Con la ayuda posible, estas personas que temen por su vida y han tenido que abandonar todo, puedan vivir con dignidad en nuestros países
(Renzo Fratini, nuncio en España).-Eminentísimo Señor Cardenal Presidente, Eminentísimos Señores Cardenales, Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos, Señoras y Señores:
Agradezco muy cordialmente la invitación que, en signo de comunión con el Santo Padre Francisco, me han hecho llegar, y que correspondo ahora, muy gustoso de poder saludarles y renovarles mi cercanía y disponibilidad a todos ustedes, hermanos en el episcopado. Con estos sentimientos me gustaría señalarles estas breves reflexiones desde el programa de esta 106 Asamblea.
1.- La esperanza solo está en Jesucristo
Con motivo de los 50 años del Concilio Vaticano II y de la formación de esta Conferencia Episcopal Española, me congratula grandemente que la presente Asamblea aborde el estudio de un nuevo documento titulado «Jesucristo Salvador del Hombre y Esperanza del Mundo». Cristo «esperanza». Ha sido propio de la postmodernidad la situación psicológica de falta de esperanza, un sentimiento que acompaña al hombre hoy, producido por la ruptura entre las cosas que se buscan y pretenden y lo íntimo del alma. Cristo, Dios y hombre verdadero, es el único que colma la sed de infinitud; Él es el único que nos une con Dios, el único que, al construir la Iglesia, ofrece al mundo el testimonio de la unidad a la que íntimamente aspira. Muchas gracias por esta necesaria reflexión en línea con la Tradición de la Iglesia y unidos al Sucesor de Pedro que, precisamente el día 10, el martes de la semana pasada, decía en Florencia que hay que «superar la opinión corriente, que hoy, como entonces, no logra ver en Jesús más que un profeta o un maestro» La pregunta de Jesús «¿Y vosotros, quien decís que soy yo? (Mt 16,15)… es decisiva para nuestra identidad y nuestra misión. Solo si reconocemos a Jesús en Su Verdad, seremos capaces de mirar la verdad de nuestra condición humana, y podremos dar nuestra contribución a la plena humanización de la sociedad». Efectivamente, sólo anunciando la «recta fe» en Jesucristo podremos construir un nuevo humanismo y una nueva sociedad. Esta reflexión siempre es necesaria y oportuna.
2.- La Iglesia samaritana, compasiva.
En la perspectiva de la misión de la Iglesia, que quiere tener en cuenta las alegrías y las tristezas, los triunfos y los fracasos, para poder ayudar, me permito señalar en primer lugar la circunstancia de la próxima entrada en vigor, en concreto el día 8 de diciembre, de la reforma de los procesos de nulidad matrimonial, que el Papa Francisco ha establecido con el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus. En el documento, el Santo Padre quiere primar la ocasión pastoral de manifestar la inmediata cercanía de todos los que intervienen, y muy señaladamente y en particular del Obispo. Al mismo tiempo, las exigencias del proceso, que marca el Motu Proprio, visibilizan la comunión entre los obispos de una misma Provincia eclesiástica. Por lo que se refiere a las Conferencias Episcopales el Papa les recuerda el deber de garantizar el papel de juez del Obispo en la propia Iglesia particular (Cf. n. VI). Este ejercicio episcopal se basa en el munus regendi. La doctrina de siempre ha afirmado que la potestas iudicialis episcopalis, es una antigua Traditio Ecclesiae. Los Papas se han referido a ella corroborando el derecho divino de los obispos. Al respecto el Concilio Vaticano II se ha referido al «sagrado derecho y el deber ante Dios de dar leyes a sus súbditos y de juzgarlos» (LG 27).
Por lo que se refiere al Tribunal de la Nunciatura Apostólica en España, me permito sugerirles el estudio de la disponibilidad de los miembros que lo forman. No duden que, dada su experiencia, preparación y pericia, podrían ser consultados, sobre todo, en lo que se refiere al asesoramiento en el papel que cobra el obispo como juez, en la reforma de los procesos de nulidad matrimonial.
3.- Sensibilidad hacia la situación humana de los refugiados e inmigrantes.
Por último, he de referirme a la caritativa invitación del Papa en la acogida a personas que, ante una guerra tan larga, llegan desde Siria y otros países de Medio Oriente. La situación, evidentemente, afecta a políticas que han de estudiar y revisar su eficacia en la cooperación y desarrollo sostenible de los países empobrecidos, así como a la voluntad de acción de las grandes potencias, a fin de resolver este tipo de conflictos que a todos nos afectan. Sin embargo, nosotros no podemos quedar expectantes y mirar de brazos cruzados. Su Eminencia, el Sr. Cardenal Antonio María Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, ha expresado, ante la próxima Jornada Mundial, el 17 de enero de 2016, en el marco del Jubileo del Año de la Misericordia, la conveniencia de sensibilizar a todos los fieles, particularmente en el caso de nuestros hermanos cristianos perseguidos, a fin de que, con la ayuda posible, estas personas que temen por su vida y han tenido que abandonar todo, puedan vivir con dignidad en nuestros países.
Que el Año de la Misericordia, que el Santo Padre se dispone a abrir el próximo 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, sea un Año verdaderamente de gracia y conversión, que nos acerque más a Dios y entre nosotros. Les aseguro que encomiendo en mi oración los trabajos que ahora empiezan a la Santa Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Que sean de renovada ilusión pastoral y eficacia para la Iglesia que peregrina en España.
Muchas gracias.