Esto es muy importante, especialmente cuando hay democracia, cada institución y cada persona tiene que mantener su identidad, porque solamente así puede haber un auténtico diálogo
(Jesús Bastante).- El cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, visitó este jueves la casa de Religión Digital. Desde hace dos años, sus Palabras de Vida aparecen en nuestra web, «porque necesitamos estos medios para evangelizar y anunciar a Jesucristo».
En una entrevista exclusiva en profundidad, el cardenal de Barcelona habla de la necesaria «pluralidad» en la Iglesia y en la sociedad, donde «cada institución y cada persona tiene que mantener su identidad».
Al tiempo, anima a los laicos a «estar presentes en el mundo como cristianos», y defiende el papel de la Iglesia ante la crisis, los desahuciados y el desempleo juvenil.
«La gente que tiene más problemas es la que más comparte. Por eso yo tengo esperanza», sostiene Sistach, que también reclama una renovación ética en una sociedad marcada por la corrupción y la desconfianza.
«La gente se ha dado cuenta de que tenemos que construir la sociedad de otra manera, y que sin ética y sin moral, esto es la selva».
«Todos somos co-responsables. El mundo se mueve cuando nos movemos nosotros«, culmina Sistach, quien abunda en la importancia de recuperar los valores y promover la educación integral y el respeto a la vida y la familia.
Desde hace dos años podemos ver sus Palabras de Vida en Religión Digital. ¿Internet es un nuevo areópago?
Sí, yo agradezco la difusión, porque necesitamos estos medios para evangelizar y anunciar a Jesucristo.
Es usted, con su twitter y la página web recién reformada, un adelantado en las nuevas tecnologías dentro del espicopado.
Sí, el dominical que publico es gracias a mi delegado de medios de comunicación, que es una persona muy competente, y se puede decir con toda humildad que esta obra dominical es pionera en todo el mundo, porque hemos incorporado dos códices muy importantes: el códex QR, y uno que se desconocía en los medios eclesiales, el AR, «Las imágenes que hablan».
También es pionero usted en grabar la carta dominical en vídeo, que antes sólo se escribía en papel, y además lo hace en tres idiomas.
Sí, creo que fui de los primeros, cuando estaba en Tarragona, y cada semana la dábamos también por televisión. Tuvimos que montar un plató muy sencillo en el arzobispado, y los técnicos quedaban impresionados de que con tan pocos aparatos quedara un producto tan bueno. Un pequeño milagro.
Los idiomas son catalán, castellano e italiano. Este último porque el segundo grupo mayoritario de residentes en Barcelona son los italianos, curiosamente. Paquistaníes los primeros, segundos los italianos. Por eso nos ha parecido importante hacernos presentes también (la diócesis y el pastor diocesano) a los italianos. Y como yo estuve unos pocos años estudiando en Roma, y el italiano lo hablo (no muy bien, pero lo hablo), pues aprovechamos también para grabarlo. Hemos empezado la experiencia, veremos a ver qué tal.
¿Es la diócesis de Barcelona especialmente plural? ¿Incluye a gente de muchos sitios?
Sí. Hoy, con la globalización, todo debe ser plural: los medios de comunicación, las redes sociales… Pero es verdad que históricamente, hasta hace unos cuantos años, Barcelona estaba muy abierta a Francia, y eso quería decir estar abierta a Europa. Esto se nota. Luego vino la globalización, con la inmigración que va a todas partes, con la televisión y otros medios más poderosos como Internet. Ya no hay fronteras. Entonces, lo más importante es que mantengamos nuestra identidad y que estemos abiertos a acoger a los que vienen. Ofrecerles lo bueno que tenemos, y también acoger algo de lo bueno que ellos tienen. Así nos enriquecemos, como siempre han hecho nuestras culturas occidentales, porque siempre hemos sido países de paso. Hemos incorporado muchas culturas, pero manteniendo la identidad. Esto es muy importante, especialmente cuando hay democracia, cada institución y cada persona tiene que mantener su identidad, porque solamente así puede haber un auténtico diálogo. Porque, si las identidades son positivas y buenas, enriquecemos al otro y enriquecemos la convivencia. Un jardín no se hace con una sola flora, sino con muchas más flores. Eso enriquece.
¿Esa pluralidad, en la Iglesia, no es un bien a trabajar?
