En el almuerzo previo a la elección, algunos cardenales intentaron hacer lobby contra Bergoglio
(Patricio Downes)- «Preparate querido» fue la frase del cardenal Leonardo Sandri para su compatriota Jorge Bergoglio en la noche del 12 de marzo pasado, mientras compartían la mesa y el menú de zuppa di verdura durante el cónclave que eligió papa al argentino. El comentario sonó bien «porteño» entre dos cardenales que se conocen desde la juventud (Bergoglio fue prefecto de Sandri en el Seminario de Villa Devoto) y lo consigna la argentina Elisabetta Piqué en su libro «Francisco, vida y revolución», de inminente llegada a las librerías.
Otro de los hallazgos del libro, donde la corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires en Italia y Vaticano desde 1999, es la revelación de una quinta votación del Cónclave que resultó anulada porque había una papeleta más que los 115 cardenales presentes en la Capilla Sixtina. De esta forma, se sabe ahora que el papa Francisco no fue elegido en la quinta votación, sino en la sexta.
Luego de contar una por una las papeletas se contabilizaron 116 en la quinta votación, antes del escrutinio. La votación se anuló entonces y los cardenales se dispusieron pacientemente a un nuevo sufragio. Elisabetta Piqué fue la única periodista que se animó a anticipar en el diario de Buenos Aires que el cardenal Jorge Bergoglio se convertiría en el nuevo pontífice. He aquí un extracto de lo que el diario La Nación publicó el domingo pasado en LR, su revista dominical.
En el libro se cuenta que Bergoglio le dijo a Sandri: «Vení, sentate a mi lado, comamos juntos», citando al cardenal y miembro de la diplomacia vaticana. «Sandri no está bien de salud, tiene una especie de faringitis y le lagrimean mucho los ojos. Bergoglio, que ha estudiado química, examina el antibiótico que está tomando (Sandri) y le aconseja qué cantidad de miligramos de tal o cual sustancia debería tomar para curarse».
«‘Preparate querido’, le dice Sandri a su compatriota, quien ha entendido que hay un grupo consistente de cardenales, entre los cuales se cuentan latinoamericanos, asiáticos, africanos y algunos italianos, dispuestos a catapultarlo al trono de Pedro, una verdadera papa caliente», escribe Piqué. También subraya que «esa noche, la última noche, Bergoglio duerme poco. Si bien hay cardenales que se quedan hasta tarde conversando sobre el día siguiente, el día D, se encierra en su cuarto, el 207, y no participa en tertulia alguna».
La periodista repasó luego las dos fumatas negras en la mañana del día 13, cuenta que Bergoglio ha tomado la delantera con 50 votos y que «es claro que la candidatura de Scola no despega. Tampoco toma vuelo la del canadiense Oullet, ni la de Scherer, el brasileño, candidato de los antirreformistas, según han simplificado algunos vaticanistas». Mediodía, regreso a San Marta para el almuerzo y un descanso de tres horas y media.
«Bergoglio, que ha caído en la cuenta de que ha llegado su hora, almuerza con el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga y otros purpurados europeos y estadounidenses. Pero come poco, los nervios por lo que vendrá le han quitado el apetito», agrega. Se repite la versión de medios italianos según la cual Scola ensayó una marcha atrás como la de Bergoglio en 2005, para no bloquear entonces la elección de Joseph Ratzinger.
En ese mismo almuerzo, el último de Bergoglio como cardenal, hubo «maniobras que intentan torpedear al cardenal argentino». Alguien menciona que le falta un pulmón. Otro, más avisado o sincero tal vez, relata que se trata del lóbulo superior y que la salud de Bergoglio es envidiable, así como su energía para caminar literlamente los barrios más pobres de la capital argentina. Lobby desarticulado, y otra vez en la Sixtina.
Se produjo esa tarde la votación declarada nula, que ni siquiera mereció una fumata. Si hubiera existido quizás mereciera una tarjeta amarilla porque se trató del error de un cardenal que, junto a su voto, introdujo una papeleta en blanco de más. Lo demás ya es historia.