forma sigue siendo un misterio qué ocurrió con los 166 sacerdotes y religiosos que se encontraban en el norte al final de la guerra. El régimen norcoreano ha venido ignorando sistemáticamente todas las preguntas sobre su paradero.
Pero el Vaticano no se ha quedado con los brazos cruzados y tampoco pierde la esperanza. Sabe que el tiempo juega a su favor. Entre otras cosas, con la ayuda de los católicos del sur, está trabajando por la futura unificación de las dos coreas, está favoreciendo la organización de seminarios y estableciendo grupos de acción que ayuden a sus compatriotas del norte. Uno de estos grupos de acción fue creado en 1991 y recientemente han comenzado a desarrollando lo que ellos mismos denominan como «operación diente de león». Como el diente de león necesita esparcir sus semillas con el viento, así también el Evangelio. El nombre, además, es una clara alusión a otra flor llamada kimilsungia y creada genéticamente para Kim Jong-il por un botánico japonés. La operación consiste en lanzar globos de helio al aire que contienen pasajes del Evangelio de Mateo en lengua coreana impresos en papel plastificado.
Esta clase de operaciones suponen una verdadera bofetada para el líder de Corea del Norte y más, si tenemos en cuenta que estos cristianos logran burlar al menos cuatro tipos de vigilancia constante en Corea del Norte: la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), la Agencia de Seguridad Pública (PSA), la unidad vecinal y la del Partido. Hay que tener en cuenta, además, que cualquier ciudadano puede informar a las autoridades. Estos cristianos realmente se juegan la vida por el Evangelio. Que estas líneas sirvan de modesto homenaje hacia ellos.
La Santa Sede, aunque no duda en criticar abiertamente los ensayos nucleares de Corea del Norte, sigue apostando por un diálogo que deje abierta la puerta a un proceso de reconciliación entre las dos coreas. Pero en estos últimos meses la sombra de un conflicto armado está tomando cuerpo y aunque tanto China como Irán pueden vetar cualquier iniciativa en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo cierto es que EE.UU no ha descartado una posible intervención militar. En caso de producirse parece claro que el Vaticano no la condenaría aunque cabe suponer que tampoco la apoyaría de forma explícita.