Bueno, en Pentecostés ya el Espíritu Santo les dio a los Apóstoles el don de hablar distintas lenguas. La fe se encarna en todas las culturas, y las culturas enriquecen la fe aportando experiencias y conocimientos. La Iglesia siempre ha hecho ese trabajo de ir encarnándose en cada cultura, porque si la fe no se encarna en la cultura, no está viva para la gente. Esto es un don de Dios. La Iglesia es católica, es universal, no es de un lugar concreto. Y eso es muy importante, porque los occidentales juzgamos la Iglesia según nuestra visión, que a veces es limitada, y queremos que la Iglesia universal sea lo que nosotros queremos que sea. Eso se vio en el Sínodo. A mí me nombró el Papa, y participé, y salió la cuestión de la catequesis y los catequistas. Los africanos y los sudamericanos querían que se institucionalizara el ministerio del catequista, porque para ellos el catequista es un hombre o una mujer dedicados enteramente a la comunidad. Pero los occidentales no lo veíamos así, porque hay muchos catequistas que dedican una o dos horas, que si un año no pueden lo dejan y vuelven otra vez… Es muy distinta la función del catequista en el Occidente que en aquellos países. Porque la Iglesia es distinta, es universal, y no la podemos juzgar según nuestros primas y nuestra visión concreta y limitada.
¿Podemos hablar, en cuanto a Iglesia, de «la vieja Europa»? ¿Qué supone el crecimiento de las iglesias latinoamericanas y africanas, con sus modos de entender la vida y la Iglesia distintos a los nuestros? ¿La Nueva Evangelización puede consistir, en ese sentido, no tanto en ir a enseñar, sino en dejarnos enseñar?
Claro. En España, con la inmigración sudamericana (católicos practicantes la mayoría), tenemos un ejemplo. Ellos notan que la expresión de la fe de sus países y de su cultura es distinta de la nuestra. Tenemos una cultura muy parecida, pero distinta. Entonces, conviene que nos adaptemos un poco, tanto ellos como nosotros. Ellos hacen celebraciones de la eucaristía más participativas, con más cantos, con más gozo… Y nosotros somos más racionalistas y más serios.
Usted es presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia. ¿Cómo ve la situación actualmente?
La salud de la liturgia en España, en las comunidades y en las diócesis, es buena. Sí que constatamos que se debe intensificar la formación litúrgica (para todos, pero especialmente para los fieles laicos, para que puedan participar más activamente). Hay una cuestión muy importante, y es que, cuando hablamos de participar, en nuestro lenguaje común parece que participar es hacer cosas, moverse. Cuando participar no significa que toda la asamblea se tenga que mover, sino entender, vivir, interiorizar, expresar, quizá sin necesidad de cambiar de sitio. Se puede participar muchísimo en este sentido, más interior, más espiritual, que es la mejor participación. Para eso la formación litúrgica es muy importante.
Por otro lado, la construcción de templos también es muy importante, y también hemos hablado de la importancia de ofrecer a los arquitectos una formación litúrgica, porque, claro, tiene muchos conocimientos de arquitectura, pero falta el conocimiento específico para hacer una iglesia, que tiene una serie de exigencias litúrgicas. Es el caso de Antoni Gaudí. Gaudí hizo la Sagrada Familia porque é tenía en su mesita de noche un tomo del Año Litúrgico del abad de Solesmes, que fue quien impulsó la reforma litúrgica. Y Gaudí lo leía, y leía el ceremonial de los obispos, y leía la Biblia y observaba la naturaleza, y todo esto lo configuró en la iglesia de la Sagrada Familia, que es una maravilla para todos.
¿Es la Sagrada Familia un ejemplo para el arte, y también para la liturgia?
Pues sí. Uno de los arquitectos del grupo no estaba de acuerdo en que se reanudaran las obras de la Sagrada Familia, y que después de la dedicación la visitó y escribió un artículo en un periódico español de ámbito nacional, y también en una revista especializada en arquitectura de Alemania. El título era «Nos hemos equivocado mucho». Decía que la Sagrada Familia era el edificio y el monumento más importante de los últimos 300 años.
Gaudí se planteó una cuestión cuando comenzó la Basílica: si la hacía horizontal o vertical. Finalmente la hizo vertical pensando en que, cuando la terminase y seguramente ya no viviera, otro la podría continuar de forma horizontal, de otra manera quizá. Todas las catedrales van evolucionando.
¿Cree que la Sagrada Familia ha despertado, de alguna forma, el interés por la figura de Antoni Gaudí?
