La ayuda a los pobres y desvalidos se convirtió en una seña de identidad del cristianismo
(Cáritas).- Después de tres días de profundo trabajo de reflexión, en el que han dado cita más de 200 participantes procedentes de 36 Cáritas Diocesanas de todo el país, ayer culminaron en Salamanca, con una solemne eucaristía celebrada en la Casa de la Iglesia, las XVI Jornadas de Teología sobre la Caridad, organizadas por Cáritas Española bajo la coordinación de su delegado episcopal, Vicente Altaba.
Correspondió a monseñor Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, poner el broche final al encuentro con la ponencia «Decir Amar para decir Evangelizar», que comenzó con un análisis del contexto de la Iglesia de Tánger, donde, aunque reducida en cuanto a tamaño y al número de personas que la conforman, la vida está por encima de cualquier discurso.
En segundo lugar, el prelado señaló cómo sólo el amor dice bien de Dios, es decir, el amor como camino de evangelización y cómo, para Dios, revelarse, significa darse. «Sólo el amor dice bien de la verdad, pero sólo la verdad puede decir bien del amor. Para ello, debemos amar como Dios nos ama. La fe, más que una doctrina, es una realidad, debemos aplicar el Evangelio a la práctica de la caridad», explicó monseñor Agrelo ante una audiencia a la que definió como una «asamblea de expertos en amor».
En tercer lugar, el arzobispo de Tánger se refirió a la Eucaristía como «icono del diálogo de Dios con el hombre, donde a través de ésta nos encontramos con Cristo y nos ponemos en comunión con él».
Finalmente, reflexionó sobre la presencia de Cristo entre los pobres a través de los sacramentos. «Es el Espíritu de Dios el que nos lleva a amar a los más pobres; es el corazón de la Iglesia en el mundo«, aseguró el arzobispo de Tánger, quien culminó su intervención con una llamada «a ser memoria viva de la bondad de Dios con una triple tarea: anunciar la palabra de Dios, celebrar los sacramentos y estar al servicio de la Caridad» (Deus Caritas Est).
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Ponencia de Santiago Guijarro
Tras la intervención en las Jornadas, el pasado viernes, de monseñor Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, la segunda ponencia, en la mañana del sábado 27 de abril, fue presentada en el Auditorio Calatrava de Salamanca por Santiago Guijarro, profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca.
Tras hacer un repaso de la actividad caritativa de las primeras comunidades cristianas, donde la diakonía ya era un pilar fundamental, Guijarro orientó su intervención en averiguar si esta actividad era ya tan importante en las comunidades de la primera generación y qué papel desempeñó dicha actividad en la primera evangelización.
Su ponencia se estructuró en cuatro puntos principales:
1. El relato normativo de la primera evangelización, en el que la conversión es el resultado de la acogida del mensaje.
2. La pobreza y la ayuda social en el mundo antiguo. La acción caritativa de las primeras comunidades cristianas debe situarse en un escenario en el que la pobreza tenía un rostro y unas circunstancias concretas. En el mundo romano, exceptuando un pequeño grupo de «ricos», la mayoría de la población vivía en los límites de la subsistencia y no pocos habían traspasado estos límites. A pesar de ello, las diversas formas de ayuda social no iban dirigidas preferentemente a los pobres, sino que tenían por objeto ensalzar el honor del donante. Sólo en las comunidades judías se habían desarrollado formas de caridad que tenían en cuenta al pobre. Estas acciones estaban inspiradas por una visión de Dios que se interesa por los desvalidos.
3. El ejercicio de la caridad en las primeras comunidades. La ayuda a los pobres y desvalidos se convirtió en una seña de identidad del cristianismo. Esta seña de identidad, que se hizo más visible a medida que pasaba el tiempo, puede rastrearse hasta los mismos comienzos, pues se inspira en Jesús.
4. La práctica de la caridad y la misión evangelizadora. La misión evangelizadora tenía como meta la conversión, entendida como adhesión al mensaje y al estilo de vida de las comunidades cristianas. La práctica de la caridad pudo haber tenido un especial impacto en las dos primeras, pues, como han mostrado los estudios sobre la conversión, en las fases iniciales del proceso son determinantes las relaciones personales, la acogida, etc.
Santiago Guijarro concluyó su ponencia resaltando dos datos importantes: La novedad que supuso la acción caritativa de las comunidades cristianas en un mundo que carecía de sensibilidad y estructuras para la atención de los pobres, y, segundo, el impacto de este estilo de vida en la difusión del cristianismo.
