Pedro Rizo

El apretón de manos del cardenal y la vicepresidenta

"Clara señal de identidad masónica: dedo pulgar del Cardenal apretando el metacarpo del dedo corazón de la Ministra"

El apretón de manos del cardenal y la vicepresidenta
Pedro Rizo

El segundo signo: la ocultación de la cruz de Cristo con la mano izquierda del cardenal

(Pedro Rizo).- El pasado martes, 29 de octubre, se reunieron en Roma nuestra Vicepresidente, o Ministra de Presidencia, doña Carmen Calvo y el Secretario del Estado Vaticano, Mons. Pietro Parolin. Reunión de dudoso relieve oficial puesto que se ignoró la representación diplomática.

Como se ha publicado, la Ministra trató sobre el propósito del Gobierno Sánchez de exhumar los restos del antiguo Jefe del Estado, Francisco Franco, los cuales, desde su fallecimiento ocurrido hace 43 años, se custodian en la Basilica Pontificia de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Parece que los argumentos presentados por la Ministra se han enriquecido colateralmente con la posible revisión de los bienes raices que la Iglesia de España disfruta todavía inmatriculados.

Sobreabundar en el caso sería oneroso para mis lectores que tienen medios de investigación para discernir. Me limitaré, pues, a afirmar que profanar tumbas no es imaginable en ningún Gobierno. Bonito baldón anti-histórico para sus componentes que aureolan la figura de Franco resucitándole antes de exhumarle.

La foto

En este post quiero detenerme en el apretón de manos del Cardenal con nuestra Ministra. Es más que un saludo.

Me sorprendió que en ABC del pasado martes, 30, apareciera en la página 5 y, pasando secciones, volviese a aparecer allá por la página 47. «¡Caramba¡ ─ me dije ─ ¡Qué cosa más rara!» Sabido que las secciones se cierran por las tardes, o noches, y que portada y primeras páginas se dejan hasta el cierre, mirando al mayor impulso de compra y a espera de recibir las colaboraciones, me volví a la página 5 y la examiné con mayor atención. Máxime al dia siguiente cuando el diario EL MUNDO, ya con dos dias de retraso, destacaba de nuevo la fotografía, también a tamaño gigante. Por lo cual me asaltaron crípticos significados.

¿Y dónde se nos señala esa importancia?

Pues en dos signos: en el apretón de manos y en la cruz tapada por el Cardenal.

─ El primero, la clara señal de identidad masónica: dedo pulgar del Cardenal apretando el metacarpo del dedo corazón de la Ministra.

Un documento encontrado en una logia de la Francia de Vichy descubría un plan para algún día ocupar la Sede de San Pedro «de modo que los católicos creyendo que siguen al Papa nos sigan a nosotros». (ref. Jean Lombard, La cara oculta de la Historia.)

─ El segundo, la ocultación de la cruz de Cristo con la mano izquierda.

Cuidado introducido ya por San Pablo VI -«para no molestar a los no creyentes»- muy usual desde que se predica que todos creemos en el mismo Dios. (ref. Discurso de San Juan Pablo II, en Casablanca.)

Comentario acerca del secreto.

A mí la Masonería no me va pero, de entre sus obediencias -así se cita a sus distintas identidades- tampoco me avergüenzo de tener y haber tenido buenos amigos masones. No los revolucionarios que urden en sus tenidas las peores ambiciones, sino personas educadas, cultas y generalmente respetuosas con la fe. ¡Qué más puede pedirse! Ignorar al Buen Samaritano no es de inteligencia cristiana; si acaso, sí a los desaprensivos levita y sacerdote de la parábola.

Siempre que se habla de la masonería se abomina de su secretismo del que se suponen -con razón- confabulaciones contra la religión y las monarquías católicas. Bien es cierto que a partir del año 1940 grandes sectores de la masonería de Francia aceptaron la religión católica, (ref. Benimelli) y muchos católicos se hicieron masones sin daño para su religión.

También es cierto que de sus obediencias no todas tienen el tenebrismo que se les achaca.

Sobre esto deberíamos hacer alguna reflexión. ¿Acaso hay un mal intrínseco en reunirse unos amigos por una coincidencia de intereses? Sócrates se reunía con sus discípulos alejados y aislados de sus vecinos. Los cristianos se reunían en las catacumbas y los que todavía no habían jurado la fe, los catecúmenos, debían abandonar las reuniones, misas, después de predicarse el Evangelio. Su signo secreto de identificación era el dibujo de un pez.

Cristo se reunió en la noche a escondidas con Nicodemo. Pudo ser prendido cuando el Templo pagó a Judas 30 monedas para que llevara a su policia adonde se reuniera, al Huerto de los Olivos, y en la oscuridad señalarle con un beso. Instituyó la Eucaristía en una reunión secreta. En el monte Tabor segregó a tres de sus seguidores para mostrarles su poder. Muchas veces se reunían todos en altamar.

En muchísimos casos el secreto es una necesidad. Asociaciones de antiguos alumnos se fundan para ayudarse y obtener información en la sociedad, la industria o en los negocios. Recordemos que es de obligación en las reuniones de un Estado Mayor; de un Consejo de Ministros; o en las del Consejo de Administración de una empresa; o para la investigación de un arma, de una patente, etc. Incluso en algo tan trivial como la táctica a seguir en un partido de fútbol. En resumen, el secreto tiene un valor instrumental que se califica por el fin perseguido.

Y si hablamos de apretones de manos…

Además de los masones muchas otras asociaciones usan su particular estrechado de manos; así los homosexuales e incluso algunos miembros del Opus Dei, la llamada «masonería blanca».

La fotografía de la Ministra Carmen Calvo y el Cardenal Parolin ha sido un fogonazo confirmador de las orientaciones que adornan los nuevos tiempos, de lo que es paradigma el Vaticano, la UE y los gobernantes de España.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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