Antoni Gaudí fue un buen cristiano, además de un genio. Se dice que cuando los catedráticos le dieron el título, se dijeron entre ellos: «Hoy no sabemos si hemos dado el título de arquitecto a un genio o a un loco». Algo tenía de especial. Un genio siempre tiene algo que se sale de lo normal. Pero era también un hombre con una formación religiosa profunda. Él se alimentaba con tres libros: la naturaleza, la Sagrada Escritura, y la liturgia. Todo esto desembocó en el templo de la Sagrada Familia, que realmente es una maravilla. Es un don de Dios poder tenerla. Y cuando la gente entra, queda maravillada.
¿Es un desafío para usted, como pastor?
Sin duda. Nosotros lo que intentamos potenciar son 3 dimensiones de la Sagrada Familia: el culto (en la medida de lo posible, porque tiene una capacidad de 5 mil personas, y cada día no se puede celebrar allí), la evangelización (porque a muchas personas la belleza de la Sagrada Familia les lleva a la trascendencia y a Dios nuestro Señor, y si no salen convertidos, al menos sí tocados). El año pasado preparamos unos DVD que hemos repetido este año, uno para adviento y otro para cuaresma, partiendo de la Fachada del Nacimiento y de la Fachada de la Pasión, con un texto interpretativo, con música, en inglés, en castellano y en catalán, gracias al que se puede ver el ábside.
También tenemos el proyecto de unos confesionarios diseñados por Gaudí, con los que él pensó en la posibilidad de que hubiera un sitio para sentarse, para las mujeres mayores, por ejemplo, que por la edad ya no pueden arrodillarse.
La otra dimensión que queremos potenciar es la catequética. Aquello es una catequesis en piedra, una muestra de presencia pública de la Iglesia en la sociedad. Todo el mundo lo ve. Podríamos hablar horas y horas de la Sagrada Familia.
¿Veremos pronto la beatificación de Gaudí?
Depende de los milagros. Si pedimos la intercesión de Gaudí y Dios nuestro Señor hace un milagro por su intercesión, podremos verlo. Gaudí decía que en la Sagrada Familia todo es providencial, y tenemos muchos casos de esto. Pero hay una cosa que realmente hay que poner de relieve: desde 1882 que se empezó la construcción, hasta hoy (con todos los años que han pasado), no ha habido ningún accidente grave. Ni entre los trabajadores, ni entre los visitantes. De 1997 a 2013 han visitado por dentro la Sagrada Familia 35 millones de persona de todas las edades, y no ha habido ningún accidente grave. Y todo esto estando en construcción hasta 2010 (habiendo grúas, hierros, piedras…). Ahora ya está cubierta, pero antes se entraba con casco.
En cambio Gaudí sí murió en un accidente.
Sí, es curioso. Él era un hombre que vivía muy pobremente. Cobraba un salario equivalente hoy a 1,20€.
En Barcelona ha habido dos grandes momentos en los últimos años: uno, la Dedicación de la Sagrada Familia con la visita de Benedicto XVI, y el otro ha sido, hace casi un año, la celebración del Atrio de los Gentiles. ¿Qué ha supuesto el Atrio de los Gentiles, y qué sintió el Papa cuanto estuvo en Barcelona, qué le dijo a usted?
El Papa quedó impresionado con el concepto que Gaudí tenía de Iglesia, con un solo altar, una sola sede, que es el mismo concepto que tiene el Papa en su teología litúrgica. Coincidieron totalmente. En segundo lugar, yo miraba su cara, cuando estaba en el templo, y le veía impresionado. Puedo decir que en la hora de la comida yo estaba su derecha, y me dijo que, de la celebración de por la mañana, le había quedado un recuerdo inolvidable. Por otro lado, durante la visita del Papa, observamos que ciertos grupos agnósticos, que veían con recelo la Iglesia, no es que se hubieran convertido, pero sí que adquirieron otra visión de la Iglesia.
Después, cuando hicimos la edición de la Biblia Interconfesional, invitamos a 15 personalidades en el Palacio de la Música, para que dijeran qué era la Biblia para ellos. Siete u ocho eran no creyentes, y el resto creyentes. Fue magnífico. En primer lugar, colaboraron, vinieron, fueron sinceros, y todo fueron elogios a la Biblia. Elogios que cualquier diría que el señor que los dice es creyente. Y yo pienso que esto se debe en parte, también, a la visita del Papa.