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Mesa de comunicaciones
Tras la segunda ponencia de las Jornadas, el sábado por la mañana se celebró la mesa de comunicaciones, en la que participaron Jorge Díez, voluntario de Cáritas Diocesana de Salamanca; Llorenç Fernández, sacerdote de Mallorca; y Maite Quintana, secretaria general de Cáritas Pamplona.
Jorge, desde su experiencia como voluntario con enfermos de VIH-Sida, además de destacar el enriquecimiento personal por la experiencia de vida que ofrecen las personas con las que trabaja, denunció la discriminación que sufren algunos enfermos a todos los niveles y explicó, como creyente, su posición de voluntario que enriquece su experiencia de fe.
Maite, por su parte, profundizó en su experiencia personal y planteó la necesidad de unir los discursos de fe con la práctica real de la caridad. Instó, en este sentido, a que los discursos oficiales de Cáritas tengan un mayor sentido de autenticidad evangélica.
Finalmente, desde su experiencia en un barrio marginal de Palma de Mallorca, Llorenç apeló a un mayor acercamiento de la Iglesia a los que sufren en la calle, para lo cual sugirió salir más de la parroquia para encontrarse y acercarse a los más débil.
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Intervención de Armando Cester
Armando Cester, profesor del Instituto Diocesano de Estudios Teológicos para seglares de Zaragoza, desarrolló, en la tarde del sábado, la tercera ponencia de las Jornadas, en la que abordó una reflexión sobre la credibilidad de la Iglesia a diferentes niveles.
El ponente subrayó la necesidad de reforzar la credibilidad de la Iglesia para que pueda ejercer efectivamente su condición de sujeto de la evangelización que el mundo necesita. «Reforzar la credibilidad de la Iglesia -indicó– comporta para los cristianos no solo afirmar que nuestra Iglesia es la de Jesús, sino que debemos legitimar y hacer visible esta afirmación para que la credibilidad eclesial crezca. Para que la Iglesia sea creíble debe producir signos de salvación que anuncien y realicen el Reino de Dios».
Para Cester, la credibilidad eclesial depende en buena medida del esfuerzo serio para construir la fraternidad y ayudar a los necesitados, siendo fiel a lo específico de la actividad caritativa-social de la Iglesia. Es decir, para que la Iglesia sea signo de credibilidad debe ser una comunidad cristiana fraterna que comparte en todos los niveles de las relaciones humanas, que vive en comunicación de bienes espirituales y materiales como en las primeras comunidades cristianas. La acción caritativa-social eclesial, significa y hace creíble el amor de la Iglesia por los desfavorecidos.
En conclusión, la acción social y caritativa de la Iglesia, en opinión de Armando Cester, debe entrañar una opción llena de amor por los excluidos y marginados por parte de la comunidad cristiana en cuanto tal y en su totalidad. Es importante, por ello, reflexionar sobre el «modo» en cómo debemos realizar el ejercicio de la caridad y valorar como algo fundamental que la credibilidad del testimonio necesita de la comunión y confesión eclesial.
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Mesa de testimonios
La sesión vespertina del sábado 28 de abril se completó con una Mesa de testimonios, en la que participaron Jorge Dompablo, sacerdote de la diócesis de Madrid; Ana Isabel González, misionera mercedaria de Bérriz; y Sergio Barciela, técnico de los servicios generales de Cáritas Española.
Mientras que Jorge –sacerdote en los barrios de Carabanchel y San Blas, donde ha aprendido día a día a rezar con el sufrimiento de las familias– incidió, desde la narración de su experiencia en la parroquia, en la necesidad de hacer creíble la caridad en las parroquias y dar testimonio explícito de Jesucristo, Ana Isabel expuso su testimonio desde la visión del mismo Evangelio que interpela la propia vida, desde un Evangelio como desafío, desde un Evangelio desde la pobreza, desde el compartir la cruz del otro y desde un Evangelio de esperanza.
Sergio, por su parte, realizó un recorrido de su vida, explicada como su historia de salvación y recordando a todas las personas sobre las que ha edificado su trayectoria, desde la vida de la fe en el seno de su familia y el vivir el Evangelio cada día, hasta sus experiencias de voluntariado en Guatemala, explicando cómo todas las cosas pierden el sentido si no son vividas con pasión, «si no te arde el corazón». Lo mismo ocurre con la fe, la fe que se transmite con la esperanza.
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