El hambre es un problema demasiado grave para desentendernos unos de otros y dejar que cada uno lo resuelva en su propio pueblo como pueda
(J. A. Pagola).- Jesús está ocupado en curar a aquellas gentes enfermas y desnutridas que le traen de todas partes. Lo hace, según el evangelista, porque su sufrimiento le conmueve. Mientras tanto, sus discípulos ven que se esta haciendo muy tarde. Su diálogo con Jesús nos permite penetrar en el significado profundo del episodio llamado erróneamente «la multiplicación de los panes».
Los discípulos hacen a Jesús un planteamiento realista y razonable: «Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer». Ya han recibido de Jesús la atención que necesitaban. Ahora, que cada uno se vuelva a su aldea y se compre algo de comer según sus recursos y posibilidades.
La reacción de Jesús es sorprendente: «No hace falta que se vayan. Dadles vosotros de comer«. El hambre es un problema demasiado grave para desentendernos unos de otros y dejar que cada uno lo resuelva en su propio pueblo como pueda. No es el momento de separarse, sino de unirse más que nunca para compartir entre todos lo que haya, sin excluir a nadie.
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