Así surgió el Atrio de los Gentiles, que fue justamente este diálogo entre creyentes y no creyentes, sobre un tema, de acuerdo un poco a la Sagrada Familia, de arte, belleza y trascendencia. Los organizamos conjuntamente con el cardenal Ravasi y el Pontificio Consejo para la Cultura, y tuvo 4 sedes (3 civiles, y la Sagrada Familia). Hubo mucha colaboración de personas no creyentes, con un espíritu mutuamente abierto para ayudarnos y para reflexionar sobre la fe. Hubo cantores, coros interpretando una pieza compuesta expresamente por el director de la Escolanía de Montserrat, las columnas de la Sagrada Familia iluminándose… Fue todo una maravilla, un éxito. Ahora, esto hay que irlo continuando, como dice el Papa. Que siga siendo un atrio para poder dialogar. Hoy tenemos que estar abiertos, es una exigencia de la evangelización.
En armonía con esto tenemos también el Plan Pastoral, que tiene tres objetivos: el primero es dar a conocer a Jesús a aquellos que no le conocen (el Atrio de los Gentiles iba por ahí), y después tenemos un objetivo muy ambicioso, que es la pastoral de la iniciación cristiana (para aquellos que vienen a pedir el bautismo para los niños pero quizá no practican, quizá no están del todo unidos a la Iglesia…). Y también está la actividad que hicimos el año pasado de la Misión Metrópolis, que también fue una cosa muy bonita.
¿En ocasiones se podría echar en cara a la institución eclesial no participar en la sociedad, o no saber estar dentro del mundo lo suficientemente cerca?
Bueno, yo creo que cuando hay cambios culturales, cambios de época, a toda institución le cuesta un poco encontrar los caminos donde situarse en este nuevo marco. También a la Iglesia. Pero es cierto que los cristianos, desde el inicio (especialmente los laicos), han tenido una gran presencia en el mundo. En el Concilio Vaticano II, de que celebramos el año pasado los 50 años de su inicio, se redactó un documento sobre los laicos y un documento sobre la Iglesia diciendo que lo característico de los laicos es lo secular, estar presentes en el mundo como cristianos, con una dimensión teológica. Son aquellas palabras de Jesús: «Padre, no te pido que los saques del mundo, pero que no sean del mundo». Esto es complicado: estar en el mundo, pero sin ser del mundo (que por osmosis te introduce sus criterios), no es fácil. Pero gracias a Dios se da. Y después, la Iglesia está muy presente en todos los campos (cultural, económico, educativo, de salud, de pobreza, de marginación… y sobre todo en el social). En la crisis actual Cáritas, que es la Iglesia, está haciendo una labor enorme. Cáritas y otras instituciones de Iglesia, incluso comunidades y parroquias sencillas que aportan dinero o voluntarios. En Barcelona, por ejemplo, tenemos 9 mil voluntarios. Y están aumentando, al igual que los donantes.
¿En estas circunstancias es realmente cuando se ve cómo de solidario es un país?
Sí. En la Misión Metrópolis, por ejemplo, hubo un acto social. Yo estaba preocupado especialmente por el paro juvenil, que es de un 53%, y dije que, si me querían dar algo por los 50 años de sacerdocio, como yo gracias a Dios no necesito nada, que lo dieran a ese programa de jóvenes contra el paro. Entonces, se me ocurrió ir a un partido del Barcelona y a otro del Espanyol, porque pensé que ahí habría mucha gente que tendría hijos que no tienen trabajo, y que lo entenderían. Fui a ver a los dos presidentes, que escucharon lo que pedía, y me daban más. Fue una cosa muy bonita. Hicimos una presentación en los dos campos, y una conferencia de prensa en el arzobispado a la que vinieron más medios que en cualquier otra conferencia. Salimos también en los medios, en la prensa deportiva, etc.
Usted pidió ayer en el Twitter «soluciones eficientes» contra el paro juvenil, que afecta no sólo a los jóvenes, sino también a sus familias.
Sí. Hoy tenemos gente con 4 «nos»: no tienen trabajo, no tienen casa, no tienen alimentos (los tienen regalados, pero ellos no pueden comprarlos), y no tienen autoestima. Estas cuatro negativas condicionan mucho a las personas. Entonces, toda la sociedad, no solamente la Administración, tenemos que buscar soluciones. A la Administración le toca mucho, pero también a Cáritas y a todas las instituciones y ciudadanos de buena voluntad.
¿Cómo afronta usted, en Barcelona, los casos más dolorosos de desahucios, o de las víctimas de la crisis en general?
Hay iniciativas de grupos y asociaciones civiles, que están haciendo cosas muy importantes y que están cambiando un poco la normativa. Nosotros, por parte de la Iglesia, hemos inaugurado con Cáritas 19 viviendas oficiales, que no es mucho, para gente que no tenía piso. Me parece que pagan 200€ al mes y pueden estar dos años, después se van a otro sitio a ganarse la vida si pueden, etc. Y también tenemos muchos locales cedidos para mujeres maltratadas, para minusválidos… Estamos haciendo lo que podemos. Hay un tanto por ciento de nuestra ayuda de Cáritas que va para evitar desahucios, para buscarles vivienda y buscarles lugar. Sí que constatamos, al menos en Cáritas Barcelona, que la pobreza se ha ido haciendo más intensa, más crónica, más extensa, y que cada vez la sufre más la gente de aquí, no tanto los extranjeros.
¿Cree que este fenómeno tiene algo que ver con que, en momentos como éste, se estén impulsando ciertas políticas para proteger a los de aquí, en detrimento de los ciudadanos extranjeros?
Bueno, es verdad que algunos se han marchado y otros ya no vienen, pero también es cierto que aumentan los que son de aquí y no tienen medios.
Hablando de cosas tan graves y tan dolorosas, ¿cabe un mensaje de esperanza?
Hay esperanza porque la humanidad ha salido siempre de las grandes dificultades. Dios nos ha creado, y nos ha hecho buenos. Existe el pecado y el egoísmo, eso es verdad, pero en el fondo Dios nos ama, y lo que ha creado quiere que sea bueno. Por lo tanto, hay mucha capacidad de amor. A más necesidades, más generosidad. La gente que tiene más problemas es la que más comparte. Por eso yo tengo esperanza. Y a ello se añade la esperanza que tenemos los cristianos. Fíjese en las bodas de Caná: a os novios les faltaba el vino y María, mujer de fe, fue y le pidió a Jesús que solucionara el problema. Jesús le dijo «mujer, no ha llegado mi hora». Pero llegó su hora. Hizo un milagro cuando había una necesidad material, porque Dios está interesado en que este mundo sea lo que Él quiso que fuera cuando lo creó. Por lo tanto, los cristianos, además de nuestro compromiso, nuestra entrega, nuestra competencia para transformar estas estructuras, tenemos algo peculiar que tenemos que aportar: la creencia y la fe en Dios, que está interesado en la transformación de este mundo.
Dios puede hacer el milagro de mover a las personas que tienen más responsabilidad, para que vean el problema y lo solucionen; puede mover a la gente que tiene un talonario en el bolsillo, para que ponga una firma; y puede iluminar los corazones y ablandarlos.
¿Cree que en estas circunstancias es difícil defender el valor de la familia?
El valor de la familia es básico. Hay una frase muy bonita del Concilio Vaticano II, que dice que el bien de las personas, el bien de la sociedad y el bien de la Iglesia, están directamente proporcionados a la salud de la familia. Eso es así. Si la familia está desestabilizada, esto tiene consecuencias en la educación, en las imágenes y modelos de posibles uniones entre hombre y mujeres, etc. La familia es muy importante para la educación afectiva, psicológica, humana, responsable, ciudadana y cristiana. En este momento de crisis, ¿quién mantiene a tanta gente? La familia. La familia es un soporte enorme, es una célula de la sociedad. Porque en la familia se da una cosa que no se da en la sociedad (al menos, en la de consumo, en la que todo se compra y se vende): la gratuidad. Las personas valen no por sus méritos, sino porque son personas. Porque son hijos, padre y madre, y se aman. Gracias a Dios, porque si perdemos esto, nos jugamos mucho. Nos jugamos mucho con la familia, muchísimo.
Usted, en alguna ocasión, ha abogado por una ética en la política.
Mucha gente de la calle lo que está pidiendo es eso: ética y moral. La gente está cansada por los recortes, por las necesidades que estamos viviendo, porque hemos pasado de más a menos (aunque quizá es que era demasiado lo que teníamos), porque se nota el cambio. Y se ha dado cuenta de que aquellos valores no llevaban a buen sitio. Que todo aquello no funcionaba, porque ahora pagamos las consecuencias. La gente se ha dado cuenta de que tenemos que construir la sociedad de otra manera, y que sin ética y sin moral, esto es la selva.
¿Hay una situación de desconfianza generalizada en todos los estamentos, debido al boom de la corrupción que ha estallado?
Sí. Yo diría que una sociedad, si pierde la confianza, se vuelve estéril. Nadie hace nada porque todo el mundo tiene miedo, se duda, todo son sospechas. Esto no es bueno. En la sociedad tiene que haber confianza entre los ciudadanos. Si la perdemos, perdemos el bien común. Ante todo está la presunción de inocencia, esto tenemos que decirlo. Las sentencias las hacen los jueces. En segundo lugar, hay que decir también que el justo no tiene que pagar por el pecador; y por último, también tenemos que procurar esto de confiar en las personas, pidiendo que todos seamos más responsables, más coherentes, más éticos y más morales, porque esto es básico para la convivencia de una sociedad. Aquí tenemos el mensaje del Evangelio, el humanismo cristiano, la Doctrina Social de la Iglesia, que nos hablan de las virtudes sociales y de las virtudes más individuales y personales que redundan también en la sociedad. Porque los hombres y las mujeres somos sociables por naturaleza, y todo redunda, de algún modo, en lo social. Por lo tanto, esto es un esfuerzo que tenemos que hacer entre todos, porque todos, de alguna manera, somos co-responsables. El mundo se mueve cuando nos movemos nosotros, porque todo está en el corazón. Las estructuras ayudan, pero si el corazón no es limpio, puede haber corrupción. En cambio, si nuestro interior es limpio, buscamos el bien común, no nuestros intereses personales sino los del grupo, entonces la cosa funciona.
Yo siempre digo que Dios nos ha dado un corazón para que sea amado y para amar. Y nos lo ha puesto fácil, porque nos ha dado un corazón, no de piedra, sino de carne. Para amar y ser amados. Si todos hacemos esto, el mundo es distinto.
Ahora que estamos hablando de Nueva Evangelización, hablamos también de lenguajes y nuevos lenguajes. Es cierto que es importante buscar un lenguaje adecuado, pero yo suelo decir que hay un lenguaje universal, que lo entienden todos los hombres: el lenguaje del amor. Cuando uno ama, hace presente a Dios, porque Dios es amor. Quizá no dice ninguna palabra, pero ahí está presente Dios.
¿Le preocupa el tema de la educación?
La educación siempre es un tema difícil, porque cuando hablamos de educación, todos pensamos en la escuela. Y, hombre, es más amplio. Hay otras escuelas: los medios de comunicación, las televisiones, los filmes, Internet, la familia, la convivencia social… Todo eso marca. A la escuela se le pide demasiado, yo pienso. Cuando he visitado colegios e institutos en visitas pastorales (concertados y también públicos), veía al claustro que asentía con la cabeza mientras yo les hablaba. La presunción, hoy día, no está a favor del maestro, sino a favor del hijo. La primera causa de baja de los profesores es la depresión. Y esto no puede ser. En Estados Unidos se habla, por ejemplo, de si tendría que haber policías en la escuela. Pero entonces la escuela sería todo lo contrario de lo que tiene que ser. Y es que a la escuela se le pide todo, y los profesores no pueden con todo. Los padres no pueden abdicar, porque son los primeros educadores de sus hijos. La Administración, la Iglesia y las organizaciones religiosas tampoco pueden abdicar toda la formación en la escuela, también tienen que aportar. Y los medios de comunicación también.
¿Cómo ve usted a los medios de comunicación?
Hay tantos medios, que es imposible conocerlos todos, leerlos todos, pero pienso que pueden hacer (y que muchos hacen) un buen servicio a la sociedad. Creo que hay veces que no se les puede pedir más por la inmediatez, porque no debe ser fácil hacer una noticia en 5 minutos, pero no obstante pienso que deben intentar buscar la verdad. Hay que buscar la verdad, el respeto a la persona, el respeto a la presunción de inocencia. Hay que dar la información sin sensacionalismo, dar primero la información y después, si acaso, la opinión sobre la información. Todo esto me parece que muchos periodistas, y muchos medios, lo están intentando.
El otro día, con motivo de la fiesta de San Francisco de Sales, le pedí al santo patrono que los hombres y las mujeres que se dedican a esta profesión la vivan con vocación.
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